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dimanche, novembre 19, 2006

Las personas que importan


Esta mañana me despierto con ganas de leer y escribir. Primero, quiero terminar el diario de Anais Nin, los pasajes con Henry Miller, Artaud, etc... Nin escribió un ensayo estupendo sobre D.H.Lawrence, su ídolo. Y proyectó en Miller una serie de calidades haciendo que su vida fuese casi de ficción. Pero que tal esfuerzo, ¡qué fuerza, que empuje para hacer que las cosas más triviales parezcan extraordinarias! De hecho, la vida es así. Ahora miraba el sol levantarse sobre la montaña y allí, por supuesto, hay un acontecimiento, todo está en la mirada, sin embargo, hay días en que no lo veo y no me produce nada. Estoy tan metida, tan perdida en mí misma, y en mi Ego, que soy incapaz de establecer esos puentes con el exterior. Entonces, me digo que si no puedo ser más sensible, más intensa, más arriesgada, no podré ser una buena escritora y autorizarme a seguir escribiendo. Si no me muestro con todas mis incapacidades, sabiendo sacar lo mejor de ellas, no avanzaré. Y la vida sin sabiduría es solo fuego fatuo, finalmente es aburrida. Ayer leía la “Vida de Henry Brulard”, de Stendhal. La empieza pasado los cincuenta años, con vigor, confianza, amor por la vida. Una lección. Luego, me vengo a la biblioteca, intrigada por Henry Miller, ¿era de verdad tan interesante? Encuentro un solo libro: “Los libros de mi vida”, obviamente en francés. Abro la parte en que habla de los libros vivos, de sus admirados Rabelais y Dostoiesvki, de Mateerlink también, y un libro que desconozco con un hermoso título: “Sabiduría y destino”. Fragmento de Miller:

Los hombres se alejan de los libros, es decir, de los escritores y los intelectuales. Excelente síntoma, si solamente fuera para acercarse de la vida. Pero, ¿lo hacen? Jamás el miedo de la vida ha sido más violento. El miedo de la vida ha reemplazado el miedo de la muerte. Vida y muerte han terminado significando la misma cosa.

Luego habla de un personaje interesantísimo, un amigo que sabe ayudarlo en las peores circunstancias, generoso, vital, con humor. Y más allá de su maestro espiritual: John Cooper Powys. Se supone que escribió una obra autobiográfica interesantísima. Lo que dice Miller de él:

Si todas las personas que escriben autobiografías se atrevieran a decir las cosas que en sus vidas les han causado los dolores más intensos, harían mucho más que esforzándose a lo largo de sus páginas en justificar sus acciones.

Yo pienso. Cada vez que escribo algo, la idea de embellecerme espiritualmente, me acosa y me hace sentir desleal, falsa.... pero también, remover constantemente las heridas me hace ser una herida de guerra... Pero, sé que no deseo retroceder, lo sé...

Otro pasaje citado por Miller:


¿Qué es lo que perdemos todos cuando envejecemos? Es una cualidad de la vida misma. Sí, está en la vida, pero es más profundo que eso, en realidad, no más profundo que eso, quiero decir que es una esencia más preciosa que lo que en el pensamiento llamamos “vida” al envejecer. Me inclino a pensar hoy, que hasta mis sesenta años, he conservado a un nivel poco común, las cosas de mi infancia, y como es así, estoy tentado de decir que mientras más obstinación ponga para explotar esta puerilidad, más me apoyaré en ella, y más mi vida de hombre será madura y sabia, aunque sea menos humana.

Segundo pasaje citado por Miller:

Toda mi vida puede dividirse en dos partes. La primera va hasta tener cuarenta años, la segunda empieza después. Durante la primera hice esfuerzos desesperados para despertar y organizar en mí los sentimientos que correspondían a mis libros favoritos, pero, durante la segunda mitad de mi vida me he esforzado en descubrir cuáles eran mies verdaderos sentimientos, afinarlos, equilibrarlos y armonizarlos, de manera que correspondan úncamente a mi método.

Para Miller, John Cooper era un hombre completo. “Iluminaba todo lo que tocaba, llevándolo siempre a un fuego central que nutre el universo. El era un intérprete (o poeta) en el sentido más alto de este término. Dije de Cooper Powys que era un “libro en vida”. El libro que se hace vivo es aquel que el corazón penetra de punta a punta. Mientras no esté reanimado por el fuego de un espíritu tan vivo que el que le ha dado a luz, un libro permanece muerto apra nosotros. Las palabras desprovistas de su magia, no son más que hieroglíficos muertos. Las vida privadas de búsqueda y de entusiasmo, de dones, de intercambios, está desprovista de sentido y son letra muerta. Encontrar una persona que llamamos un “libro en vida” es llegar a la fuente de la creación. Una persona así nos permite contemplar el fuego que devora a través del universo y que no da solo calor y luz, si no una visión duradera, una fuerza durable, una valentía durable”.

Bonito, no? Cada persona que nos permite circular en toda nuestra plenitud, en nuestra capacidad de entregarnos y crear, es alguien que nos permite existir en el sentido pleno de es término. Leerle a alguien este texto, compartir esta lectura en el silencio o en voz alta, es un placer, y justifica muchas cosas. Pensaba en Millet (Richard) y como he deseado hacer correr esa cortina de amargura que tiene, y cómo me da pena cuando veo que tal vez no, no pueda hacer nada. ¿Por qué? Porque toda vida es para mí también un acto de creación, de energía que transforma, y su plenitud es cuando se une con otra, o simplemente actúa sobre ella. Es lo que veo en Miller, Anaís Nin, todos los que han hecho de sus vidas espacios energéticos, de vida intensa. Encontré otra frase de D.H, Lawrence:

"Una mujer rica interiormente no busca el lujo, puede dormir en el suelo".

Ps: pienso en la imagen de Miller que siempre he tenido a través de amigos ligados al psicoanálisis. Sé que vivió arruinado, pero feliz, sé de su amistad con Freud y su amor por Anais Nin, y de su amistad con Lawrence Durrel, de París... En la foto, Henry Miller.

2 commentaires:

Rodrigo a dit…

¿Miller? Un energúmeno genial, un monstruo de la vitalidad y la invención, uno de esos escritores en donde más patentemente la escritura es un acto de potencia vital... Un delirante, un sabio, un fanfarrón... Me llegó hacia los 30 años, momento perfecto... Disfruté, más que sus trópicos, su Crucifixión Rosada, la trilogía. La bicicleta, la natación, el vino, el tabaco, la buena comida, el buen sexo... Y tal vez, hay que decirlo claramente, su búsqueda esotérico/espiritual... Ese arrimarse a las zonas fronterizas del saber y la imaginación. Eso lo hermana con Cortázar y tantos otros que amamos. Salud y buen provecho.

Anonyme a dit…

Para un adolescente H. Miller no deja de ser un héroe;
para un tipo de 30, un artista;
y para un cuarenton, un "branleur" original.
Anonimus.