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dimanche, novembre 05, 2006

Madame Bovary soy yo

Se han cimplido 150 años de la publicación de Madame Bovary, de Gustave Flaubert, por lo que se le han dedicado una serie de artículos, re-ediciones y una recapitulación de su obra bajo las luces y las miradas de este siglo. Flaubert se mantiene como un autor imprescindible, y su Bovary (siempre se piensa en la frase: Madame Bovary soy yo) sigue estado presente en el imaginario de la mayoría de lectores. Emma, cómo no nos vamos a acordar de Emma y su insolencia, sus ganas de estar viva, su falta de instinto maternal, su ingenuidad con los hombres. Pierre Michon (Vidas minúcusculas, Anagrama) da una entrevista en el magazine Littéraire en la que dice: Releer Madame Bovary es suficiente para reconciliarme con lo femenino. Este texto produce el efecto contrario en la mayoría de la gente. A mí meda confianza. Flaubert me hace creer en el placer de la mujer.

Curioso también que se diga que en una etapa de su vida, Flaubert, estuvo enfermo de epilepsia o histeria: primera vez que leo este diagnóstico para un hombre...

Volviendo al autor, GF, ante de publicar su Bovary (Yuni me dice que en inglés Madame, siempre suena a aristócrata, mientas que la verdadera Emma, era una mujer de un pequeño pueblo casada con un médico, matices de los idiomas...), en 1851, había llenado hojas de hojas, desde los diesiséis años... Entre sus primeros textos están, Memorias de un loco y Noviembre, que culmina con la Educación sentimental, en 1845. A mí me gusta mucho Noviembre, texto en primera persona, con fragmentos líricos un poco exagerados, teniendo en cuenta que es un texto escrito a los veintiún años!
Empieza:
Amo el otoño, esta triste estación que va bien con los recuerdos.
(...) Yo era, en toda la variedad de mi ser, como un inmenso bosque de la Inida, donde la vida palpita en cada átomo y aparece, monstruosa o adorable, bajo cada rayo de sol.

Cuando Flaubert termina Bovary, su miedo es que sea una especie de Balzac-Chateaubrianisado, es decir que se reconozca esa vocación por la realidad de Balzac y los vuelos líricos y románticos de René de Chateaubriand, pero Madame Bovary, no bien publicada, empieza a despertar sospechas y afrontará un juicio por ofensa a las buenas costumbres, la misma acusación que se le hace al año siguiente a Baudelaire por Sus flores del mal.

Unica Zurn

He descubierto a través de una autora francesa (y otra persona me la había mencionado en Lima) a la esctritora alemana Unica Zurn. Su novela más conocida es El hombre jasmín. Estuvo muy cerca de los surrealistas, sobre todo por su pareja de entonces, Hans Bellmer, artista plástico que vivió en París, donde Unica lo conoció. Más allá de los detalles sobre su biografía, lo que me impresiona es su final trágico(suicidio), su incapacidad para imponerse como autora mientras estaba viva, la tristeza de su aislamiento y su enfermedad mental. He empezado a dar vueltas a la idea de que muchas autoras se quedan en el balbuceo de un lenguaje que les parezcca personal o cercano, como si en su incapacidad de construir un discurso pasaran a un lenguaje cifrado y hermético que termina por excluirlas de la vida en general. Esto podría ser un tema de reflexión, pocas mujeres han logrado imponerse en la literatura como verdaderas dueñas de signos. Salvo Virginia Woolf, o casos más contemporáneos como Duras que, yo diría, construye una forma de texto en la que el silencio, concebido como espacio de disolución del yo, es casi patológico (ver El encanto de Lol. V Stein) pocas son las que han logrado imponer una visión estética diferente de la masculina. Es como si nunca hubiesen podido armonizar us entrada al mundo en tanto que sujetos, esa ecuación espiritual entre exterior-interior del cual hay ejemplos también masculinos: Rimbaud y Hofmmannsthal, a comienzos del siglo XX, autor de la Carta a Lord Chandós, traducida por Enrique Vila-Matas al español. Según Magris, esta carta es el grado zero de la poética de H, un manifiesto de la disolución de la palabra y del naufragio del yo en el flujo desordenado e indistinto de las cosas que el lenguaje ya no puede nombrar (los traumas, pro ejemplo) ni dominar. Esto me parece en perfecta simetría con la experiencia de Unica Zurn, según una crítica, ella nunca llega a inscribir en su orden simbólico, la figura original del padre, en una infancia realmente tormentosa, marcada por la guerra.
Este tema es importante, porque en esa falta de construcción de símbolos coherentes, las mujeres prefieren quedarse en el lenguaje poético, lírico, menos lógico y racional y que acepta de alguna manera esos balbuceos. Es una simetría con la propia experiencia no del todo integrada en el devenir mundano que tiende a sacaralizarse como en la poesía de Emily Dickinson, en un tono proberbial, casi místico. Todo lenguaje cerrado contiene una imposibilidad de comunicación, su forma trágica, o su forma rebelde e insolente. Y no es que esta sea transparente y siempre posible, es que siempre necesitamos proyectarnos sobre esa utopía... creo que cuando yo escribí Electra en la ciudad, tenía muy claro esto último.

Una columna de Vila-Matas en el Magazine Littérarire comenta los libros de Rodrigo Fresán, concretamente la reciente novela Mantra, publicada en Francia ( edición, Passage de Nord-Ouest) con un prefacio de Alan Pauls (sic) y que Vila-Matas califica de “irrealismo mágico”, una respuesta al “realismo mágico” que renuncia: ¿a qué? Según VM a los coroneles ridículos y los gallos amazónicos... O sea, el mundo urbano e individual frente a lo rural y colectivo, esa tensión que siempre se ha dado, justamente, en Flaubert. Pero más allá de toda elaboración intelectual sobre escribir (luego, traduzco un texto de William Styron aparecido en el blog de Pierre Assouline, de Le Monde) , lo importante es que el lenguaje pueda darnos una especie de sensación de estar en posesión de algo, por efímero que esto parezca y cuando tocamos la banalidad de escribir. Si no, sería como cuando vemos un mar hermoso y ya no sentimos nada, o vemos una ventana abierta y decimos, como escribió Flaubert: ciérrala, lo que veo es demasiado hermoso. No sé si esto suceda alguna vez, salvo cuando cuando nos senitmos vacíaos. Esta mañana escucho una entrevista con el escritor argentino Alan Pauls en France Culture sobre Borges y un ensayo que acaba de Pauls traducido al francés. Y pienso: o los autores argentinos saben que hablar de Borges, sobre todo ahora que se cumple un aniversario, cotiza, o desean recuperar al Borges que es casi un tema francés, descubierto por ellos y estudiado por ellos.... Pauls se expresa en perfecto francés, salvo un error, es impecable. Dice algunas cosas interesantes, por ejemplo, la importancia que daba Borges al trabajo de lector, por encima del de escritor (transmisor, Messanger).Un buen escritor es aquel que sabe leer libros, y también el que sabe leer en ciertos símbolos algunos guiños cifrados de la vida. Me gusta cuando Borges se fascinaba por los colores rojo y negro estando ciego... Siempre palpitante y con humor...

Después de haber leído toda esta prensa, me voy a hacer compras, el cielo de una pureza impecable. Me encanta pasar por l'épicerie del pueblito de Saorge, ver a los lugareños tomando aperitivo, comprar un buen vino Bordeaux y alguna charcutería corsa, la figatelli me enloquece. Es todo un placer, casi una aventura... afuera del monasterio oigo unos “oms” “oms” insoportables de un grupo de personas que practica budismo industrial... Vale, como dicen en España.

Aclaración: Enrique Vila-Matas me ha hecho ver que he cometido un error: él no ha traducido la Carta a Lord Chandós, habla de ella en su libro Bartleby y compañía. Mi confusión proviene de que en La Casa del Traductor de Tarazona, leí una traducción con una introducción suya. Y no tengo el libro a la mano. La versión que tengo está en francés y la introducción es de Claudio Magris. Gracias por la aclaración, Enrique.

1 commentaire:

Alfonso Chacon Rodriguez a dit…

¿Se puede generalizar tanto? Decir que las mujeres les cuesta transitar hacia la estética masculina (lo que sea que esto signifique), o que pocas lo han logrado sin quedar atrapadas en un lirismo sentimental, es prestarle una justificación de género a muchas autoras que, simplemente, no lograron su estilo. Por razones múltiples: desde calidad a mala suerte. El mundo literario no tiene piedad. Pero esto no es patrimonio de autoras: muchos hombres, la gran mayoría, han quedado ahí también. El canon no es una máquina trituradora de todo lo que no sea white dead males: sus fuerzas son más sutiles (y por ello no pretendo decir menos infames) La prosa norteamericana y anglo en general está repleta de casos de mujeres que se han creado su estética y con ella ocupado un lugar propio desde su lenguaje: por hablar de algunas del siglo pasado hasta hoy (dejando por fuera a Woolf), pienso en Flannery O'Connor, Kate Chopin, Katherine Mansfield, Sylvia Plath,Nadime Gordimer, Arundhati Roy, Margaret Atwood, la joven Jhumpa Lahiri. Para francófonas recientes, está Amélie Nothomb.