Después de una caminata por la colina, vista panorámica de la ciudad, montañas, edifcios altos, palmeras, hibiscus, magnolias, unos árboles de una exuberancia que solo he visto antes en México: Llego al centro comercial Santa Rosa de Lima. Poca gente camina o casi nadie, pasan camionetas 4x4, brillantes, rápidas, pero yo sigo mi camino aunque desconozco el camino porque lo que se conoce ya no tiene misterio, como dice la canción de Cortés/ No soy de aquí ni doy ni allá, ni ser feliz es mi signo de identidad, tralalá, patati, patata.... Y, cuando estoy haciendo compras en el mercado, la gente me conversa amablemente, al oírme hablar, me pregunta de dónde soy: ¿Chile?? ¿Cómo, acaso tengo el acento chileno? Perú, ah, sí, y qué hace aquí? Pues vivo, y me miran asombradoas... Leo verguenza en ellos, sobre todo en las clases altas, la persona que me hablaba llevaba un bolso Prada, pero al margen, que si el país está muy golpeado, que si es muy violento, que si no se debe salir así, o asá... Y miro la cara triste de la cajera, tan vulnerable, tan segura de que en su barrio (las barriadas aquí) no hay tanto peligro, y veo la verguenza de mi interlocutora y me doy cuenta de que ese sentimiento es el que más nos identifica en América latina, verguenza de nuestra historia, de nuestro origen, de lo que somos y estamos tratando de ser.... y me da mucha tristeza... la palabra no ha circulado libre y es necesario hacer que se vuelva a moverse libremente... hay que hacerlo...
leo una biografía sobre Hugo Chávez, trato de entender lo que sucede, no veo fanatismo, veo duda, incertidumbre y vulnerabilidad...
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