Es tan difícil en estos tiempos prestar verdadera atención a lo que nos sucede, a lo que vemos, lo que oímos, saber decantar, hilvanar, situarse en el centro de los acontecimientos sin perderse, aunque haya un placer en esa pérdida. Digo esto porque la mayor parte del trabajo de escribir se hace en la soledad y en el silencio, y eso puede ser muy angustiante (casi renunciamos a la vida), pero no hay salida. Entre las lecturas, organizar un texto diario, perdemos muchas veces temas, colores, situaciones... ¿Cómo saber elegir? No lo sé, esa es la idea de contingencia, todo es tan contingente, tan frágil, que me parece un acontecimiento que las cosas vayan avanzando. Esta mañana pensé: me gusta regalar, ofrecer un libro como si me arrancase algo muy íntimo, de ahí que a veces duela un poco. ¿Masoquismo? tal vez... Julia Kristeva decía que Marcel Proust en su encierro para escribir (y sufrir) producía un goce de tipo muy primario, ligado a la infancia, y al que no podía renunciar... hay algo de goce y de tortura, no creen?
Soit...
Incluso cuando duele la espalda de tanto estar sentada... es un goce con una carga moral...
voilá pour les divagations de cette journée... ya regresaré con más contenidos...
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