Claro, en muchos días, se me han acumulado muchas cosas por decir. Primero, esa mañana entrego un texto, después de haber corrido contra el tiempo y de haber recibido el apoyo de ciertas personas queridas: alivio, pero enseguida, la sensación de que la creación, escribir, tiene poco que ver con el mundo exterior. Escucho una entrevista a mi amigo Richard Millet en France Culture, y comprendo su aflicción cuando dice que el mundo contemporáneo no espera nada, ni desea recibir nada (nadie lee, un amigo suyo, escritor, tb le dice que no le interesa leer!!) de los escritoreas. Nadie lee ni se interesa por los libros, de los interesantes, de los que exigen un mínimo de esfuerzo. Yo no respeto el canón literario ni lo defiendo, pero sé cuándo un libro es bueno o malo. Lo sé por la cantidad de vida, de fuerza individual, que encuentro en él. Todo lo que no es arriesgado no me interesa. Cualquier libro construido con compás y regla, me aburre. Es así y es una cuestión de personalidad. Lo que yo busco es una mirada que me alimente, que me ayude a aceptar lo que soy incapaz sola, y compleamente lúcida. Lo terrible es que cada vez estoy más convencida de que los libros no pueden nada contra la tristeza, la pobreza o la soledad, a lo sumo, acompañar a aquellos que los leeen, pero no cambian mucho el exterior. No impiden guerras ni trasnforman a a su lectores. Ruego que sí, como una impía creyente, pero tal vez no, y habrá que aceptarlo con humildad. Una vez, yo le hice una llamada a Claude Simon, uno de los escritores más complejos, más intensos, después de Proust, que yo he leido, y me dijo: Sabe? Estoy muy cansado, yo quisiera recibirla, pero no puedo. Estaba en Perpignan, donde vivía, y yo había lediod El tranway, y tenía un escena grabada en la cabeza: aquella del niño corriendo detrás del tranway como detrás de una imagen. Y quería conversar con él!! Comprendí su cansancio, como comprendí su irritación con los periodistas y el público. Lo despersonalizaba ese mundo ajeno, tan extraño a la creación, que es como una combustión interna, afectiva para seguir en vida.. Por eso, retirarse, no mostrarse, puede ser muy sabio y preventivo. Millet todavía quiere decir cosas en público, pero de pronto, nos podemos cansar de hablar y hablar para terminar con la frase de Flora Trristán: Hablé a los sordos.
Y hablando de Tristán, regreso a Francia por París y luego por Burdeos, donde está enterrada mi autora estudiada, en el cementerio de La chartreuse... casualidad, coincidencia?, no lo sé, pero paso 10 día sen Burdeos y estaré cerca de lo que fue su historia para liberarse de la domincación masculina y escribir sus Peregrinaciones: ella parte de esa ciudad con rumbo a Lima en el siglo XIX y regresa a morir a ese mismo lugar: cae fulminada de cansancio a los 44 años!!
Y sobre estas mujeres tempestuosas, incandescentes, tenía que decir algo sobre Catalina de Cumbres borrascosas. Es curioso que me hayan hablado de ella justo cuando volvía a ver la película que hizo Houston sobre esta novela y que le leía el otro día a Rodolfo H, el prólogo que ha escrito Serigio Pitol a la edición mexicana de esta novela. Dice Pitol: A través del amor (de Heatcliff y Catherine) ambos descubren su propia intimidad y su lugar en el mundo: La pasión que tan estrechamente los une se inicia en la infancia. Ambos, más que personajes, son concentraciones de energía, son una encarnación de esa parte inaprensible de la conciencia en que lo demoníaco, el elemento creador, la parte instintiva del alma, se conjugan en una fuerza terriblemente destructiva contra todo lo institucionalizado. (...) La relación de C y H no conoce evolución, permanece siempre en la misma etapa; no pierde su carácter infantil. Cuando C tiene que enfrentarse a ella con actitud adulta, se desinteresa completamente, se reblandece, llega a pensar de sí misma que es un ángel; no asume ninguna posición activa, sino que permite que los acontecimientos la arrastren y la conduzcan a la muerte. Heatcliff tampoco sabe que hacer con su amor; se convierte en un obseso. Del sentimiento de desafó que ambos tenían en la niñez no queda sino una actitud neurótica en ella, y en él una desesperación incapaz de encontrar un sentido a la existencia que no sea la destrucción.
Lúcido Pitol, y yo también diría que muchas veces, ante un sentimiento, quizás el único, que nos hace olvidar que estamos soloas, por una serie de relaciones que una persona, una sola, persona establece con estados primigenios (infancia sobre todo), escondidos en la memoria, por miedo, no logramos reconocerlo y estar a la altura. Esa clase de amor nos trasciende y nos confunde porque pone en peligro nuestra vida como afecto y ego. Despierta nuestros refllejos de supervivencia. Para que un amor apasionado se ennoblezca necesita que el mundo lo acompañe, que no lo agreda, y eso, es solo cuestión del azar... Un amor también nos limita y nos hace más vulnerables. Yo siempre pienso que en la vida se buscan los espacios de energía, los concéntricos, pero cuando este se encuentra cargado de una energía muy fuerte, amezanaza con estallar, sobre todo sino somos valientes y lo reconocemos a tiempo, viviéndolo con confianza. De ser una fuerza creativa, pasa a ser una fuerza destructiva que nos convierte en vegetales por esa violencia brutal que puede contener. Eso es lo terrible de amor de C y H, y es impresionante que una autora del siglo XIX (Charlotte Brönte) haya comprendido que el amor, o como se le llame, es una conjunción de fuerzas individuales que, unidas, pueden llegar a ser subversivas y destructivas si no se le puede controlar. La pasión en el amor tiene el rostro de la locura, sino es una locura que Catalina (yo prefiero ese nombre) muera y que Heatcliff se convierta en un cretino... entonces, no sé.
Otra novela que contiene ess mismos elementos, o sea, una visión del amor y de la unión nada feliz, es Bajo el Volcán. El Cónsul Fermín es un hombre adorable, pero incapaz de amar sin mezclar en ese sentimiento eros y tánatos, terminando por perder a Ivonne.... Pero, bueno, no todo es tan terrible, es una cuestión de confianza. Si confiásemos más en nosotros mismoas, en nuestra capacidad de dar, de recibir, de crear, de avanzar, el mundo sería muy distinto. Nadie es, ni actúa como un cretinoa sino tiene la autoestima por los suelos... hay algo de eso, sí... El amor, la bondad, que es su forma más refinada, siempre han transformado a las personas...