Hoy pensaba en esos famosos malentendidos que terminan con una amistad o un amor. La ruptura pública de Sartre y Camus, la de Nelson Algreem y Simone de Beauvoir, o Ezra Pound y T.S. Eliot. Hay que decir que la frustración y la cólera han hecho estragos y han roto comunicaciones interesantes. Pero es una cuestión de apuestas, pasacalianas, casi. O sea, aquellos que deciden actuar como cirujanos y amputarse un brazo o una pierna (y siempre necesitarán una muletilla), y los que comprenden que no vale la pena enemistarse con alguien, que siempre somos víctimas y victimarios al mismo tiempo (lo dijo Simone Weil, no yo)y que el que padece la cólera, es el que más sufre, porque el o la que perdona, encuentra de alguna forma el sosiego, lla benevolencia. No hay sentimiento más pequeño que el odio, que es un senitmiento nihilista y pequeño.
Llego de La Sorbonne. Me decía, estando en los corredores de la universidad que el ambiente lo dominaba una calma morosa, una cosa entre el tedio y el sopor del calor de la caleffación, inútil ahor que casi no hay invierno. No hay esa dinámica, esa vitalidad que yo siempre he imaginado y visto en las universidades, en San Marcos, por ejemplo. Y me lamentaba de que Mayo del 68 haya quedado en fojas cero. Las jerarquías estables y la iniciativa de los estudiantes neutralizada por estos rigores de la formalidad, la verdad, patéticos.
Yo entré pensando permanecer en mi registro, desobedecer esas reglas, y lo hice, ¿pero durára? Le tengo mucho temor a la castración intelectual, a perder la libertad que se necesita para pensar y escribir. Espero que el viernes, en la reunión de homenaje a un escritor estadounidense no me someta a una aburrida olímpica; el protocolo lo detesto, aborrezco de las formas.
El Colegio de Francia
El College de France es una institución gratuita, abierta a todo el mundo. Por ahí han pasado Ferdinand Saussure, Lévi-Strauss, Althuser, Magris, Lacan, todos ellos para dar conferencias al público interesado en general. Existe desde el siglo XVI... ¿No es una proeza?
Y ahora, a desobedecer, viva la desobediencia!
Llego de La Sorbonne. Me decía, estando en los corredores de la universidad que el ambiente lo dominaba una calma morosa, una cosa entre el tedio y el sopor del calor de la caleffación, inútil ahor que casi no hay invierno. No hay esa dinámica, esa vitalidad que yo siempre he imaginado y visto en las universidades, en San Marcos, por ejemplo. Y me lamentaba de que Mayo del 68 haya quedado en fojas cero. Las jerarquías estables y la iniciativa de los estudiantes neutralizada por estos rigores de la formalidad, la verdad, patéticos.
Yo entré pensando permanecer en mi registro, desobedecer esas reglas, y lo hice, ¿pero durára? Le tengo mucho temor a la castración intelectual, a perder la libertad que se necesita para pensar y escribir. Espero que el viernes, en la reunión de homenaje a un escritor estadounidense no me someta a una aburrida olímpica; el protocolo lo detesto, aborrezco de las formas.
El Colegio de Francia
El College de France es una institución gratuita, abierta a todo el mundo. Por ahí han pasado Ferdinand Saussure, Lévi-Strauss, Althuser, Magris, Lacan, todos ellos para dar conferencias al público interesado en general. Existe desde el siglo XVI... ¿No es una proeza?
Y ahora, a desobedecer, viva la desobediencia!
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