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mardi, août 08, 2006



Llego a París, con la novedad de la ciudad que de nuevo se encuentra con sus formas, sus ruidos, su gente, su soledad de agosto. Una experiencia siempre borra a otra y se impone. Siempre he pensado que la forma como nos colocamos en una situación nos permite ver distintas cosas. Conversación con mi amigo escritor, RM, quien desespera porque no sabe cómo recomponerse de una doble ruptura. No logro compartir su malestar. Para mí, esa forma de ver la vida, reprochándole su falta de generosidad, no es si no una carencia de la propia persona que es incapaz de ver lo que ella le da. ¿Es quizás la situación, la suya, la que no le permite ver? No lo sé, quizás sea esa impermeabilidad de la que siempre hablo, si estamos abiertos, siempre suceden cosas en el interior. Los otros nos interpelan, nos nutren, nos dan. Cuando todo está definido de una forma rígida, nada sucede porque la vida es movimiento y nada encaja en lo que tenemos en la cabeza, por eso, dejar que la vida transpire sus humores, que nos lleve. Pongo un texto, no un poema, porque no aspiro a ser poética, sino un texto, una huella.
He caminado tanto, he pensado tanto en encontrarlo
Que no me queda casi nada
Y sin embargo me queda todo
La mano que se mueve, la cabeza hundida, el gesto
O el caminante solitario por la calle
Y las ganas de continuar mirando,
Con todas la ganas
La vida que se escapa
La ilusión que se hace realidad
Y se desvanece
Y yo que escribo para recorrerme

1 commentaire:

Anonyme a dit…

El placer de leerte reconcilia con la vida. La pensativa lentitud de tus palabras eriza la piel y hace sentir que todavía hay seres humanos en este mundo.
FVU (Caborca-Colombia)