Pages

samedi, août 12, 2006

Ayer, en la biblioteca de La Sorbona, un local relamente suntuoso al que todo el mundo se ha acostumbrado porque siempre me inspira cierta sorpresa y magia, es curioso, la belleza, siempre termina por aburrir si es que no hay contraste. Entonces, mientra shacía tiempo y esperaba por los libros de Simone Weil, me puse a hurgar en la colección de La pléiade y tomé el tomo de las obras de juventud de Gustave Flaubert. Leí de un tirón Las memorias de un loco, porque me llamó la atención el título. Creo que Flaubert, por el rigor, por su obsesión, por su encierro, por su terca soledad, ha sido uno de los pocos escritores que ha dejado una obra completa, una de las más arriesgadas, una de las más hermosas, por eso Flaubert es Flaubert. No basta con tener talento, es también una posición de riesgo, de exigencia. Traduzco unos fragmentos, los que me han marcado. Luego también traduzco fragmentos del Cuaderno de Marsella, de Simone Weil. Saber que no existen en español me dan ganas de traducirlos por completo porque son de una belleza impresionante. Simone Weil, como Walter Benjamin, pasó una temporada en Marsella trabjando como obrera. Ahí empezó una mistad con un religioso que marcó mucho su visión sobre el cristianismo, luego escribiría sus libros críticos sobre Marx y su Carta a un religioso. Al lado de estos textos, sientes tu verdadera pequeñez, la simpleza de tu trabajo, pero también reconoces la necesidad para ti misma.

Ahí va (dedicatoria previa de Flaubert):

En esta época en que se acostumbra hacerse regalos, en la que nos damos oro y cerramos manos, yo doy mis pensamientos, ¡miserable regalo! Son para ti con todo mi corazón.


Sí, una vez más, para qué sirve, me pregunto, un libro, que no es ni instructivo ni divertido, ni matemático, ni filosófico ni agricultural ni elegíaco, un hombre que no da ninguna receta para las ovejas y los piojos, que no habla de los trenes, ni de la bolsa ni de arrepentimientos del corazón humano ni de los hábitos del medioevo, ni de Dios ni del diablo, pero que habla de un loco, es decir, el mundo, ese gran idiota que da vueltas desde hace tantos siglos en el espacio sin dar un paso, y que grita y que bavea y que se destroza el mismo.

Mémorires d’un fou, Gve Flaubert. La pléiade, Gallimard.

Nunca he deseado una vida organizada, con horas fijas, una existencia de relojero donde el pensamiento se detiene con la campana, donde todo está anotado con anticipación para los siglos que vienen y para las generaciones. Esta regularidad conviene sin duda a la mayoría, pero al pobre niño que se nutrió de poesía, de sueños y quimeras, que piensa en el amor, es despertarlo sin tregua de su sueño sublime, es no dejarle un instante de reposo, es asfixiarlo en una atmósfera materialista... (no entiendo mi letra! Salta una frase) en la cual siente horror y hastío.

(Ibidem)

Cahiers de Marseille, Simone Weil

El sufrimiento como castigo, no es más que una imagen. Que el sufrimiento sea un mal, nada nos obliga a admitirlo.

El sufrimiento no es suficiente, es necesario un sufrimiento sin consuelo.

En en orden de la inteligencia, la humildad no es otra cosa que la atención de una manera general, la humildad es amor sin pensar en recuperar nada


La clave de la espiritualidad en las diversas ocupaciones temprales, es la humildad.

La humildad es el conocimiento que hacemos de los que es humano, y en el fondo, como criatura humana. La inteligencia juega una buena parte. Hay que concebir lo universal.


Y esta frase, muestra lo que suele suceder con ciertas personas: En la relación con Boris. He tocado el frío mortal del aburrimiento vegetativo que rozamos raramente.

Hasta ahí las traducciones. Me gusta mucho copiar fragmentos y luego traducirlos, si pudiese hacerlo en otros idiomas me encantaría.

1 commentaire:

XIGGIX a dit…

siempre me digo q me place mas observar al artista en su proceso creativo, q la obra misma, acabada, lista para ser juzgada segun patrones esteticos. yo te confieso q no he leido hasta ahora ningun libro tuyo. pero cuando leo tu diario, me basta. esa cotidianidad de la q te nutres, y q de una u otra manera ira moldeando las palabras y oraciones q se acomodaran entre las paginas de alguna nueva obra; aunque se diga q las historias q cuentan los escritores no tienen nada q ver con su propia vida, siempre existira esa patina q la impregna aun sin desearlo