Cuando cae la lluvia, me entran ganas de escuchar "fados", es la música que mejor le va a ese tipo de clima medio melancólico... De pronto, me gusta dorlotear sobre una cama imaginando paisajes, mirando la lluvia y conversando...
Algunas personas conversan en la sala y me agrada sentir la calidez de sus voces. Es ese espesor de la vida que siempre me seduce, la presencia de los "otros".
jeudi, août 31, 2006
mardi, août 29, 2006
México, Méjico
Hacer días que no logro organizar lo que veo en México, primero, el D.F. Plaza Garibaldi a las once de la noche. Una sensación de feria, de juerga general. Los grupos de Mariachis, en pequeños pelotones en las esquinas, cantan, ofrecen canciones a parejas mejicanas que beben, casi siempre un hombre que le ofrece una ranchera a una mujer. Algo de anacrónico hay en todo eso, parece una plaza de provincia, acabamos de atravesar avenidas modernísimas y sin embargo, este espectáculo, parece haberse quedado inmovilizado en el tiempo. Luego, incursión a un lugar donde se toca salsa, Marambo, en la colonia La condesa (aquí no se llaman barrios, sino colonias). Otro ambiente, muy distinto de los que he visto en Lima, en Caracas, incluso en París. Hay una distancia con esa música, y un desfase. La amabilidad de los mexicanos es impresionante, pero también son reservados, con esa desconfianza que existe también en la gente de los andes, en Perú. No se establece una comunicación fluida ni espontánea, es formal. A veces, cuando intento hacer una broma, se me mira con mala cara, sobre todo, las que juegan con las palabras. El domingo, paseamos el perro de mario Bellatín, Perezvon, por el parque México. La historia de su nombre, me contaba con ilusión, pertenece a la novela de Dostoiesvki, Los hermanos karamazov. Alguien regala este perrito a un niño que está muy enfermo. Perezvon quiere decir en ruso campana, osea la alegría, la algarabía. El Perezvon de Bellatín es un perrito precioso, no recuerdo la raza., pero es blanco y negro, con las orejitas y el hocico largo.
Ahora estoy en Guadalajara, en casa de mi amiga Cristina, a unos pasos de donde se hace la Feria del libro... Anoche, una visión impresionante en una cantina del centro de la ciudad: un grupo de hombres hizo danzar a un cojo sobre una mesa, luego se negaron a bajarlo y a mí me pareció cruel. Los borrachos a veces pueden ser crueles. Una botella de tequila brillaba sobre la mesa.
Indagaciones sobre Elena Garro, una de las esposas de Octavio Paz. Me recomiendan que lea dos novelas suyas que aún no he buscado. El Fondo de Cultura Económica acaba de abrir una super librería en La Condesa, La Rosario Castellanos (sus ojos nos miran des uno delos muros). La librería es de una arquitectura blanca, perfecta. Hay sillones comodísimos para ponerse a leer sobre ellos. Cogí uno de los tomos de la obra completa de Octavio Paz (en oferta) y caí en una entrevista en la que hablaba de Góngora y Quevedo: En esa época los problemas con el lenguaje no eran los mismos, nadie se ponía en duda su linearidad, ni sus límites. Si Góngora se divertía escribiendo en un lenguaje críptico era a manera de un ejercicio de estilo, en cambio, ahora, sería una especie de imposiblidad, de impase metafísico, digamos. Era, resumiendo, la respuesta que dio y que no puedo citar porque no la tengo a la mano. Cuando Paz utiliza la frase del conde de Lautréamont, La poesía será hecha por todos, es porque todos hemos aprendido a escribir y podemos, cada vez más escribir mejor, pero eso no hará de todos los que escriben escritores ni artistas, simplemente que en esta época nuestras relaciones con el lenguaje son menos ingenuas, más desconfiadas y desesperadas...
Sigo con Anaís Nin. No da ganas de terminar su diario lleno de luces, de paseos por el interior de una persona de una lucidez extraordinaria. Creo que hay pocos testimonios como los de ella. Hay que leerla. Su análisis sobre Proust, sobre Miller, su relación con el peruano Rango, con Juna Barnes, para citra algunas, son realmente interesantes....
Ahora estoy en Guadalajara, en casa de mi amiga Cristina, a unos pasos de donde se hace la Feria del libro... Anoche, una visión impresionante en una cantina del centro de la ciudad: un grupo de hombres hizo danzar a un cojo sobre una mesa, luego se negaron a bajarlo y a mí me pareció cruel. Los borrachos a veces pueden ser crueles. Una botella de tequila brillaba sobre la mesa.
Indagaciones sobre Elena Garro, una de las esposas de Octavio Paz. Me recomiendan que lea dos novelas suyas que aún no he buscado. El Fondo de Cultura Económica acaba de abrir una super librería en La Condesa, La Rosario Castellanos (sus ojos nos miran des uno delos muros). La librería es de una arquitectura blanca, perfecta. Hay sillones comodísimos para ponerse a leer sobre ellos. Cogí uno de los tomos de la obra completa de Octavio Paz (en oferta) y caí en una entrevista en la que hablaba de Góngora y Quevedo: En esa época los problemas con el lenguaje no eran los mismos, nadie se ponía en duda su linearidad, ni sus límites. Si Góngora se divertía escribiendo en un lenguaje críptico era a manera de un ejercicio de estilo, en cambio, ahora, sería una especie de imposiblidad, de impase metafísico, digamos. Era, resumiendo, la respuesta que dio y que no puedo citar porque no la tengo a la mano. Cuando Paz utiliza la frase del conde de Lautréamont, La poesía será hecha por todos, es porque todos hemos aprendido a escribir y podemos, cada vez más escribir mejor, pero eso no hará de todos los que escriben escritores ni artistas, simplemente que en esta época nuestras relaciones con el lenguaje son menos ingenuas, más desconfiadas y desesperadas...
Sigo con Anaís Nin. No da ganas de terminar su diario lleno de luces, de paseos por el interior de una persona de una lucidez extraordinaria. Creo que hay pocos testimonios como los de ella. Hay que leerla. Su análisis sobre Proust, sobre Miller, su relación con el peruano Rango, con Juna Barnes, para citra algunas, son realmente interesantes....
jeudi, août 24, 2006
Deseo
Qué extraño y arbitrario es el deseo frente al que solo podemos bajar la cabeza demostrando un gesto de humildad. ¿Por qué no renunciar al deseo? Porque el deseo es la vida, es su esencia y es también su prisión cuando no es satisfecho, cuando no se le puede sublimar y hacer de él algo creativo. Tal vez haya dos vías para dominarlo: una especie de beatitud, de exaltación mística…
O la libertad.
Creo que después de cada rebelión contra el deseo, de querer dominarlo, crisis en las que tocaba fondo, he aprendido a aceptar que la vida no puede ser esperanza ni creencia, si no creación. Por eso, el deseo, el motor, no desespera, se mueve, crea, encuentra su forma.
Luego, la pregunta ¿cuál es la diferencia entre el deseo y el amor? No la sé, a lo mejor es una forma de amar, esa palabrita que me inspira desconfianza porque contiene todos los prejuicios de la época, porque desear tiene sus exigencias, estéticas, morales e intelectuales, es decir, que tiene que ver profundamente con nosotros mismos, con nuestro interior y con nuestra necesidad de compartir, de dar. Un día una persona que me quería me dijo, amar es un don, en el sentido cristiano de la palabra. Creo que es lo más inteligente que he oído sobre el amor. Como es deseo no se le contiene, no se le obliga, es una energía que crea espacios propios, íntimos, tiene que ver con la vida y también con la muerte. Es su verso y reverso. En fin, a veces el deseo nos lleva a ver nuestros límites, en el caso de las mujeres, de nuestro cuerpo, es algo que siempre me ha intrigado, pero me gustaría leer algo de Spinoza para recordar lo que decía sobre este tema y volver a hablar un poco. Sera sera…
Foto: psique y amor.
mercredi, août 23, 2006
Cuelgo algunos fragmentos del diario de Anais Nin. Hoy ha cae una lluvia espectacular en México D.F., con rayos y truenos.
Diario de Anais Nin, fragmentos (1947-1955)
Para mí, Acapulco es la cura de desintoxicación para todos los males de la ciudad: ambición, vanidad, búsqueda del éxito y del dinero, la continua y contagiosa presencia de individuos obsesionados con el poder, que desean ser célebres y estar en primer plano, hacerse remarcar, como sin la vida en medio de una multitud diese una enfermedad incurable, aquella de desear penetrar, estar por encima de la masa, hacerse un nombre, existir en medio de una masa de hormigas y de ovejas. Esto se explica por la presencia de millones de rostros anónimos, personas anónimas, y del deseo de distinguirse cueste lo que cueste.
El artista y el escritor han pagado generalmente, a precio justo, su independencia y el privilegio de hacer un trabajo que aman, igual que sus rebeliones artísticas contra una vida de valores estandarizados.
Deberíamos proteger a los escritores de minorías porque son los investigadores de la literatura. La mantienen viva. Se ha puesto muy de moda tratar de persuadir a los escritores para que vuelvan a los caminos trazados, en contra, al mismo tiempo, del escritor y de un público que no está preparado.
Es un síntoma de gran inseguridad interior ser hostil a lo que no nos es familiar y negarse a explorar.
Madrugada
Y la lluvia sigue, osea que el ruido me ha despertado. Solo ahora me vienen imágenes claras de la visita a la casa de Frida Khalo en Coyoacán. Yo no sentí ninguna presencia dentro de ella, como si fuese una casa organizada para ser expuesta. Objetos e utensilios ordenados por una mano calculadora... Me quedé sin ver la casa de León Trosky porque estaba a demasiada distancia (cada vez que preguntábamos algo nos decían que faltaban varias cuadras...). Me doy cuenta de la dimensión de la ciudad, la noción de distancia distinta incluso a la de Lima y, nada que ver con París, donde todo es pequeño.
Al regreso, visión del metro impresionante: un andén lleno de mujeres, cientos de mujeres esperando el tren. Esto sucede porque a partir de las cinco de la tarde se separaran a las mujeres de los hombres (sic!), machismo mexicano dixit... Saliendo del metro un cielo negrísimo amenazaba con lluvia y es lo que ha sucedido. Salvo intermetencias de sol y calor húmedo, no ha dejado de llover. Coyoacán me decepcionó un poco, me gustó más San Angel, con más carácter, menos austero. La plaza Hidalgo, que recordaba alegre, no la sentí igual sino cargada de una malla de opacidad, un poco gastada... el barrio respiraba un tempo aburrido, lento. De regreso al barrio donde me alojo, La condesa, se encuentra mucho más movimiento, los cafés y los restaurantes me parecen mucho más animados. Además hay más extranjeros, lo que le da una apariencia contemporánea.
foto: Anais Nin
mardi, août 22, 2006
México City
Acabo de llegar a México D.F por unos días. Estuve aquí en el año 1996 y no recordaba una ciudad tan grande ni tan exuberante. Para empezar, desde el avión, durante el aterrizaje, se tiene la impresión de que la ciudad no se acaba nunca, es realmente impresionante. Estoy leyendo el diario de Anais Nin, el volumen donde habla justamente de su viaje a México, dice que la vida es tan palpitante aquí que casi no necesitaba escribir, tal vez eso sucede cuando se llega a un lugar y es necesario posarse, sentirse sobre sus pies y poder observar… sucede que en México hay cosas que me acercan a Lima, y sin embargo es tan diferente. Las calles están más o menos diseñadas con la misma estética, amplias, lineales, los semáforos son los mismos que en Lima, la vegetación también, palmeras (aunque estamos a más de 2000m de altura), acacias, jacarandás, cucardas, etc…pero no hay el océano, es la montaña y tiene más una ire a sierra. Ahora, el clima está de otoño, calor por la mañana y luego lluvia por las tardes… esas son las primeras impresiones. Comentaré los fragmentos del diario de Anais Nin que más me han impresionado. Es realmente delicioso leerlo. Por ahora es como un cordón umbilical con el mundo. Lamento no haberlo leído antes porque es realmente un hallazgo. Por ahora transcribo uno que me ha gustado:
Conflicto entre mi yo femenino, que desea vivir en un mundo gobernado por el hombre, quiero decir, en armonía con ellos y la creadora en mí de un universo personal y a un ritmo particular que no puedo compartir con nadie.
Solo remarco que Anais Nin tuvo una relación muy intensa con su padre (las páginas que le dedica en su diario son conmovedoras), y con dos hombres más: Henry Miller y el peruano, Rango.
vendredi, août 18, 2006
Albert Camus
Al parecer, el libro que ha leído Georges Bush durante sus vacaciones es El extranjero, de Albert Camus. La diferencia entre Albert Camus y Jean Paul Sartre es que Camus creía en la verdad, su visión del ser humano era más bien mística o mantenía una marca. En el caso de Sartre, el existencialismo no busca la verdad, renuncia porque conoce la trampa: no hay verdad, sino verdades, o convicciones pasajeras. La moral de Camus, una filosofía de la rebelión “la révolte del Homme revolté”, se centra sobre la valentía, el arrojo, la fuerza prometeica del hombre. Es justamente Merseault, el personaje de El extranjero, quien representa lo que más aterra a Camus: la ausencia de consciencia, estar ausente de sí mismo, como si no habitásemos nuestro cuerpo (esto también es una forma de alienación con las ideas en los sentimientos en la que el sujeto no puede hacer abtracción de su propia condición). Me digo que toda filosofía que busca trascender termina siendo moralista. Es una contradicción: estar sin ataduras y al mismo tiempo buscar estar presente ante nuestro interior. Es un trabajo diario, nada fácil, una especie de ascésis del pesnamiento. La mayoría de nosotros no podemos abarcar la totalidad de la experiencia, es por eso que la filosofía estoica habla de una cierta humildad. O la filosofía china en la que la sabiduría no se empeña en demostrar si no en aceptar. La vida como una larga trayectoria en la que tenemos que aceptar nuestra insignificancia, nuestros límites en la comprensión y nuestra necesidad de trascendencia. ¿Ahora, en pleno siglo XXI, Camus, sigue estando vigente? Creo que sí, por haber apostado por una cierta humanidad, tal vez vivir pese a la incertidumbre y a nuestros miedos, sea nuestro rasgo más humano. La contingencia de nuestras vidas nos dice día a día que cada experiencia cuenta, que, depende de nuestra capacidad para integrarla, para hacerla nuestra y saber tomar de ella lo mejor lo que hará que encontremos un cierto bienestar.
Esta mañana, en la radio, mientras llueve y llueve en París, la voz de Camus suena en la radio. Se habla de las lecturas de juventud: André Gide, Dostoievski (hizo una adaptación al teatro de Los poseídos), Esquilo, Nietszche. Camus se recitaba fragmentos de Así hablaba Zaratrusta con sus amigos... voz con acento argelino, serena, un poco graciosa.
mercredi, août 16, 2006
Rilke y Lou Andréas Salomé
Hoy, leyendo el diario de André Gide, me doy cuenta de que también andaba a la busca de "alimentos" espirituales, una frase, una imagen que lo hiciera vibrar. Dice el prefacio al segundo volumen de su diario en la edicion canónica de La Pléiade: Solo un gran fervor intelectual triunfa sobre el cansancio y el debilitamiento físico... Mas adelante (no tengo todos los acentos en este teclado en francés pero los pondré) Gide pone tanto fervor para subir una cuesta como pra copiar una frase o leer...
Luego lei un poco la biografía que le dedica Stéphane Michaud sobre Lou Andréas Salomé(también es especialista de Flora Tristán), habla de ella como una escritora apasionada, brillante, vital. No solo integro la idea de Nietszche de que toda experiencia, dolorosa como feliz, era la reinvidicacion de la vida, si no que vivió siempre segun sus ideas, en acuerdo con ellas, curiosa y de una bondad singular hasta el final. Encuentro el fragmento de una carta que le dirige Rainier Maria Rilke cuando son amantes. Ella tiene 38 años y el 24: Esta vez queria ser rico, generoso, el huésped, el dueño; y tu debías ser guiada por mi amor y mis cuidados, venir hacia mí y gozar de una fastuosa hospitalidad. Y he aqui que me encuentro de nuevo frente a ti como el mas miserable de los mendigos, en el exterior de tu ser que reposa sobre grandes y sólidas columnas. Vestir de fiesta mis frases habituales no servía de nada. Me sentía constantemente ridículo en mi mascarada y el deseo de esconderme en las profundidades de la nada crecia oscuramente en mi. No sentía si no verguenza y confusión. Cada nuevo encuentro me humillaba, lo entiendes? Sin cesar me decía: No puedo darle nada, absolutamente nada; mi oro se convertía en carbón cuando te lo extendía y me agotaba en esa operación. Yo no quería estar pegado a ti, debías poder apoyarte en mí cuando estuvieras cansada. No quería sentir tus consuelos, en cambio sentirme en capacidad de consolarte en caso de necesidad.
foto: Lou, Rilke (con bigotes, y su esposo, Andréas)
lundi, août 14, 2006
Ete viaje inesperado a Marsella ha resultado casi una sorpresa: redescubrir el barrio de Le Pannier (barrio árabe) de esta ciudad, una especie de Casbah en Francia, porque Marsella es particularmente nada occidental y no tiene nada que ver con el resto de las ciudades de Francia. A mi llegada comimos en la terraza de mi amiga Marlène mirando la ciudad iluminada de noche, el Fuerte de Saint Jean, la Prefectura, La isla de If (de la novela El conde de Montecristo, de Dumas), La iglesia de Nôtre dame de la garde... el cielo estaba impecable, limpiado por el viento de Mistral que sopla constantemente, se oían frases en árabe de gente (en su mayoría hombres), que caminan por la calle. Ayer por la mañana fuimos a bañarnos a La estaca, puerto que está al pie de una montaña, no es la que yo pensaba, La de Saint Victoire, sino otra, de la que no recuerdo el nombre. ¡El agua estaba a 14 grados! Osea, que no metí un pie en ella, ni hablar... Por la tarde llegó una amiga suya, Pascal, desde Córcega. Persona interesante, sobria, reservada pero muy sensible y observadora. Con ella emprendimos un paseo a una de las calas de Marsella. Yo recordaba M intentando convencerme para hacer ese paseo, al que me negaba argumentando que sería agotador para llegar a un sitio lleno de turistas. Y, sorpresa, sucede que empezamos a caminar por las montañas de Marsella que son calcáreas, muy blancas, regadas de pinos enanos, coníferos, y arbustos de todo tipo, olores a romero y lavanda... Y subimos y bajamos colinas con el mar y unas islas frente a nosotras, el paisaje es estupendo. También se puede ver parte de la muralla en donde se encuentra Cassis, el Cabo Canalla, que es un contrafuerte de piedra roja. Allí pasó una temporada Virginia Woolf, tratando de escribir. Empezamos a cantar, la Internacional (sic), La marsellesa. Pascal nos cuenta que su guía había sido un hombre de 82 años que le explicaba cómo los de la Resistencia se escondían en las calas almacenando víveres en alguna cuevas: nos muestra la cueva: aquí se guardaban alimentos. Seguimos, hasta descender por un pequeño jardín, casi un paraíso.... lástima que X no esté, me hubiese gustado que lo viera... Pasemos. Bajamos y nos encontramos con unas cuantas casas. Hay gente tomando en la terraza, hay una playa y unos cuantos botes. Allí bebemos algo, seguimos conversando. Y luego, como a las 8 de la noche, decidimos regresar a la ciudad. Camino, esta vez, por el borde del mar. Nunca he visto una luz más pura y limpia. Las piedras brillaban blancas, casi doradas y el mar estaba sereno. Unos barcos silenciosos salían del puerto con dirección a Córcega o tal vez Alger. Ganas de estar en uno de ellos y recuerdos del diario de André Gide, cuando se enrola, sin pensarlo mucho, para Argelia, así, con 80 años. De ahí la idea de escribir este textito como diario, directamente. Regresando a Marsella, nos detenemos en un pueblito que se llama Les Goudes, allí encontramos un restaurante realmente bueno y barato. Ellas piden pulpitos fritos y tallarines frutti di mare, yo, una pizza a la leña con figattelli (un embutido de Córcega)... Estamos frente al mar, se ve la bahía de La estaca iluminada. Creo que eso es estar en armonía, poder hablar de las cosas que nos interesan frente a un plato de comida y una bebida, tan fácil, sí, tan fácil. Pienso en las frases transcritas de Simone Weil. Una forma de humildad es aceptar también el placer.
samedi, août 12, 2006
Ayer, en la biblioteca de La Sorbona, un local relamente suntuoso al que todo el mundo se ha acostumbrado porque siempre me inspira cierta sorpresa y magia, es curioso, la belleza, siempre termina por aburrir si es que no hay contraste. Entonces, mientra shacía tiempo y esperaba por los libros de Simone Weil, me puse a hurgar en la colección de La pléiade y tomé el tomo de las obras de juventud de Gustave Flaubert. Leí de un tirón Las memorias de un loco, porque me llamó la atención el título. Creo que Flaubert, por el rigor, por su obsesión, por su encierro, por su terca soledad, ha sido uno de los pocos escritores que ha dejado una obra completa, una de las más arriesgadas, una de las más hermosas, por eso Flaubert es Flaubert. No basta con tener talento, es también una posición de riesgo, de exigencia. Traduzco unos fragmentos, los que me han marcado. Luego también traduzco fragmentos del Cuaderno de Marsella, de Simone Weil. Saber que no existen en español me dan ganas de traducirlos por completo porque son de una belleza impresionante. Simone Weil, como Walter Benjamin, pasó una temporada en Marsella trabjando como obrera. Ahí empezó una mistad con un religioso que marcó mucho su visión sobre el cristianismo, luego escribiría sus libros críticos sobre Marx y su Carta a un religioso. Al lado de estos textos, sientes tu verdadera pequeñez, la simpleza de tu trabajo, pero también reconoces la necesidad para ti misma.
Ahí va (dedicatoria previa de Flaubert):
En esta época en que se acostumbra hacerse regalos, en la que nos damos oro y cerramos manos, yo doy mis pensamientos, ¡miserable regalo! Son para ti con todo mi corazón.
Sí, una vez más, para qué sirve, me pregunto, un libro, que no es ni instructivo ni divertido, ni matemático, ni filosófico ni agricultural ni elegíaco, un hombre que no da ninguna receta para las ovejas y los piojos, que no habla de los trenes, ni de la bolsa ni de arrepentimientos del corazón humano ni de los hábitos del medioevo, ni de Dios ni del diablo, pero que habla de un loco, es decir, el mundo, ese gran idiota que da vueltas desde hace tantos siglos en el espacio sin dar un paso, y que grita y que bavea y que se destroza el mismo.
Mémorires d’un fou, Gve Flaubert. La pléiade, Gallimard.
Nunca he deseado una vida organizada, con horas fijas, una existencia de relojero donde el pensamiento se detiene con la campana, donde todo está anotado con anticipación para los siglos que vienen y para las generaciones. Esta regularidad conviene sin duda a la mayoría, pero al pobre niño que se nutrió de poesía, de sueños y quimeras, que piensa en el amor, es despertarlo sin tregua de su sueño sublime, es no dejarle un instante de reposo, es asfixiarlo en una atmósfera materialista... (no entiendo mi letra! Salta una frase) en la cual siente horror y hastío.
(Ibidem)
Cahiers de Marseille, Simone Weil
El sufrimiento como castigo, no es más que una imagen. Que el sufrimiento sea un mal, nada nos obliga a admitirlo.
El sufrimiento no es suficiente, es necesario un sufrimiento sin consuelo.
En en orden de la inteligencia, la humildad no es otra cosa que la atención de una manera general, la humildad es amor sin pensar en recuperar nada
La clave de la espiritualidad en las diversas ocupaciones temprales, es la humildad.
La humildad es el conocimiento que hacemos de los que es humano, y en el fondo, como criatura humana. La inteligencia juega una buena parte. Hay que concebir lo universal.
Y esta frase, muestra lo que suele suceder con ciertas personas: En la relación con Boris. He tocado el frío mortal del aburrimiento vegetativo que rozamos raramente.
Hasta ahí las traducciones. Me gusta mucho copiar fragmentos y luego traducirlos, si pudiese hacerlo en otros idiomas me encantaría.
Ahí va (dedicatoria previa de Flaubert):
En esta época en que se acostumbra hacerse regalos, en la que nos damos oro y cerramos manos, yo doy mis pensamientos, ¡miserable regalo! Son para ti con todo mi corazón.
Sí, una vez más, para qué sirve, me pregunto, un libro, que no es ni instructivo ni divertido, ni matemático, ni filosófico ni agricultural ni elegíaco, un hombre que no da ninguna receta para las ovejas y los piojos, que no habla de los trenes, ni de la bolsa ni de arrepentimientos del corazón humano ni de los hábitos del medioevo, ni de Dios ni del diablo, pero que habla de un loco, es decir, el mundo, ese gran idiota que da vueltas desde hace tantos siglos en el espacio sin dar un paso, y que grita y que bavea y que se destroza el mismo.
Mémorires d’un fou, Gve Flaubert. La pléiade, Gallimard.
Nunca he deseado una vida organizada, con horas fijas, una existencia de relojero donde el pensamiento se detiene con la campana, donde todo está anotado con anticipación para los siglos que vienen y para las generaciones. Esta regularidad conviene sin duda a la mayoría, pero al pobre niño que se nutrió de poesía, de sueños y quimeras, que piensa en el amor, es despertarlo sin tregua de su sueño sublime, es no dejarle un instante de reposo, es asfixiarlo en una atmósfera materialista... (no entiendo mi letra! Salta una frase) en la cual siente horror y hastío.
(Ibidem)
Cahiers de Marseille, Simone Weil
El sufrimiento como castigo, no es más que una imagen. Que el sufrimiento sea un mal, nada nos obliga a admitirlo.
El sufrimiento no es suficiente, es necesario un sufrimiento sin consuelo.
En en orden de la inteligencia, la humildad no es otra cosa que la atención de una manera general, la humildad es amor sin pensar en recuperar nada
La clave de la espiritualidad en las diversas ocupaciones temprales, es la humildad.
La humildad es el conocimiento que hacemos de los que es humano, y en el fondo, como criatura humana. La inteligencia juega una buena parte. Hay que concebir lo universal.
Y esta frase, muestra lo que suele suceder con ciertas personas: En la relación con Boris. He tocado el frío mortal del aburrimiento vegetativo que rozamos raramente.
Hasta ahí las traducciones. Me gusta mucho copiar fragmentos y luego traducirlos, si pudiese hacerlo en otros idiomas me encantaría.
vendredi, août 11, 2006
Los débiles y los fuertes
Hay imágenes que marcan, aquella de dos niños que tratan de huir de sus perseguidores y en la que solo uno se salva: el que corre más rápido. En la vida sucede algo así, no perdedores ni ganadores porque el ganar es una convención que puede ser desmontada fácilmente, pero sí fuertes y débiles. Los que se suponen débiles son los más sensibles, los que no han aprendido las leyes sociales de la supervivencia y viven a partir de un saber interno e intuitivo. Los supuestos débiles son los que más sufren, pero también los bienaventurados porque son los que sienten con más intensidad. Entonces hay que revertir los valores, los fuertes son los que ha aprendido a sobrevivir sin dañarse, sin rasgarse, y sin embargo, pasan sin ver muchas cosas. El fuerte es solipcista, impermeable, el débil es poroso, todo lo impregna. Y siempre quiere dar, desea, anhela dar afecto y, como no puede prescindir de los demás, acepta las reglas del juego... es cuando los fuertes le pueden pisar la cabeza. Pero el supuesto débil asume también la responsabilidad del acto del otro, no lo abandona, lo acoge. Así los que se supone que son los débiles son los que nos dan lecciones de vida, son los que nos enseñan a amar sin esperar nada. Al final de cuentas solo se quiere y se desea (afirmación snsualista de la vida), lo demás es superstición, creencia.
Con Millet hemos mirado los precios para ir a Sils María, en Suiza, el lugar preferido de Nietszche. Pero los precios eran alucinantes: 200 euros como minimo por una habitación. Así que el sueño de ver este lugar en la montaña de los Alpes europeos terminó por ser solo un sueño. En fin, algún día pasaré por Sils María. Sin pensarlo, un día estaba a dos pasos de Torino y terminé viendo el lugar donde Nietszche pasaba ciertos veranos, la casa, la plaza, los pasajes de Torino... preciosos.
Ahora que me paseo por un Paris medio desierto, es delicioso sentir a la ciudad solitaria... Paso por la libreria La compagnie, El Balzar (lugar frecuentado por Bachelard, Derrida) y mas alla del fetichismo , que no es mi nota musical, es que esta todo ahi, ahi. En la libreria La compagnie encuentro una edicion completa, en Quarto, Gallimard, de Simone Weil. Estan sus escritos desde Marseille, y la Carta a un religioso, que adoro. Bueno, me dirijo a la biblioteca de La Sorbonne que esta como nunca, en calma, y ahi leeré a mi Simone Weil. El sabado pensaré en ella en Marseille...
mardi, août 08, 2006
encore Paris
Se supone que en agosto París está vacío, no hay nadie, se dice, pero Nadie, significa un montón de gente. París hierve de gente, de todos los que no han podido partir, es decir, en su mayoría extranjeros, o hijos de extranjeros, y de los que vienen de visita, los turistas. Ahora caminaba primero por la calle Rue du Bac, cerca de Gallimard, calle burguesa y por eso, vacía. Luego por Chatelet que estaba a punto de estallar y espantaba a mi amigo Millet cráneo rapado, seguro de que subirá (mañana o pasado) a un avión con rumbo al Líbano, donde le esperan unos amigos y donde debe seguir escribiendo otro libro.
Luego, el Boulevard de la Chapelle, rebozante. Oigo hablar Indi, Àrabe, Mandarín, Senegalés, realmente voluptuoso. Los jóvenes árabes me guiñan un ojo, y tampoco es que me moleste (mmmm). Ahora, en el departamento de mi amiga Grecia, veo la ventana de un edificio abierta, golpeada por una cortina blanca mientras el cielo de París no deja de moverse, como en tridimensional (recuerdo que la primera vez, me dio vértigo mirarlo). Esta tarde he percibido en el metro el mismo espesor, el mismo misterio, esa emoción cálida que me inspiraban observar la vida de los otros cuando era pequeña. Ahora, este agosto tiene algo de ese espesor(creo que vi la muñeca de alguna mujer con unas pulseras que me causaban ilusión cuando era niña, eran de plata y de oro y tenían chispitas), ese significado múltiple que en mi evocación se despliega en escenas que nunca he visto pero que imagino afectivamente próximas. Imaginar la vida de todas esas personas es realmente algo con mucho valor afectivo, sentir esas ganas de observar, imaginar y soñar con sus vidas. Es como cuando vemos una película de Truffaut, Godard, o Jacques Tati y nos dejamos impregnar por su atmósfera. París tiene eso. Por su densidad humana, por su colorido, su belleza altiva y al mismo tiempo completamente humana. Y por eso tal vez, aunque siempre entre el odio y el amor, termine diciendo que es una ciudad estupenda.
Luego, el Boulevard de la Chapelle, rebozante. Oigo hablar Indi, Àrabe, Mandarín, Senegalés, realmente voluptuoso. Los jóvenes árabes me guiñan un ojo, y tampoco es que me moleste (mmmm). Ahora, en el departamento de mi amiga Grecia, veo la ventana de un edificio abierta, golpeada por una cortina blanca mientras el cielo de París no deja de moverse, como en tridimensional (recuerdo que la primera vez, me dio vértigo mirarlo). Esta tarde he percibido en el metro el mismo espesor, el mismo misterio, esa emoción cálida que me inspiraban observar la vida de los otros cuando era pequeña. Ahora, este agosto tiene algo de ese espesor(creo que vi la muñeca de alguna mujer con unas pulseras que me causaban ilusión cuando era niña, eran de plata y de oro y tenían chispitas), ese significado múltiple que en mi evocación se despliega en escenas que nunca he visto pero que imagino afectivamente próximas. Imaginar la vida de todas esas personas es realmente algo con mucho valor afectivo, sentir esas ganas de observar, imaginar y soñar con sus vidas. Es como cuando vemos una película de Truffaut, Godard, o Jacques Tati y nos dejamos impregnar por su atmósfera. París tiene eso. Por su densidad humana, por su colorido, su belleza altiva y al mismo tiempo completamente humana. Y por eso tal vez, aunque siempre entre el odio y el amor, termine diciendo que es una ciudad estupenda.
Llego a París, con la novedad de la ciudad que de nuevo se encuentra con sus formas, sus ruidos, su gente, su soledad de agosto. Una experiencia siempre borra a otra y se impone. Siempre he pensado que la forma como nos colocamos en una situación nos permite ver distintas cosas. Conversación con mi amigo escritor, RM, quien desespera porque no sabe cómo recomponerse de una doble ruptura. No logro compartir su malestar. Para mí, esa forma de ver la vida, reprochándole su falta de generosidad, no es si no una carencia de la propia persona que es incapaz de ver lo que ella le da. ¿Es quizás la situación, la suya, la que no le permite ver? No lo sé, quizás sea esa impermeabilidad de la que siempre hablo, si estamos abiertos, siempre suceden cosas en el interior. Los otros nos interpelan, nos nutren, nos dan. Cuando todo está definido de una forma rígida, nada sucede porque la vida es movimiento y nada encaja en lo que tenemos en la cabeza, por eso, dejar que la vida transpire sus humores, que nos lleve. Pongo un texto, no un poema, porque no aspiro a ser poética, sino un texto, una huella.
He caminado tanto, he pensado tanto en encontrarlo
Que no me queda casi nada
Y sin embargo me queda todo
La mano que se mueve, la cabeza hundida, el gesto
O el caminante solitario por la calle
Y las ganas de continuar mirando,
Con todas la ganas
La vida que se escapa
La ilusión que se hace realidad
Y se desvanece
Y yo que escribo para recorrerme
vendredi, août 04, 2006
El páramo
Qué difícil cuando tratamos de de estetizar una situación que se nos hace insoportable, cuando no hay epifanía, cuando la experiencia parece cerrada, infértil, solitaria. Pensaba esto a raíz de una cierta dificultad para encontrar interlocutores. Poco a poco nuestras exigencias nos van dejando solas, sin muchas personas con quien dialogar, me refiero al verdadero diálogo, en el cual dos personas se involucran y se la juegan sin ninguna lucha por el poder. Es una forma de entrega, de juego limpio que no siempre se logra por más que se trate de afinar el oído. Me refiero a la generosidad, que se da con mayor dificultad en situaciones de riesgo. Por ejemplo, siendo extranjera, siento que muchas veces algunas personas se sienten en peligro porque se confrontan a una forma de vida que no es la suya, sin arraigo, sin ataduras, siendo mujer, a una relación muchas veces violenta con los hombres que no desean ese modelo y lo ven como una subversión a las reglas de juego. Pues bien, hay que buscar y buscar interlocutores a la altura, alejarse de lo fatuo, lo superficial. Y sin embargo, cuando, creyendo que la situación es reversible, hablamos y forzamos al lenguaje para tratar de tender un puente (como cuando se escribe un libro y se sueña con que alguien lo lea y se identifique) y este se cae, lo volvemos a poner, pero ese puente brilla por su soledad, nadie camina por él y tenemos que recoger nuestras cosas, y marcharnos a caminar por el páramo a meditar. . Lo importante es haber recorrido ese trayecto, lo que encontramos, la ausencia, nuestra propia existencia entregada a su contingencia, es decir, que por más que se trate de labrar una piedra, si esta es lisa, todo resbala por ella, poco importa, nos habrá mostrado algo, nos devolverá a nosotro(a)s mismo(a)s. Qué importa la sordera, el cretinismo, la pobreza en el diálogo, lo que importa es lo que hemos hecho por nuestro lado. Por eso, cuando empequeñezco y me dejo contaminar por una situación, cuando la punta acerada de una mirada me ignora y me niega la existencia y me pone una máscara, cuando hay ese encierro, la única forma de salir de él es dándole vuelta a la situación, continuar andando sin temor a caminar por el páramo: llevamos nuestra existencia cuestas, y aunque se tenga miedo y tristeza, seguir avanzando, hasta que la experiencia termine encontrando su espacio, lo más seguro, el olvido, que con el tiempo, siempre llega.
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