Patricia me ha entregado la llave secreta que da acceso a la edición de este blog. Así que, para evitar malentendidos y que no le sean atribuidos a ella mi inoperancia y mi falta de luces, que quede claro que, para desgracia mía y de ustedes, el que esto escribe no se llama Patricia de Souza.
Dice Patricia en su último post que “es imposible abandonar un blog”. Para mí, lo verdaderamente imposible, dada mi legendaria pereza, sería empezar uno. Es más, esta noche, ante la idea de tener que colocar un post aquí (generoso ofrecimiento de la dueña) he caído presa del insomnio, me han invadido sudores fríos, he oído extrañas voces en mi cabeza... Y eso me hace pensar en lo injusta que es la naturaleza (culpable siempre de todos nuestros males) a la hora de repartir entre los humanos la capacidad de trabajo y el sentido de la disciplina. Durante mucho tiempo pensé que los blogistas (o blogers?) eran narcisos con tendencias exhibicionistas, y no dudaba en burlarme de ellos en público. Eso pensaba y hacía, y sin embargo, cuando llegaba la noche, secretamente, pasaba largas horas navegando por la blogosfera. Hoy sé y he aceptado que lo de tener un blog es más un acto de generosidad, de voluntad de compartir, que una tarea dictada por el narcisismo. Y no se imaginan hasta qué punto admiro y envidio a los escritores que hacen el esfuerzo de mantener abierto uno. Sí, los envidio, tal vez porque yo sólo sé escribir desordenada, arbitraria, y compulsivamente, y porque cuando me pregunto: “¿Y tú, Manuel, por qué escribes?”, sólo sé me ocurre contestar con aquello que decía Dostoyevsky en Memorias del subsuelo: “Escribir se parece un poco a trabajar, ¡y he oído tanto decir a la gente que el trabajo hace que los hombres sean buenos y honrados!”.
Dice Patricia en su último post que “es imposible abandonar un blog”. Para mí, lo verdaderamente imposible, dada mi legendaria pereza, sería empezar uno. Es más, esta noche, ante la idea de tener que colocar un post aquí (generoso ofrecimiento de la dueña) he caído presa del insomnio, me han invadido sudores fríos, he oído extrañas voces en mi cabeza... Y eso me hace pensar en lo injusta que es la naturaleza (culpable siempre de todos nuestros males) a la hora de repartir entre los humanos la capacidad de trabajo y el sentido de la disciplina. Durante mucho tiempo pensé que los blogistas (o blogers?) eran narcisos con tendencias exhibicionistas, y no dudaba en burlarme de ellos en público. Eso pensaba y hacía, y sin embargo, cuando llegaba la noche, secretamente, pasaba largas horas navegando por la blogosfera. Hoy sé y he aceptado que lo de tener un blog es más un acto de generosidad, de voluntad de compartir, que una tarea dictada por el narcisismo. Y no se imaginan hasta qué punto admiro y envidio a los escritores que hacen el esfuerzo de mantener abierto uno. Sí, los envidio, tal vez porque yo sólo sé escribir desordenada, arbitraria, y compulsivamente, y porque cuando me pregunto: “¿Y tú, Manuel, por qué escribes?”, sólo sé me ocurre contestar con aquello que decía Dostoyevsky en Memorias del subsuelo: “Escribir se parece un poco a trabajar, ¡y he oído tanto decir a la gente que el trabajo hace que los hombres sean buenos y honrados!”.
1 commentaire:
Interesante disposicion de Patricia de invitar a sus amigos a continuar su querido blog. Sus amigos dicen tambien elocuentemente cuanto ella es y piensa.
Despues de todo que es la vida sino un convite, un agasajo plural, un nosotros en vez de la soledad del yo.
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