Partir c'est mourir un peu/ c'et mourir à ce qu on aime/ on laisse un peu de soi même/ En toute heure et tout lieu/
traducción: Partir es morir un poco/ es morir de lo que se ama/dejamos algo de nosotros mismos/A toda hora y en todo lugar.
Este es un fragmento de un poeta que no conozco, Edmond Heracourt (buscaré en Google) y que me parece cercano a lo que siento cuando me alejo de un lugar querido, en este caso el Perú, y Lima, concretamente. Lo encontré en el blog de Pierre Assouline, en el diario Le Monde, y es a propósito de la última novela de Tahar Ben Jalloum, Partir, escritor marroquí afincado en Francia. Assouline habla de la neurosis del futuro, el exilio. Supongo que es porque hay que arrancarse a una forma de vida, a olores, formas, sobre todo, lenguaje (materno), frases que "significan", códigos que nos hablan y que se quedan impresos en la piel. Al pasar, dejamos una sombra, la ausencia que de alguna manera es lo que nos lleva a la melancolía, pero, insisto, sin ese sentimiento, se puede valorizar verdaderamente lo que se vive? Alejarse es también volver, creo que eso lo dijo Montaigne.
Hace unos instantes pensaba en qué no me satisface de los lugares concurridos, del ruido y la bulla de la gran ciudad. Me gusta vivirla, pero desde la intimidad de un lugar sereno, desde cierta altura. Siempre me ha intimidado el ruido, la distorsión que produce el ruido de ciertos bares o ciertos lugares. Es como si esa catarsis diluyese los contornos y las cosas, lo más cercano a estar ausentes, que es como una pequeña muerte. Si una conversación se encuentra entramada en el ruido indiferenciado del tumulto, lo mejor, para mí (perdonen la primera persona) es huir. Ser una persona tumultuosa hace que nos sintamos solas en el tumulto. Sola, porque las presencias que se llevan dentro tal vez se hallan modelado con cincel, en la exclusividad de un espacio que acoge. La histeria de la noche, parisina, londinense o limeña, me hace pensar en la soledad más que en la compañía, en la soledad a la que nos condenamos cuando no intentamos oír. Y tengo mi alegoría preferida. Está en uno de los diálogos de Platón, pero no recuerdo en cuál: Sócrates es interpelado para dar una opinión sobre un tema que concierne a un estudiante, entonces dice: esperen, para razonar bien, necesito poner la cabeza en una bolsa de papel. Y lo hace! Quizás el estar pendientes de la mirada de los otros nos distraiga de lo esencial: conocernos. Y esa frase de Delfos, aparentemente obvia, es la razón por la cual la bulla, la luz estrepitosa, no nos dejan ver quiénes somos. En ese sentido, sí, puede ser, salir, es olvidarse de sí misma. Pero prefiero la otra opción, estar presente y decir, sí, sí, aquí estoy, con toda la vehemencia de la pasión.
vaya...
Ps: Hoy han crecido las primeras flores silvestres en la casa de Chateaubriand. Mañana, traduzco un fragmento de Marguerite Duras publicado en la revista Les inrrokuptibles: remarcable.
3 commentaires:
Hola.
Alguna vez te saludaré y mirando tus ojos que imagino serenos, te diré una vez más que admiro tu escritura.
Patricia, creo que en sí, los bares, no son para encontarrse a sí mismos totalmente. En realidad, creo que son lugares para compartir la soledad y celebrar esa comunión en conversaciones fulgurantes.
En los cafés hay más calma, a ciertas horas, hay cierta paz y la tensión está en una, o en uno, de alguna manera distante. Y luego la altura de la que hablas, los miradores, cerca del mar, algún parque, una calle tranquila...
Y las consternaciones se difuminan...
Alejada y cercana. Tu sensibilidad nutricia se percibe...
Patricia, desde nuestra Lima, vasta y amada Lima, te envío un cálido salute.
Y olvidé algo importante: en la soledad de la habitación, allí con los objetos que contienen nuestros pensamientos, recordar la ciudad como si hubiese sido ayer, tan sólo ayer, que úno se alejó de ella...
(¿cómo despedirse sin escribirtelo?)
Estaremos a la espera del fragmento, Patricia.
un abrazo,
Erika
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