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samedi, octobre 22, 2005


He aquí algunos fragmentos de los textos mencionados.

Me gusta que se demore en mi casa, que no baje enseguida en la noche de París para llamarme minutos más tarde, desde su celular, desde la calle Tolbiac, con estas palabras: te extraño, siempre las mismas palabras a través de las cuales trata de exorcisar lo que ella llama, la ausencia, extrañar, y que no puede ser sino una última onda de placer, sin darse cuenta que el lenguaje dice también otra cosa: que la extraño, a ella, Marina, que la pierdo, que seguro la empecé a perder el día que la conocí.

Richard Millet, Ma vie parmi les ombres (Mi vida entre las sombras), Gallimard, 2003.


Quisiera morir muy tarde y en buena salud. Hablo de la muerte, puesto que un libro que no habla de eso no se toma en serio. Los autores de autobiografías son privilegiados: tienen muchas muertes qué contar. ¿Para qué escribir sobre los muertos? La muerte de los otros nos conforta en la medida que la nuestra es preciosa, importante, esencial, única. Nuestros muertos valorizan nuestras vidas. Les sobreviviremos prometiéndoles pensar en ellos, lo que no es una ganga para el regalo que nos hacen, es decir, permitirnos seguir vivos. Por supuesto, regresando del cementerio nos alegramos que esta vez no haya sido nuestro turno. Hace tiempo que tengo un gran deseo de pasearme en pijama por la calle. Cuando tuve uno, no me atreví a hacerlo, y hoy ya no me pongo pijama. Me encantaría que los vendedores de antiguedades me regalen una mesa o un sillón que admiro, que lo hagan espontáneamente, de preferencia agregando que les gusta mucho mis libros. Me gustaría pagarme una veintena de hoteles de lujo en muchas partes del mundo, con una terraza privada con vista a un lago, un oceáno, una cadena de montañas, una avenida muy animada, en Zázibar, en Madrid, en Londres, en Lugano, en Akasaba Prince Hotel, en Tokio, en el Métropole de Bruselas, en el Hotel de Rusia, en Roma, en Duchesa Isabella, en Ferrara, en el Bosphorus Psaha, en Estambul....

François Weyergans, Trois jours chez ma mere (Tres días en casa de mi madre) Grasset, 2005.


Lloraba. Estaba de pie en el tren, y lloraba, lloraba en silencio, sin humores y sin lágrimas, la frente sudando y una camisa desabotonada. Estaba inmóvil. Tenía siempre ese plástico enloquecido en mi campo de visión que se remecía al viento como una vela desgarrada, y mi cabeza estaba inundada de imágenes contradictorias, de sol y de noche, de iluminación y de tenebras. No sabía dónde me encontraba, sentía el ronquido regular del tren de noche, cuando vi de pronto aparecer a Li Qi, quien venía de cerrar delicadamente la puerta de los wagones y avanzaba hacia mí en la penumbra azul del corredor.

Jean-Philippe Toussaint, Fuir (Huir), Minuit, 2005.

Traducción de Patricia de Souza. En la foto, el pueblo de Viam, Siom en las novelas de Millet.

1 commentaire:

Magda Díaz Morales a dit…

Que bello vivir ahí, en esa casita gris que tiene detrás los árboles...