Pages

samedi, août 20, 2005

Paris no siempre es una fiesta


Leyendo el libro de Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca, Anagrama 2003, quiero citar algunos fragmentos que me han tocado profundamente. Uno de ellos es éste:
(hablando de Marguerite Duras)
Yo la recordaré como siempre como una mujer violentamente libre y audaz, que encarnaba en ella misma y a tumba abierta –con suninteligente uso, por ejemplo, del libertinaje verbal, que consistía en su caso en sentarse en un sillón de su casa y, con verdadera fiereza, despacharse a gusto-todas las monstruosas contradicciones que vive el ser humano, todas esas dudas, la fragilidad y desamparo, individualidad feroz y busca del desconsuelo compartido, en fin, toda esa gran angustia que somos capaces de desplegar ante la realidad del mundo, esa desolación de la que están hechos los escritores menos ejemplares, los menos académicos y edificantes, los que no están pendientes de dar una correcta y buena imagen de sí mismos, los únicos de los que no aprendemos nada, pero también los únicos que tienen el verdadero coraje de exponerse literalmente en sus escritos –donde se despachan a gusto- y a los que admiro profundamente porque sólo ellos juegan a fondo y me parecen escritores de verdad. (pag 32).

Y otra frase que me gusta mucho, la elegancia es ser realmente felices.

Ahora, ¿París es esa ciudad mítica y hospitalaria que decribe Enrique en la distancia? Existe un París para todos y casi siempre se siente la obligación de decir que nos gusta esta ciudad. Y a lo mejor no es del todo falso. Pero... estéticamente es una ciudad que oprime (Haussman olvidó que el cielo de esta ciudad es gris, y que los techos de laja del mismo color gris, con muros de cemento, envejecerían mal) por su volumen y por su flata de perspectiva. Pero lo más extraño es que es una ciudad tensa, es decir, la mayoría de las personas está muy preocupada del cómo se les ve, de si los juzgan elegantes, estéticos, olvidándose de cómo se sienten y ven ellos mismos. El snobismo, la frivolidada, parece ser de fábricación francesa. No es una ciudad honesta, es una ciudad que se esconde. Entonces, ayer, en la Place de Vosges, cerca de la casa de Víctor Hugo me preguntaba, cómo se puede escribir, ser una buena escritora si nos alejamos de nuestro propio eje? Tal vez esa invasión falaciosa que viene desde fuera nos obligue a escribir acercándonos de nosotros, desnudando la experiencia. Recuerdo una frase de Octavio Paz: para demostrarme que existía, debía escribir. Lo que me parece insoportable es que la ciudad no nos deje como decía Rilke, llevar nuestro ritmo sino que nos condene al anonimato, a ser fantasmas, pero lo más pesado, lo irremontable, es que nos obligue a soportar cierta miseria humana. Es un síntoma de las grandes ciudades que todavía no conocemos en América del Sur, la pobreza de las relaciones personales que se ven obligadas a subistir en la fauna citadina con lo mínimo, un mínimo de frases (hasta el lenguaje se empobrece) un mínimo de gestos, lo cual hace que todo sea un poco miserable. No hay espontaneidad en las relaciones humanas puesto que hemos sometido nuestras propia afectividad a un ritmo que nos es externo y ajeno, nos hemos traicionado. ¿Cómo preservarse? Buscando espacios, huyendo del ruido y el mundo. Buscando en el fuero íntimo lo más auténtico. Resistiendo. Creo que Enrique Vila-Matas lo dice también a su manera, es un sobreviviente que con una mirada de humor, de niño-grande, ha puesto en su libro lo que Paris no tiene: espontaneidad.

1 commentaire:

Rain (Virginia M.T.) a dit…

La ciudad Luz.

La idealizada París, Haussman y su plan, la gente, el pasado de París, su presente, la elegancia, la espontaneidad y la vida en París:
todo a través de tu post: como filmado y cantado. Como una canción que interpretara Patricia Kaas, sólo que aquí lo has escrito
Patricia, con esa franqueza del escritor que desnuda la realidad y a su vez le da la belleza de su visión, sea cual fuera ésta.

Imaginar a Marguerite Duras monologando sin cortes, y a Enrique Vilas-Mata escribiendo febrilmente sobre ella, es como entrar a una aventura y por eso, una ya se dice: quiero leer este libro.
París escrito, París vivido.
Otra iluminación tuya Patricia.
Hasta pronto.