mardi, août 30, 2005
Diario del África
Mientras viajo en el TGV (tren de alta velocidad) entre una ciudad y otra, encontré un “Diario del África”, de un anónimo. Ningún rastro sobre su identidad en un cuaderno comprado en Italia, de cuero, con manchas de café y un fuerte olor a tabaco. El diario empieza en el verano, en París 2003, y después de recorre parte del África para terminar en abril del 2005. Yo sueño con ir hacer un viaje a ese continente, tal vez empezaría por el norte, que es lo más cerca de Francia, todavía no lo sé, pero me parece un extraño azar que yo ése cuaderno haya caído en mis manos. Las cosas que va diciendo este desconocido son muy interesantes, lúcidas, casi universales. A veces su estilo es remarcable, limpio, como lo suelen ser los autores moralistas, otras, decae por la ortografía o los tachones, pero en general está bien escrito. Me he preguntado qué hacer con él, buscar a su dueño parece imposible, guardarlo en un cajón, tampoco me gusta porque no es mío. Finalmente me digo que una manera de darle la vuelta a ese olvido (¿se lo olvidó o lo dejó ahí, en el tren, a propósito para que alguien lo encontrara? He pensado en eso, pero ¿cómo sabía que sería yo, una escritora la que daría con él?) que ha sido un regalo para mí, osea que transcribiré algunos fragmentos en este blog.
Paris, 7 de julio del 2003
¿Qué me empuja al África? ¿Es estas ganas de aventura que determina mi vida desde que he nacido, o es que son esos paisajes que he recorrido tantas veces a través de las fotos, o simplemente la belleza de las mujeres negras? En este instante son preguntas que ya no me hago, sólo se imponen respuestas. Las mujeres negras son tan bellas, tan deseables, su piel es satinada, su espalda dura, sus hombros delgados y respirando la forma, el talle estrecho, lo sufiente como para ampliar un poco más su curva que no llama sino al abrazo. Adoro las mujeres africanas. Vuelven locos a ciertos hombres, ellas lo saben y de alguna forma, se aprovechan. Siempre caigo en la trampa aunque suelo ser duro con ellas, sigo siendo un blando.
La vida siempre se tiene que reinventar y yo he caído en la trampa de la monotonía. Ellas tienen el talento que hace que no nos aburramos pero algunas veces nos inquietamos. Ellas son tam bellas que ese tesoro podría ser robado en cualquier instante. Hay que ser un occidental para pensar eso y africano para no preocuparse. Las ganas de aventura es tan grande que me pregunto si un día será posible de dejar de hacer estos viajes. Esta vida que no está construida sino de acciones que se suceden las unas a las otras. Yo tengo una necesidad afectiva muy pobre pero a veces está muy presente. Puedo ser considerado como muy frío, pero mi bondad es y estará siempre presente. Es un lado que viene de mi padre y una regla de vida de la cual no me puedo deshacer sin miedo de perder el equilibrio y caer en un vértigo que me horroriza. Esa parte humana es muchas veces ridiculizada, humillada, tomada como un infantlismo,y me siento muchas veces herido. Pero es así, soy bondadoso y mi padre es así. Es una marca de familia, una parte que debemos preservar y tratar de difundir esa bondad.
Seguiré en mi próximo blog.
Antes, quería hablar de una desaparición que ha sido dolorosa. He recorrido todo París a pie para tratar de purgar esa ausencia, de tanto en tanto, algunos amigos me sostenían con frases de afecto, pero París me pareció inmenso y estaba sola, con esa pena. Cuando una persona que queremos desaparece su ausencia tarda en hacerse concreta, o mejor dicho, tardamos en olvidarnos de ellos. A lo largo de una serie de figuras femeninas fuertes, vitales, resplandecientes, esta, la de mi abuela materna, era una importante. Una de las cosas que más respetaba en ella era su forma de envejecer con dignidad y sin quejas. Su elegancia consistía en no decir las cosas que son obvias, en tomar lo mejor que la vida le ofrecía, sin sacrificarse ella, la mujer que era. La vejez puede ser hermosa cuando llegamos a tener un poco de sabiduría, sin ello, parece una cosa insoportable y solitaria. Pero si estamos abiertos al mundo, si vemos cada día como un aventura (retomando a mi autor anónimo), la vida no dejará de sorprendernos. Creo que ese eras su rasgo más vital.
jeudi, août 25, 2005
La isla imposible
La isla imposible
Estoy leyendo la novela de Michel Houellebecq, Una isla posible, editada por Fayard, París. Me deslizo por sus páginas reptando. Esta vez, empuja la sociología positivista al máximo. Entonces su tono proverbial y patético, cansa. ¿Los escritores son visionarios? Tal vez, pero la visión que él nos da, es de una parte del mundo, de Europa, la Europa Occidental (Turquía casi entra a formar parte d ela Comunidad, pero se resistieron los conservadores). Un mundo jerarquizado hasta la alienación completa en el cual la imaginación, el sueño, toda forma de poesía han desaparecido. Una industria de la humanidad en la cual toda imprecisión, cualquier forma simbólica o mítica de ver el mundo, ha sido arrasada. Esa es la visión lúgubre de Houellebecq quien no duda en poner nombres propios, algunos medios de prensa, personajes internacionales. Daniel, un imitador cómico es el centro de la novela, un cínico desesperado, un poco como el autor, lleno de dinero y consciente de que con él puede comprarse cualquier cosa, sobre todo, el placer. Pero en el fondo es muy, muy infeliz. Ninguna posibilidad entonces de soñar con otras cosas, preferir otros valores. Todo el mundo (es categórico) desea lo mismo, juventud, dinero y la excitación constante. Su carpe diem es una ecuación. En general el libro lo es. Por el momento, Houellebecq se parece cada vez más a Paco Rabane, a un predicador, sin oxígeno. Con el mismo tan tan.
Esto me ha llevado a preguntarme en si se puede llegar a sentir semimientos como el amor y la ternura en un cosmos como el que Houellebecq describe. Mientras estemos vivos, mientras un gesto humano nos conmueva, nada está perdido. Lo que me impresiona es la falta de compasión. Es decir, todos esos personajes alienados, incapaces de salir de su prisión, tal vez sólo inspiren ternura. A lo mejor, más adelante, aparezca algo así en el libro.
Hay una película de Francesco Rossi, no estoy segura, sobre la vida de San Francisco, y en ella hay una escena en la cual él se cruza con un leproso. San Francisco se conmueve al verlo, se echa a llorar porque no soporta ver ese rostro destrozado, y entonces, para demostrarle sus sentimientos, lo besa. Y el leproso no reacciona. Simplemente se aleja, y San Francisco se queda triste y desconsolado.
el site del autor web:http://www.houellebecq.info/
Estoy leyendo la novela de Michel Houellebecq, Una isla posible, editada por Fayard, París. Me deslizo por sus páginas reptando. Esta vez, empuja la sociología positivista al máximo. Entonces su tono proverbial y patético, cansa. ¿Los escritores son visionarios? Tal vez, pero la visión que él nos da, es de una parte del mundo, de Europa, la Europa Occidental (Turquía casi entra a formar parte d ela Comunidad, pero se resistieron los conservadores). Un mundo jerarquizado hasta la alienación completa en el cual la imaginación, el sueño, toda forma de poesía han desaparecido. Una industria de la humanidad en la cual toda imprecisión, cualquier forma simbólica o mítica de ver el mundo, ha sido arrasada. Esa es la visión lúgubre de Houellebecq quien no duda en poner nombres propios, algunos medios de prensa, personajes internacionales. Daniel, un imitador cómico es el centro de la novela, un cínico desesperado, un poco como el autor, lleno de dinero y consciente de que con él puede comprarse cualquier cosa, sobre todo, el placer. Pero en el fondo es muy, muy infeliz. Ninguna posibilidad entonces de soñar con otras cosas, preferir otros valores. Todo el mundo (es categórico) desea lo mismo, juventud, dinero y la excitación constante. Su carpe diem es una ecuación. En general el libro lo es. Por el momento, Houellebecq se parece cada vez más a Paco Rabane, a un predicador, sin oxígeno. Con el mismo tan tan.
Esto me ha llevado a preguntarme en si se puede llegar a sentir semimientos como el amor y la ternura en un cosmos como el que Houellebecq describe. Mientras estemos vivos, mientras un gesto humano nos conmueva, nada está perdido. Lo que me impresiona es la falta de compasión. Es decir, todos esos personajes alienados, incapaces de salir de su prisión, tal vez sólo inspiren ternura. A lo mejor, más adelante, aparezca algo así en el libro.
Hay una película de Francesco Rossi, no estoy segura, sobre la vida de San Francisco, y en ella hay una escena en la cual él se cruza con un leproso. San Francisco se conmueve al verlo, se echa a llorar porque no soporta ver ese rostro destrozado, y entonces, para demostrarle sus sentimientos, lo besa. Y el leproso no reacciona. Simplemente se aleja, y San Francisco se queda triste y desconsolado.
el site del autor web:http://www.houellebecq.info/
samedi, août 20, 2005
Paris no siempre es una fiesta
Leyendo el libro de Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca, Anagrama 2003, quiero citar algunos fragmentos que me han tocado profundamente. Uno de ellos es éste:
(hablando de Marguerite Duras)
Yo la recordaré como siempre como una mujer violentamente libre y audaz, que encarnaba en ella misma y a tumba abierta –con suninteligente uso, por ejemplo, del libertinaje verbal, que consistía en su caso en sentarse en un sillón de su casa y, con verdadera fiereza, despacharse a gusto-todas las monstruosas contradicciones que vive el ser humano, todas esas dudas, la fragilidad y desamparo, individualidad feroz y busca del desconsuelo compartido, en fin, toda esa gran angustia que somos capaces de desplegar ante la realidad del mundo, esa desolación de la que están hechos los escritores menos ejemplares, los menos académicos y edificantes, los que no están pendientes de dar una correcta y buena imagen de sí mismos, los únicos de los que no aprendemos nada, pero también los únicos que tienen el verdadero coraje de exponerse literalmente en sus escritos –donde se despachan a gusto- y a los que admiro profundamente porque sólo ellos juegan a fondo y me parecen escritores de verdad. (pag 32).
Y otra frase que me gusta mucho, la elegancia es ser realmente felices.
Ahora, ¿París es esa ciudad mítica y hospitalaria que decribe Enrique en la distancia? Existe un París para todos y casi siempre se siente la obligación de decir que nos gusta esta ciudad. Y a lo mejor no es del todo falso. Pero... estéticamente es una ciudad que oprime (Haussman olvidó que el cielo de esta ciudad es gris, y que los techos de laja del mismo color gris, con muros de cemento, envejecerían mal) por su volumen y por su flata de perspectiva. Pero lo más extraño es que es una ciudad tensa, es decir, la mayoría de las personas está muy preocupada del cómo se les ve, de si los juzgan elegantes, estéticos, olvidándose de cómo se sienten y ven ellos mismos. El snobismo, la frivolidada, parece ser de fábricación francesa. No es una ciudad honesta, es una ciudad que se esconde. Entonces, ayer, en la Place de Vosges, cerca de la casa de Víctor Hugo me preguntaba, cómo se puede escribir, ser una buena escritora si nos alejamos de nuestro propio eje? Tal vez esa invasión falaciosa que viene desde fuera nos obligue a escribir acercándonos de nosotros, desnudando la experiencia. Recuerdo una frase de Octavio Paz: para demostrarme que existía, debía escribir. Lo que me parece insoportable es que la ciudad no nos deje como decía Rilke, llevar nuestro ritmo sino que nos condene al anonimato, a ser fantasmas, pero lo más pesado, lo irremontable, es que nos obligue a soportar cierta miseria humana. Es un síntoma de las grandes ciudades que todavía no conocemos en América del Sur, la pobreza de las relaciones personales que se ven obligadas a subistir en la fauna citadina con lo mínimo, un mínimo de frases (hasta el lenguaje se empobrece) un mínimo de gestos, lo cual hace que todo sea un poco miserable. No hay espontaneidad en las relaciones humanas puesto que hemos sometido nuestras propia afectividad a un ritmo que nos es externo y ajeno, nos hemos traicionado. ¿Cómo preservarse? Buscando espacios, huyendo del ruido y el mundo. Buscando en el fuero íntimo lo más auténtico. Resistiendo. Creo que Enrique Vila-Matas lo dice también a su manera, es un sobreviviente que con una mirada de humor, de niño-grande, ha puesto en su libro lo que Paris no tiene: espontaneidad.
jeudi, août 18, 2005
Virginia Woolf
En un antiguo número de la revista de Gallimard (Nouvelle revue francaise (1959), encuentro un artículo sobre el diario personal de Virginia Woolf. En realidad, su esposo, Leonard Woolf hizo una selección rigurosa de las partes que verían la luz de un diario que en realidad está formado de varios volúmenes. Woolf decidió publicar todo aquéllo que se relacionaba con la literatura y pocas cosas con su vida más personal, la soledad, la familia, los afectos y las pasiones en la vida de Virginia. Lo que le reprocha el autor del artículo, y también yo, es no haber dejado que el lector conociera justamente esa parte íntima de la escritora. A lo mejor entenderíamos más sus libros y su suicidio. Hace poco leía un libro de Elisabeth Badinter sobre el feminismo y allí decía que muchas personas pensaban que de haber tenido hijos, VW no se hubiese suicidado (sic). Silvia Plath sí tenía hijos y eso no cambió nada. En todo caso nada podrá ahondar en esas heridas profundas que hay en ciertas personas. Son secretas. Pero sí podemos ver a través del goce o de la alegría.
Ahora que estoy en todo lo alto de un departamento en París, mudanza temporal, pienso en las cosas que Rilke imaginaba desde lo alto del suyo, cerca de aquí. La reflexión, salir del mundanal ruido parisino, sólo es posible en estas fechas, agosto, el mes de los turistas y de las calles desiertas.
samedi, août 13, 2005
Claude Simon
Simon
En su artículo sobre Claude Simon del número de Les inrrokuptibles del mes de agosto, dedicado en parte a este escritor, el crítico Fabrice Gabriel escribe: Hay que insistir en la grandeza de las novelas de Claude Simon como sobre el malentendido que han provocado casi siempre. La historia es un elemento determinante, pero al margen de toda simplificación militante. (...) Porque sus novelas, según protocolos variables, trabajan el material confuso de la realidad tal como se da en la experiencia conjunta de la memoria y el instante. Todo individuo se golpea con el obstáculo colectivo, como si cada libro no fuese sino repetir, en el fondo la cita de Rilke: Aquello nos hunde/Nosotros la organizamos de nuevo y caemos en pedazos.
Luego, el escritor Olivier Rolin escribe otro artículo del cual también extraigo un fragmento:
Hay (en Simon) una melancolía, una reserva y una dignidad estoicianas. Todo eso no parece muy moderno, pero lo moderno, por supuesto, es más que la moda. Para el moderno, Homero y Shakespeare son contemporáneos. De todos los escritores que han escrito en nuestro idioma (la de Villon, de Chateaubriand, Proust, Céline, pero también aquella de Esquilo, Kafka o Faulkner, ya que nuestro idioma no es le que balbuceamos por aquí, es la que nos dice cómo nos enfrentamos a la finitud y la insatisfacción, la muerte, como llegamos a reírnos) es el más moderno.Lo que creo hace que la literatura francesa siga siendo importante es la calidad reflexiva e humana de alguno de sus escritores. Lass últimas vanguardias han pasado por París, el Surrealismo y el Nouveau Roman. Sería injusto no reconocer que gracias a ciertos escritores franceses escribimos como escribimos o nos hacemos las preguntas que nos hacemos. Uno de ellos, muy criticado fue Claude Simon.
Para responder a un pedido doy la dirección de una página web:
http://patriciadesouza.chez.tiscali.fr/
vendredi, août 12, 2005
Y qué, sobre la novela
En una entrevista en el New York Times, V.S. Naipul hace un análisis inclemente de la literatura contemporánea. Se pregunta cómo se puede afrontar la ficción en una época en la cual la realidad supera largamente a la ficción. El problema del resurgimiento de la religión le parece un tema inevitable. ¿Cómo van a hacer los escritores? Naipul dice, Si eres un escritor romántico escribes novelas sobre un hombres y mujeres que se enamoran, pero no es suficiente (...) Yo creo que la no-ficción da una oportunidad para explorar el mundo que alguien desconoce completamente. Luego dice estar harto que todo el mundo elogie la literatura francesa del XIX. Todo el mundo quiere ir a París para pintar o escribir. Pero le mundo ha cambiado. El mundo ha crecido y es más grande. Marcel Proust le parece tedioso y repetitivo y Stendhal, idem. Y la escritora anglosajona Zadie Smith, en una serie de especiales de Le Monde de Livres, dice lo mismo, que no le gusta Proust y reconoce leer muy poco a los autores franceses. Puede que sea una manera de se políticamente incorrecto decir que Proust es aburrido y echarlo al tacho, pero Proust sigue vivo, con Swan y Albertine en la memoria de sus lectores. Zadie también dice que la estructura de la novela La vida Bridget Jones tiene la estructura de Orgullo y prejuicio, de Jane Austen. Y eso puede provocar un poco de envidia... Es verdad que hacer una novela con una estructura impecable parece toda una proeza, pero yo me pregunto si el problema de la estructura es lo más importante en este tiempo en que los paradigmas cartesianos, lógicos están revueltos. Quiero decir que la realidad no tiene una estructura como en el siglo pasado, los valores de tiempo y espacio, etc. Jane Austen escribió para su tiempo, en el presente, no creo que pueda inspirar envidia que un libro esté escrito como las novelas de Jane Austen (no, ¡por favor!).
Terminando de leer la novela de Madame de Lafayette, La princesa de Cleves, pensé que sería interesante hacer una versión moderna, pero eso duró poco. La Princesa de Cleves es un libro que para la época, siglo XVII, significó una pequeña revolución coperniciana por su estructura: intromisión de la autora, cambios de perspectiva, digresiones filosóficas, etc... pero ahora, todo eso, nos es familiar, aunque muchos autores se aferren al modelo clásico, con una fobia que no entiendo al cambio. Tal vez lo interesante ahora no esté en la forma. Naipul dice también algo sobre une exceso de novelas con una estructura muy funcional, o son novelas con tesis, o novelas históricas o novelas policiales, sino en el contenido. Las formas se agotan y el poder de lo adiovisual invade la sensibilidad de los jóvenes, lo importante se mantendrá en la mirada que demos a las cosas, mientras más limpias, apasionadas y vivas, más posibilidades tendrá de tocar una fibra del lector ametrallado de información. Yo quiero transpirar mi época en mis textos, sus límites y sus imperfecciones. Extinguirme con ella, absorber su velocidad y su desenfreno. La incandescencia. La Princesa de Cleves es un libro extraordinario porque sucedió en otro siglo y porque nos hace reconocer el pasado para vivir el presente.
Cuando tomo el TGV (el tren rápido, bueno, rápido por zonas porque no siempre va a 400/h) Nunca sé qué hacer. Se me ocurrió un día llevarme los episodios de Sex and the city, y me tocó un religiosa (por supuesto, no la de Diderot, magnífico libro, del cual existe una película de Jacques Rivette con Anna Karina) al lado. Decidí ignorarla y mirar de todas formas la serie. De pronto, ella empezó a preguntarme por lo que estaba viendo y detuve la computadora, inmediatamente atrapada en una explicación sociológica de sus personajes. Primero, que representan un sector privilegiado de la población de la costa norteamericana, segundo, que son mujeres que han ganado una libertad en sus gestos al poder ganarse la vida y así pensar libremente, que una sociedad como la norteamericana, una de las primeras junto con Inglaterra en reconocer los derechos de la mujer, lo permitía, que a pesar de una cierta frivolidad en sus vidas, Carry, Miranda, y Samantha, la última Charlotte (la más boba y la más conservadora la dejé para el final) no estaban alienadas con el sistema porque existían por encima de las convenciones privilegiando sus sentimientos y deseos. Claro, no se trataba de Emliy Dickinson ni de Hannah Arendt, pero había en ellas una sabiduría de vida y una solidaridad, y sensibilidad, etc... Entonces, mi religiosa, que venía del santuario de Lourdes, terminó mirando Sex and The City conmigo, ¡aunque enrojeció cuando se dio cuenta de que había escenas de sexo! Me dio ganas de hablarle de Catherine Millet (autora de La vida sexual de Catherine M,biografía intelectual, como la llamó ella (sic)), pero me retuve. La próxima, tal vez hable de su libro o cuelgue un artículo publicado en el diario La razón.
Ps: agradezco las invitaciones, los envíos, los comentarios, todo eso me conmueve. Un querido amigo me ha dicho que es imposible contestar fuera del blog a cada uno de ustedes.
mardi, août 09, 2005
Espejo y jazz
Escribir es como mirarse en un espejo y hay días en que el espejo está un poco empañado. Porque escribir es de alguna forma una apuesta por la verdad, una apuesta entre Dios y la nada,como escribía Pascal. No puedo escribir si no soy capaz de reconocerme o sino puedo decir todo sobre mí misma. No quiero mentir, aunque suene falso porque la verdad tampoco existe, pero sí deseo pensar que no rompo mi pacto con el hecho de mi deseo es decir toda absoluta y dramáticamente, la verdad. Pongo un fragmento del libro de Michel Leiris, La edad del hombre, libro que me encantaría traducir. La primera vez que lo leí, pensé: yo quiero escribir así...
Michel Leiris
La edad del hombre (L'age de homme)
Acabo de tener treinta y cuatro años, la mitad de la vida. De físico, soy de talla mediana, más bien pequeño. Tengo cabellos castaños, muy cortos para evitar que se ondulen, por miedo también de que se desarrolle una calvicie amenazante. Hasta donde puedo ver, los rasgos característicos de mi fisonomía son: una nuca muy estrecha, cayendo verticalmente como una muralla o un acantilado, marca clásica (si creemos a los astrólogos) de personas nacidas bajo el signo de Tauro, frente desarrollada, más bien hinchada, de venas temporales exageradamente nudosas y prominentes. Esta amplitud de mi frente está en relación (según dicen los astrólogos) con el signo de Aries; porque he nacido el 20 de abril, por lo tanto, en los cambios de los dos signos: Aries y Tauro. Mis ojos son castaños, con el borde de los párpados siempre inflamados, mi tinte es coloreado y tengo verguenza de una molestosa tendencia a los rubores y a la piel brillante. Mis manos son delgadas, bastante velludas, con venas muy marcadas. Mis dedos mayores curvados hacia el extremo, deben denotar algo de debilidad o de huidizo en mi carácter. Mi cabeza es más bien gruesa para mi cuerpo y tengo las piernas un poco cortas con respecto a mi torso, los hombros demasiado angostos en relación con las caderas. Camino con lo alto del cuerpo inclinado hacia adelante y tengo tendencia a encorvarme mientras estoy sentado. Mi pecho no es amplio y no tengo músculos. Me gusta vestirme con un máximo de elegancia, sin embargo, a raíz de mis defectos mencionados en mi estructura y mis medios que, sin que pueda considerarme pobre son limitados, me juzgo generalmente como alguien sin elegancia por lo que detesto verme de improvisto en un espejo sin haberme preparado. Me encuentro de una fealdad humillante. (la traducción es mía).
Una voz me dice que quisiera escribir, y le contesto, sin pensar que le pueda enseñar de veras nada, que hay que hacerlo con los instrumentos que se tienen, asumiendo sus límites, y poniéndolos a prueba. Forzar. Avanzar.
Antes de ayer fui a verun concierto de los de Jazz in Marciac, uno de los festivales de jazz más importantes en Europa. Tocaban Omar Sosa y su grupo, Abdullah Ibrahim y Kenny Barron con Mulgrew Miller. Lo que me pareció soberbio fue Sosa, este músico cubano que ha hecho una serie fusiones con música del mundo entero, noablemente con la música de África del norte. El considera que el virtuosismo del jazz va en contra de la elevación espiritual que puede insipirar esta música. La verdad yo creo que es su pequeño genio. Yo lo había oído tocar con Dhasser Youssef, en el Instituto del mundo árabe de París, que además es un lugar de una arquitectura sublime, obra de Jean Nouvel (el mismo de la torre de Barcelona en plena construcción) desde donde se puede ver toda la ciudad y respirar sus humores (también adoro subir al Pompidou y mirar desde el último piso París). En Marciac han pasado Dizzy Gillespie, John Coltrane, Stan Getz, Diana Krall, Nina Simone, Cesarea Evora, Ibrahim Ferrer (quien cantó el martes)... y una larga lista de artistas que han tocado bajo ese cielo lleno de estrellas, en un pueblo de 50.000 almas donde se alza una pequeña torre. Marciac está en pleno corazón del Gers, la tierra de D’artagnan y el Armagnac, que todo el mundo bebe antes de tocar. Es un lugar inflado de colinas y se parece a la Toscana italiana, pero está en el suroeste de Francia.
Michel Leiris
La edad del hombre (L'age de homme)
Acabo de tener treinta y cuatro años, la mitad de la vida. De físico, soy de talla mediana, más bien pequeño. Tengo cabellos castaños, muy cortos para evitar que se ondulen, por miedo también de que se desarrolle una calvicie amenazante. Hasta donde puedo ver, los rasgos característicos de mi fisonomía son: una nuca muy estrecha, cayendo verticalmente como una muralla o un acantilado, marca clásica (si creemos a los astrólogos) de personas nacidas bajo el signo de Tauro, frente desarrollada, más bien hinchada, de venas temporales exageradamente nudosas y prominentes. Esta amplitud de mi frente está en relación (según dicen los astrólogos) con el signo de Aries; porque he nacido el 20 de abril, por lo tanto, en los cambios de los dos signos: Aries y Tauro. Mis ojos son castaños, con el borde de los párpados siempre inflamados, mi tinte es coloreado y tengo verguenza de una molestosa tendencia a los rubores y a la piel brillante. Mis manos son delgadas, bastante velludas, con venas muy marcadas. Mis dedos mayores curvados hacia el extremo, deben denotar algo de debilidad o de huidizo en mi carácter. Mi cabeza es más bien gruesa para mi cuerpo y tengo las piernas un poco cortas con respecto a mi torso, los hombros demasiado angostos en relación con las caderas. Camino con lo alto del cuerpo inclinado hacia adelante y tengo tendencia a encorvarme mientras estoy sentado. Mi pecho no es amplio y no tengo músculos. Me gusta vestirme con un máximo de elegancia, sin embargo, a raíz de mis defectos mencionados en mi estructura y mis medios que, sin que pueda considerarme pobre son limitados, me juzgo generalmente como alguien sin elegancia por lo que detesto verme de improvisto en un espejo sin haberme preparado. Me encuentro de una fealdad humillante. (la traducción es mía).
Una voz me dice que quisiera escribir, y le contesto, sin pensar que le pueda enseñar de veras nada, que hay que hacerlo con los instrumentos que se tienen, asumiendo sus límites, y poniéndolos a prueba. Forzar. Avanzar.
Antes de ayer fui a verun concierto de los de Jazz in Marciac, uno de los festivales de jazz más importantes en Europa. Tocaban Omar Sosa y su grupo, Abdullah Ibrahim y Kenny Barron con Mulgrew Miller. Lo que me pareció soberbio fue Sosa, este músico cubano que ha hecho una serie fusiones con música del mundo entero, noablemente con la música de África del norte. El considera que el virtuosismo del jazz va en contra de la elevación espiritual que puede insipirar esta música. La verdad yo creo que es su pequeño genio. Yo lo había oído tocar con Dhasser Youssef, en el Instituto del mundo árabe de París, que además es un lugar de una arquitectura sublime, obra de Jean Nouvel (el mismo de la torre de Barcelona en plena construcción) desde donde se puede ver toda la ciudad y respirar sus humores (también adoro subir al Pompidou y mirar desde el último piso París). En Marciac han pasado Dizzy Gillespie, John Coltrane, Stan Getz, Diana Krall, Nina Simone, Cesarea Evora, Ibrahim Ferrer (quien cantó el martes)... y una larga lista de artistas que han tocado bajo ese cielo lleno de estrellas, en un pueblo de 50.000 almas donde se alza una pequeña torre. Marciac está en pleno corazón del Gers, la tierra de D’artagnan y el Armagnac, que todo el mundo bebe antes de tocar. Es un lugar inflado de colinas y se parece a la Toscana italiana, pero está en el suroeste de Francia.
samedi, août 06, 2005
Rilke y Klossowski
Justo ahora que estoy releyendo el Diario de Westerwede y de París, de Rainier Maria Rilke, leo un comentario de Iván Thays sobre una novela de Alan Pauls sobre Pierre Klossowski. Un día en un café de la calle de los Marroniers, en París, asistí a una especie de lectura de textos de los que formaban entonces (1996) la revista Perpendicular, en la que también estaba Michel Houllebecq. Esa noche no estaba Michel, pero sí Nicolas Bourriaud, actual director del palacio de tokyo.que es un lugar precioso en pleno barrio dieciséis de París. Nicolas me presentó a una escritora que se ha hecho muy conocida, Shan Sa. Su novela, La jugadora de Go está publicada en Anagrama. Shan Sa me contó que era la secretaria personal del pintor Balthus y creo que sentí mucha envidia porque me encanta Balthus. Y en ese instante recordé que era el hermano de Pierre Klossowski, el escritor y también pintor. Yo habia leído algunas cosas de Pierre, su Roberta esta noche (Anagrama, La sonrisa vertical), y el ensayo sobre El eterno retorno, de Nietszche. Shan Sa me dijo que era una persona amabilísima, y que vivía en un modesto edificio del barrio trece. Llamé y me contestó su esposa, luego me pasó a Pierre. Le expliqué que quería hacerle una entrevista. Me dijo que sí y luego llegué a su casa que de veras era pequeña y modesta, una de esos departamentos subvencionados por el Estado francés, a precios muy baratos. En medio de esa austeridad sombría Klossowski, irradiaba una ternura sin límites, una serenidad y una especie de melancolía lenta y sosegada. Hablamos mucho, sobre todo recuerdo que me apretó la mano y me dijo que leyese a Lautréamont, a quien entonces conocía muy mal. Me habló de Rilke y de la tristeza de su madre cuando él se murió. En 1920 empieza una relación amorosa con Baladine Klossowska, madre de Pierre y de Balthus. Esta larga relación, después de aquella con Lou Andreas Salomé, se siente en su corto diario de París. Cuando empezó a hablarme de Rilke, yo pensaba en Nietszche, y en su relación con Lou. Luego miraba a Klossowski, respirando con dificultad sobre su silla mientras tomábamos el té con su esposa, y esa austeridad de la soledad de su vejez, me hizo pensar en las frases de Rilke dirigidas a un joven poeta: aprender a escuchar su propio silencio, que siempre es riquísimo. Salí pensando en que había aprendido una lección de humildad: Klossowski me había abierto las puertas de sus casa, me había regalado un libro que firmó con una mano temblando al sostener el lapicero, transmitiéndome algo cálido el poner su mano sobre mi brazo. Luego, también pensé que había algo que me trascendía en ese encuentro, el hecho de que Balthus llame cuando estaba en casa de ellos para yo imagine la distancia que había entre estos dos hermanos. Balthus vivía en una opulenta villa en Italia, y Pierre en esa casa de techo bajo y estrecha. Le tomé estas fotos con una cámara descartable. He aquí una de ellas.
PS: mientras hablo de Rilke, Klossowski, L.A.Salomé et Balthus, sonaba una canción de Roberto Carlos, y de pronto, la sensación de estar en Chaclacayo, el olor de las mañanas, el sol siempre alto, los cañizales en los ríos, ese tiempo lento, retenido y feliz. Una llamada de R Millet: ahora, lo único que me pone de buen humor, es oír tu voz. Sigue en Saint Malo y yo, en mi cabeza, estoy en Chaclacayo, en una fiesta a la que he ido a husmear. Y es el colegio nacional de la esquina de mi casa, Felipe Santiago Estenós. Quién es ese señor? No lo sé, pero sé que esa imagen es intensa, y esos cuerpos, a lo largo de un patio iluminado de una luz licuada y secreta, la canción de Roberto Carlos, están ahí como una huella. Yo observaba todo eso desde mi condición de excluida, no formaba parte de ese grupo, era como una extraña, y nadie podía imaginar cómo me fascinaba estar presente, respirando profundamente el olor de esos cuerpos y observando sus gestos vitales...
Yo vivo en mi cabeza, decía Rilke... pero se desea vivir en el afuera, en el exterior, con los otros. Espero no ser muy abstracta, pero qué es más concreto que lo abstracto...
jeudi, août 04, 2005
Lo que significa un blog
Quería hacer algo que no pensaba, es agradecer todos esos comentarios, esas presencias, qué pena, sin rostro, que aparecen por el Blog. Hace unos instantes me preguntaba la razón por la que había elegido escribir si eso significa soledad, por qué Francia y no otro país, por qué me quedé aquí, y sólo eran por qués...
Me puse a leer el diario de Westerwede y de París, de Rainier María Rilke, y comprendí algo: una no elige su vida, su fatum, como lo llamaba Nietszche, una(o)vive simplemente un poco prisionera de esas situaciones que nos acompañan a lo largo de nuestra vida y si se escribe, a lo mejor es porque ese flujo que corre por la venas, esa existencia en el desarraigo que produce el paso del tiempo, necesita ser completada. Al menos la ilusión es intensa. Robert Walser decía, me pueden hacer cualquier cosa, encerrar, aislar, pero siempre tendré mi imaginación.
Yo sé que me gusta la gente, la calidez de una voz, simplemente un gesto en un rostro, me conmueve, sobre todo cuando este está dirigido a mí. Para terminar con este texto un poco desordenado, un artista (suena pretencioso) necesita ordenar el mundo exterior y no dejarse arrastrar por él. Entonces, se aisla para poder sentir mejor lo que tiene dentro, pero se sufre la falta de los otros, de esos otros que hacen que escribir tenga algún sentido. Paul Gauguin, El salvaje peruano, como le gustaba llamarse a sí mismo, escribió en su diario: En mis obras no hay nada que sorprenda o desoriente, sino es ese "pese a mí de salvaje", lo cual que me hace inimitable.
Y con el consuelo de Gauguin y saber que Rilke también odiaba y amaba París, segura de que mañana me diré y "por qué" y por qué no está mi mamá, y mis hermanos, y mis amigos y todos aquí para abrazarlos, seguiré teniendo la caprichosa idea de seguir escribiendo... Hummmm...Per sempre.
Me puse a leer el diario de Westerwede y de París, de Rainier María Rilke, y comprendí algo: una no elige su vida, su fatum, como lo llamaba Nietszche, una(o)vive simplemente un poco prisionera de esas situaciones que nos acompañan a lo largo de nuestra vida y si se escribe, a lo mejor es porque ese flujo que corre por la venas, esa existencia en el desarraigo que produce el paso del tiempo, necesita ser completada. Al menos la ilusión es intensa. Robert Walser decía, me pueden hacer cualquier cosa, encerrar, aislar, pero siempre tendré mi imaginación.
Yo sé que me gusta la gente, la calidez de una voz, simplemente un gesto en un rostro, me conmueve, sobre todo cuando este está dirigido a mí. Para terminar con este texto un poco desordenado, un artista (suena pretencioso) necesita ordenar el mundo exterior y no dejarse arrastrar por él. Entonces, se aisla para poder sentir mejor lo que tiene dentro, pero se sufre la falta de los otros, de esos otros que hacen que escribir tenga algún sentido. Paul Gauguin, El salvaje peruano, como le gustaba llamarse a sí mismo, escribió en su diario: En mis obras no hay nada que sorprenda o desoriente, sino es ese "pese a mí de salvaje", lo cual que me hace inimitable.
Y con el consuelo de Gauguin y saber que Rilke también odiaba y amaba París, segura de que mañana me diré y "por qué" y por qué no está mi mamá, y mis hermanos, y mis amigos y todos aquí para abrazarlos, seguiré teniendo la caprichosa idea de seguir escribiendo... Hummmm...Per sempre.
mercredi, août 03, 2005
La música
Nuestro más mínimo deseo, aunque único como un acuerdo de música, admite en él todas las notas fundamentales sobre las cuales se construye nuestra existencia, La fugitiva, in La búsqueda del tiempo perdido, Marcel Proust.
Sin música la vida no tendría mucho sentido. Al menos para mí, la música es importantísima. Nunca he entendido a las personas que dicen que no les gusta y prefieren el silencio. La música es como un complemento, es mi magdalena que no se moja en el té sino en alguna escena vivida. En Lima, cuando tengo 14 años y estudio inglés en el Instituto Peruano-Norteamericano, mi gran ilusión, la gran ilusión del día, es salir al quiosco que está en el cruce de las avenidas Angamos y Arequipa, para pedir mi cancionero en inglés. Veo el rostro del vendedor que me sonríe mientras yo lo miro muy seria y le pido lo que quiero. Están de moda, Alan Parsons, Peter Frampton, Andy Gibb y otros grupos de música pop. Más tarde, es la música clásica, es Bach, el de Glen Gould, o el Chopin de Rubinstein (menos melodramático), Janacek, Mozart, algunas misas de Bellini y algunas óperas. En Francia he conocido la música alternativa, lo que se llama la World Music, pero también casos aislados como Rachid Taha, cantante de música pop de origen árabe que es un verdadero hallazgo, o Rokia Traore, cantante africana, pero también, he podido descubrir algunos discos de Placebo o de Robbie Williams, casi, casi muy comercial, aunque tiene canciones como Feel o Supreme que no son nada malas. En todo caso me doy cuenta que la música toca siempre nuestra sensibilidad y que poco tiene que ver con nuestra edad o la etapa de nuestra vida, ella se adhiere. A Placebo lo descubrí a través de Bernard Pivot, quien en un nuevo programa cultural entrevistaba al cantante con un entusiasmo de adolescente y a Radiohead porque Merce Cunninghan lo mencionaba en una de sus coreografías y también porque alguien entrañable para mí, me lo hizo oír un día de lluvia en Francia.
lundi, août 01, 2005
Juicios y valores
Para responder a una pregunta que me hace un lector. El hecho si los juicios de valor sobre el trabajo de un escritor son absolutos. No, no lo creo. Cada vez se me hace más evidente que nuestro lenguaje está marcado por una serie de elementos que se nos escapan,y que estamos limitados por el propio lenguaje. En este sentido, el lenguaje es la medida de nuestra propia experiencia, pero también la limita (Wittgenstein es uno de los filósofos que han planteado este problema, nuestro lenguaje como límite del mundo) y la aliena. Es por eso que yo veo el trabajo de escribir como un trabajo de desalienación. Foulcault nos ha hecho ver con menos inocencia cuáles son los hilos de poder que se mueven detrás del lenguaje. Entonces, toda apreciación estética tiene que ver con ese entramado que actúa sobre nuestra opinióny la limita siempre. Lo que no podemos ver, queda fuera, digamos. Es decir que ninguna valoración literaria es infalible, sino suceptible de ser comprendida dentro de un contexto. Un ejemplo concreto: tengo la impresión que se vuelve a confiar en la capacidad absoluta del lenguaje de comunicar, pero yo dudo un poco y pienso que sólo podemos actuar en el plano de la creencia, de la apuesta, a la manera de Pascal. Si escribo es porque algo en mí se resiste a pensar que esa acomunicación sea imposible, es un puente que se construye y puede caerse en cualquier momento. Yo diría, como Camille Claudel: reclamo mi libertad a gritos.
Ps: la foto que puse es d Dinard, pero Saint Malo está a la derecha, para los que desean ver mejor, ir a un Atlas...
A continuación pongo la traducción de un fragmento de la última novela de Richard Millet que sale esta primavera en Francia (Le goût des femmes laides, Gallimard). Me interesa el trabajo que hace con ciertos mitos masculinos: la belleza, la potencia sexual, el desarriago a partir de la fealdad, etc. Todo esto lo lleva a practicar una especie de auscultación del propio cuerpo como un síntoma mayor de ese desarriago, a practicar un desprecio de sí mismo que es una forma filosófica de enfrentar el mundo y el “ahora”. Por supuesto, RM practica lo que yo llamo una estrategia para llegar al fondo de sí mismo, aunque esto parezca siempre estar en la periferia...Hummmm... De paso, me doy cuenta que La edad del hombre, de Leiris, merecería una nueva traducción.
No era simplemente feo: era demasiado feo, ese pequeño abverbio que resume una situación que me descubría cada día la inmensidad de lo que me estaba reservado. Tenía que encontrar soluciones que ningún libro ofrecía, ni ninguna boca. Decirme demasiado feo era para les Negre, los padres de Brigitte, una manera de hundir el rostro de su hija en un agua que la habría transfigurado, algo que hubiese correspondido mejor a su rango social, haciéndola sentir orgullosa de llamarse Brigitte: estábamos en la época en que Brigitte Bardot era un mito erótico viviente y se trataba de un homenaje a la actriz el hecho de llevar ese nombre, y también, a lo mejor, para hacer olvidar ese patronímico que no significaba más que negro, como en Lenoir, pero que juzgaban detestable...
(...)
Feo como un piojo, como un sapo, como un culo, como los siete pecados capitales, feo que da miedo, más feo que el diablo, cara de sileno, de gorgona, espantapájaros, Calígula, Quasimodo, caballero de triste figura, monstruo de Frankenstein, cara de Pythre: he conocido la letanía de las metáforas, en Siom, y en otras partes, y he comprendido que no somos feos así nomás, en sí mismos, pero que la fealdad golpea vivamente a los que la observan haciendo que necesiten elementos de comparación para defenderse y tolerarla: una forma de relativizar-una figura de estilo que se trata de inscribir en un contexto más general, por ejemplo, en la gran mitología animal que se nos parece, nosotros, los feos, a una forma de belleza que obedece a las mismas metáforas; feo como un sapo, o bello como un venado se unían en la imposible designación de lo que es exactamente una persona fea o alguien bello. De ahí mi decisión de hablar lo más libremente de mí y de medir a la luz de mi figura los rostros que surgieran alrededor de mí, todos los rostros.
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