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dimanche, mars 27, 2011

Tenir bon, Gradiva,..

"Tenir bon", quiere decir mantenerse siempre de pie, el rostro bien en alto, buscar la luz, orientarse... Ayer fui a la Feria del libro de Caracas, en el teatro Teresa Careño, uno de los más grandes de la ciudad, de arquitectura muy moderna, un espacio de convergencia, vivo, lleno de gente de todas las edades. Totalmente democrático. Y ahí, en el stand de la editorial Siglo XXI compré libros que ya había leído pero que necesito revisar, y aunque, algunos fuesen traducciones del francés, decidí comprarlos después de hacer malabares para poder pagar (una de las cosas que me devuelve a la realidad es el desapego que impone Venezuela con los símbolos del poder adquisitivo, la tarjeta de crédito, la de débito, etc... pueden ser interpretados como símbolos, puesto que son representaciones-concretas- del poder adquirir, pero, y el trueque, ¿no es otra forma de adquirir?) y, antes de irme por las ramas, compré entonces,  Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes, que estaba en medio de una pléyade de libros de Michel Foucault, y Lacan !! Además de Eduardo Galeano (sic).... Entraban niños, mujeres, todoas pugnaban por mantenerse en la cola, mientras la persona de la caja anunciaba cortes en el cabezal de tarjetas, etc... Por fin, salí con mis libros bajo el brazo. Abro el libro de Barthes, fragmento sobre la figura mítica de la Gradiva:

El héroe de Gradiva es un enamorado excesivo: alucina lo que otros no harían más que evocar. La antigua Gradiva, figura a la que ama sin saberlo, es percibida como una persona real: ahí está el delirio. Ella, para escapar suavemente, se conforma al principio a ese deliro, entra en él un poco, consciente en representar el papel de la Gradiva, en no destruir enseguida la ilusión y en no despertar bruscamente al soñador, en aproximar insensiblemente el mito a la realidad, mediante lo cual, la experiencia amorosa asume, hasta cierto punto, la misma función que la cura analítica. 

!Qué lúcido Barthes!! Yon siempre he pensado que hay personas que facilitan este trabajo, aproximan, o hacen que el mito deje de serlo,  para dejar paso a la realidad. Sucede con las separaciones por dar un ejemplo fácil. Muchas veces, cuando entramos en una relación amorosa, todo nuestro aparato mitológico se pone en marcha y activa razones para mantenerse activo, es decir, crea ficciones en torno a lo que se vive, antes de pasar a ser una relación de verdad en la que cada uno es una parte entera de ese proceso. Hay relaciones que nunca pasan a ser concretas sino que cuando se rompe el mito que las ha fundado, se desmoronan, una imagen que me viene a la memoria es la Justine de Lawrence Durell, que es reemplazada por una relación más verdadera con Clea, en el Cuarteto de Alejandría. Yo recuerdo haber pedido una vez que me dejasen hacer ese trabajo, pero creo que muy pocas personas entienden, o prestan atención, a la función que cumplen dentro de la psique de alguien. Y no podemos exigir algo que a los ojos del Otroa, no aparece claramente.

Sigo con mis lecturas de domingo, leo una estupenda entrevista (le nouvel Observateur, del 17-23 de marzo) a una la autora indú, Arundhati Roy,, cuya visión de las revoluciones de Oriente, es muy distinta de la celebradísima  en los medios occidentales que leemos y que nosotros repetimos. Hay que seguirle los pasos a esta escritora, quien acaba de publicar un ensayo: La democracia.

tal vez un paseo en la Cota Mil en bicicleta, tal vez a pie, tal vez una canción, y otras lecturas...

2 commentaires:

Rocamadour a dit…

Hola Patricia. No sé hasta dónde sea cierto el saberse un mito, en el sentido de buscar un “centro”. Ese lugar donde uno se reconoce y adonde uno siempre quiere volver. Pensaba en eso y no dejaba de responderme que el centro no existía, que todo era un camino en el que uno tiene que seguir andando, es decir, seguir creyendo en uno mismo, sin abandonarse, sin distraerse en otras personas, sin dejar de buscarse, sin dejar de leer lo que necesita. Pero ese camino a la vez es como una página en blanco, como la soledad del silencio, de no tener con quién hablar de lo importante o que te digan lo importante. Y es paja ver que entonces en ese período de crisis, estando en otro país por ejemplo, con la lectura adecuada uno se reconoce, como una mano que te levanta del piso en que estás atorado, y así se desmorona el mito de sí mismo, se afrontan las desilusiones y se ve tal cual. Las palabras que uno escribe entonces ya no son el mito, la pose, la demostración de la inteligencia, del genio; si no algo que merecía salvarse, que merecía perdurar por encima del tiempo que es irrecuperable, esos momentos inesperados. Y esa siempre ha sido mi intención, dejar algo que merecía salvarse. Es muy difícil, y siempre el mito como un canto de sirena que aliena, que ficcionaliza la vida, y lo vuelve a uno un personaje. ¿Cosas concretas? No olvidarse que ahí está la realidad, que ahí está la muerte, que hay mucho por salvar.

Patricia De Souza a dit…

Por supuesto, debemos salir adelante, soloas, pero eso no impide que el proceso tenga lugar... es un fatum, la interpretación que hagamos de ello, es otra cosa...