No pensé que llegaría, pensé que no soportaría las dos horas en camioneta, la hora y media en lancha por el río, que resultó siendo 3 horas porque la lancha se malogró. Pero, aquí estoy, en el Delta del Orinoco, con Olivier y sus padres que me sorprenden por sus resistencia. Sentada frente a mi computadora, escribiendo frente a la selva primera, no eds todavía la selva-selva... El´río fluye rápido, los colores son suaves y brillantes, hay tucanes, papagallos, nenúfares que navegan empujados por el viento, delfines... Y yo no me podía perder este espectáculo. La conexión wi fi es mínima, pero me permite escribir, aunque no pienso apartarme tanto de la naturaleza, solo que necesito soledad para entrar en contacto con ella y me he quedado sola mientras todos hacen un paseo. No poseo espíritu gregario, no puedo. Levanto la mirada y cuando veo las palmeras agitadas por el viento, doradas por el sol,el agua verde relampagueante, pienso que este lugar es también de ficción y sé que soy afortunada en estar aquí. Me han advertido que a partir dela cinco de la tarde aparecen los mosquitos, o sea, una agujita aquí, otra allá... tendré imágenes, muchas imágenes, espero. Me muero de ganas por conocer cómo viven las poblaciones, los Warao (que han poblado esta región desde hace 9,000 años, viven de la pesca y son transhumantes, además de tener un pensamiento mágico importante), s, debe ser mi lado etnóloga, que explica mi fascinación por Lévi-Strauss...
Oko Naria: hast la vista! en warao.
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