A veces me encuentro muda, ya no sé con quién hablar, o qué decir. Es la desposesión, un abandono pasajero del lenguaje como herramienta espiritual. Cuando la vida concreta es demasiado pesada, hay que aprender a nombrarla de nuevo, nacer con ella, aprender a caminar...
A veces me sorprendo de que la duda esté ausente, de esta alocada marcha del tiempo, de este mundo que corre no sé adónde.
Si bajo una escalera, otroas la suben, pero, ¿Por qué? Me digo, me repito, que algún día comprenderé, tantos libros, tantas palabras, tanto decir, todo eso... ¿para quién, para qué, si nadie nos oye?
Tal vez un día tengamos la humildad de renunciar a estos "derechos de autor(a)", a ser un nombre más en una guía de Internet con textos escritos, creo, honestamente que nos vamos acercando a esa etapa. Y no me da miedo, solo siento ganas de mantener un silencio prudente, observador. Al final, no soy menos escritora si me pongo a cosechar verduras o vender cuadros, porque cada gesto, cada línea, cada frase, es una forma de sobrevivencia, sin trampa, sin tregua.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire