Cuelgo aquí una reseña de la revista en línea, Narrativas, que me ha encantado. No por los elogios, honestamente, sino, porque hay un esfuerzo por comrpender lo que dice la autora, yo, y también las otras mujeres que he deseado representar...
léanla... yo voy a Dinard y a la bahía de la Grand Bé, donde está enterrado René de Chateaubriand, en Saint Malo... ya rendiré cuentas...
∗ Publicado en España por Barataria (ISBN 978-84-95764-86-7)
ERÓTIKA, de Patricia de Souza ∗
Editorial Jus
Colección: Contemporáneos
Fecha de publicación: 2008
100 páginas
ISBN 987-607-412-002-8
Ya está en línea el número 15 de NARRATIVAS. Revista de Narrativa contemporánea en castellano. La revista puede descargarse en la siguiente dirección:
http://www.revistanarrativas.com/Este número consta de los siguientes contenidos: -
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Erótika, escenas de la vida sexual de Patricia de Souza (Cora-Cora, Ayacucho, Perú, 1964), un libro que aborda el universo femenino (y masculino) en el contexto hispanoamericano. Lo que en la primera parte plantea como escenas homónimas, deriva hacia un discurso pro-fundo, puntual y reflexivo en la segunda parte, con Imaginario. La auto-ra utiliza con sutileza las referencias de sus preferencias literarias en lo erótico y demuestra a través de un acercamiento íntimo y complejo la labor que debe ser constante entre todos noso-tros: tener la capacidad de separar el deseo del afecto. Y a las mujeres les corresponde controlar los límites de su elección, duración y exclusividad desde los deseos sexuales, sus predilecciones, sus sueños y fantasías, su iniciación… Para ello, éstas deben «levantar la voz para decir: aquí estoy, no tengo miedo, sigo mi deseo», quizás, la única forma de romper con los cánones esta-blecidos.
Su lectura más que sorpresas nos llena de interrogaciones; quizás no emocione pero seduce, inquieta, pues la pulsión erótica que la autora mantiene a lo largo de sus páginas, más que dar-nos imágenes para la imaginación (valga la redundancia asociativa), conduce –o mejor, induce– a penetrar en un universo en el cual las mujeres asumen su sexualidad, su condición de mujer, para rechazar ese «miedo absurdo» que produce el dilema moral religioso poblado de dogmas, barreras, falsedades etc., en donde estuvieron sometidos por siglos el cuerpo y sus deseos, siempre inexplorados e inexplicados, lo que lleva a un personaje a plantear «…el sexo es y será parte de nuestras vidas, una imagen secreta, olvidada y vuelta a revivir por la fuerza de la evoca-ción».
Bajo esa óptica femenina, los personajes desfilan con espontaneidad, desenfado y sencillez a lo largo del libro, aunque algunos parecen salidos del cine y deformados por una lente que no en-seña pedazos rotos de un cuerpo en búsqueda de placer sino de identidad, de espacio para deci-dir. Decidir sin culpa su forma de pensar, sus sensaciones, frente al deseo sexual, forjado desde el laberinto personal que la autora ofrece como espejo y sacrificio –como pantalla– y que sirve de sustrato para la lucha continua en contra de la imagen parcial, frágil y dependiente de la mujer, no tener «miedo de su cuerpo ni de decir: aquí estoy». Por eso se expresan dueñas, más que de su propia nariz (no se puede ser feliz en la fragmentación), de su cuerpo.
Narrado en primera persona, casi en su mayoría, salvo Oscuro deseo relatado por un hombre, acaso para demostrar y diferenciar el sentido de la persecución y de la búsqueda, más que en el discurso, como un equivoco «no en el sentido moral, sino más bien como un desapego». Y mues-tra con precisión de detalles el mundo de los personajes femeninos que no buscan un amor plató-nico «…como un sentimiento exclusivo, hacia una sola persona, y recuerdo haberme preguntado si eso implicaba que no podíamos querer a otra persona al mismo tiempo». No, aquí no hay dra-mas o lástimas, ni perversidades o rarezas, al contrario, utiliza un lenguaje íntimo, explicito y
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directo, sin rodeos, lleno de sinceridad con imágenes sensuales y sexuales intensas, donde las mujeres buscan su libertad con acciones, no con excusas o con desconsoladas defensas. Por otro lado, se arbolan con el derecho de decidir mostrar lo bello, lo íntimo, la búsqueda del placer, la iniciativa al sexo, de modo independiente y sin remordimientos, porque la libertad por encima de la necesidad, del papel moldeador de la religión, o del placer como algo sucio… «Recuerdo que esa vez yo me estremecí de placer. Pero muy pronto comprendí que ese placer se me hacía sentir como una falta, algo sucio, como si yo fuese un ser que carecía del órgano prominente que tenían los varones, y entonces empecé a sentir mucha frustración».
El ritmo del sujeto narrativo transcurre con naturalidad y agilidad, destilado, ofreciéndonos imáge-nes precisas, muy próximas, de mujeres, a veces masoquistas, perversas o sádicas; otras ino-centes, ávidas o iluminadas; recorriendo los espacios, los tiempos, a veces en retrospectiva, donde un personaje puede especular con lo intrigante y fascinante que puede ser perder la virginidad; o describir el ambiente de la iniciación sexual hasta el control de los límites del deseo. Con estas impresiones la autora esboza su ambición: revertir la visión preestablecida de valores predominantes en el mundo de la literatura erótica, al ser ésta enfocada hacia el deleite del de-seo exclusivo masculino. Para eso hay que «deshacer, descifrar y rebelarse» contra esa imposi-ción identitaria. La mujer debe elevar su autoestima y autonomía y exigir que la persona que la quiera también la respete, por encima de los dilemas morales impuestos por sentimientos religio-sos o temores infantiles que se producen al fijar «la prueba de amor» como algo que debe ir aso-ciado a ese «sentimiento exclusivo», casi como una devoción, cuando en una relación de pareja, dice una personaje, «…saber ponerle límites al deseo es saber qué queremos en la vida, y no sé si sabemos qué queremos en la vida porque hay como una falla que nunca nos permite ver bien».
Si las mujeres son independientes, altaneras y tienen empuje, los personajes hombres aparecen frágiles, indefensos o sirven de brújula que les oriente sexualmente hacia «una sensibilidad dis-tinta en los sentidos» o «que buscaban una sensación de seguridad» que no esté definida por el dominio y sí por la búsqueda del auto y mutuo descubrimiento de «…aquellos que nunca se sien-ten bien en su rol masculino, y se hunden en la melancolía, aquellos que tienen un aire de inde-fensión que desarma, y que suelen ser leales». A pesar de quejarse de la falta de compromiso, de sensibilidad, de indiferencia y de incapacidad para intuir la idiosincrasia femenina, tanto los hombres cuanto las mujeres «…tiene[n] que librar contra su propio deseo; lucha que muchas veces exige ser valiente y perder el miedo de exponerse y entregarse»; a pesar de que la socie-dad no los (nos) señala, y los problemas derivados de la culpa lo sienten (sentimos) menos, tam-bién son (somos) parte de esa lucha.
La capacidad de observación de De Souza la lleva a abordar en abundantes situaciones las rela-ciones de poder y sentimientos como el amor, la violencia, la infancia, etc., que desplaza lo eró-tico a un segundo plano, buscando a partir de la perspectiva femenina –desde la primera relación pasando por los sueños ingenuos de la infancia hasta parejas de edades distintas, desarrollo de fantasías sexuales– llegar incluso a cuestionar una «escritura femenina» cuando un personaje dice que «el género no define la manera de escribir». Quizá quiera expresar una distinción entre los sexos en el enfoque de las peculiaridades al acercarse a la vida real. Posiblemente no haya una regla, pero sí un ritmo y compás para mostrar, ordenar, razonar…
Huelga decir que lo consigue eliminando ruidos, quitando asperezas, desprejuiciando las relacio-nes y añadiendo «situaciones que pueden ser consideradas como iniciadoras y propiciadoras del juego sexual», al elaborar una dicción a partir de la voz de mujer y de hembra, donde la mirada y el disfrute –aunque surjan de la duda del cuerpo como una metáfora o de la anatomía como des-tino, basados en la diferencia de la igualdad o en la igualdad de la diferencia– sean más que un desafío, una realidad. Es decir, desviar el enfoque fuera del imaginario masculino e intentar deshacerse de las fantasías que lo dominan. Desde ese punto de vista, aquí reside su gran logro, trazar un límite entre lo erótico y lo pornográfico, mostrando las ideas de sexualidad y de deseo, sin miedo, pues como dice un personaje: «…la sexualidad nunca me ha interesado como un valor de intercambio –a cuántos hombres podemos seducir con nuestro cuerpo– sino como una forma de sabiduría.»
Al buscar una salida de ese laberinto cuestiona un discurso adjudicado a las mujeres, cuyo papel aparece impuesto como un rol fijo y estereotipado; más que escenas de una experiencia sexual o sensorial, delinea una forma venerable de indagación, reflexión y aceptación de la sexualidad como un valor perteneciente a la libertad individual y no como un placer aureolado de culpabili-dad o una «especie de cura» de una falla de debilidad. Acaso no sea suficiente para recuperar el cuerpo encadenado a la cárcel social, tanto del cristianismo como del dominio sociocultural hete-
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ropatriarcal, pero sugiere, señala, dibuja, proyecta...
© Gilmar Simoes
http://gilmarsimoes.webcindario.com
CONSTRUYENDO BABEL, de Hilario J. Rodríguez
Editorial Tropismos
Fecha de publicación: 2004
232 páginas
ISBN 978-84-934068-0-6
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