Ayer conversaba con una amiga periodista sobre la ausencia de crítica literaria en España y sobre todo en América latina. Resulta que hay demasiados libros que nadie lee ni recupera para ser analizados proque exigen un desplazamiento en el pensamiento, a veces un esfuerzo. Y yo creo que la crítica en nuestro espacio está demasiado alienada con el poder, protege valores de otro siglo, visiones de otra época sin seguir el movimiento del mundo. Es lo que noto también en el Perú que tiene una organización netamente patriarcal y en donde las mujeres son sus mejores perros guardianes. Para preservar su seguridad pueden llegar a ser las peores perseguidoras de las que transgreden o se alejan de la tribu. Ahora que se cumple el centenario de Simone de Beauvoir, sería bueno que se relea El segundo sexo, a la luz de est época. Estoy segura de que no ha envejecido, que hay mucho que recuperar en él. Yo creo que las cosas no han cambiado demasiado desde que Beavoir escribió este libro, siempe habrá alguna manera de hacer que aquellas personas que son independientes paguen su cuota al rey, al "rey de los tontos" quiero decir...
leo un diario de Emmanuel Monnier, fundador de la revista francesa Esprit, un personaje noble, intenso.... este libro lo publicó la editorial mexicana Jus, para queind ebería escribir un texto... que debo terminar en poco tiempo...
Hay partes sublimes que me hacen pensar en Simone Weil, por ejemplo este fragmento: Es aquí donde hay que volver a la verdadera naturaleza del afecto. Este no existe para ser felices juntos. Es la ley del más del crecimiento espiritual y de la verdad que hace daño. "Mi reino no es de este mundo", implica que la armonía no es de este mundo; cualquier afecto demasiado armonioso, cualquier acuerdo demasiado constante, cualquier dulzura demasiado sistemática, cualquier optimismo demasiado acomodaticio están parcialmente tejidos de mentira. Deberíamos medir la profundidad de los afectos por las alegrías mutuas que nos damos, ciertamente, pero también y no exagero, por las heridas que nos producimos. Hay heridas inútiles, las que proceden del choque de los egocentrsimos; está claro que hablo de otras, de las que son necesarias para no vivir en la mentira y para despertarse mutuamente del sueño de la costumbre...
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