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lundi, juillet 31, 2006

Estoy en Barcelona, bajo los efectos del calor extremo que hace este verano en Europa. Todos los días el sol aparece temprano y no cesa hasta la noche. Ahora entiendo por qué Camus decía que el sol de España es cruel. Hay una especie de imposición natural que sabotea el cuerpo y la mente. Siento que le pertenezco a la naturaleza y que hay que resignarse a estar sudada y cansada, andar lento, cambiar de ritmo. Ayer, en casa de un amigo catalán que es pintor, estuve a punto de desmayarme cuando trataba en mostrarme unos dibujos que ilustrarán una exposición de Lautréamont. La ventana estaba cerrada y no había aire sino una especie de vaho húmedo y denso. La atmósfera parecía estático y sin oxígeno. Fue raro sentirse tan descompuesta por el clima. Yo, que sueño con ir al África del norte, me digo que a lo mejor no soporto temperaturas extremas...mmmm... veremos...
Releo el diario de Julio Ramón Ribeyro: La tentación del fracaso. Me interesa la relación que se establece entre el soma y el cuerpo, es decir, en la somatización de un malestar existencial. Cierto, Ribeyro ha sido capaz de observar sus límites y debilidades, incluso su propia mediocridad, y exponerlas observándolas con la vocación de un etnólogo. Lo que no acabo de entender es si la enfermedad desata esto o es que su siempre estuvo así, de ida y vuelta de toda experiencia, incrédulo hasta la médula. El mismo dice que nunca pudo construir personajes y novelas épicas, porque carecía de ello, más bien se situó en lo individual, en lo fortuito. Y al final de cuentas no debía ser un problema para construir lo que podrá decirse “su obra”. Tener la idea de que se construye “una obra”, es de por sí, bastante ambicioso (ahora ya ni entiendo cuando dicen “obra”, me suena pomposo, salvo por el sentido etimológico del término), ¿entonces?... ¿qué sucedía? Tal vez lo que dije antes, que era capaz de ver sus debilidades y su incapacidad de llevar a cabo una empresa posiblemente porque se había impuesto un modelo que no iba con su carácter, simplemente porque si se hubiese visto como un simple mortal, una persona que escribe y punto, su malestar, su culpa, hubiesen disminuido. Y sin embargo, escribir fue su debilidad y su fuerte, lo que le hizo vivir intensamente, su pasión más importante (es impresionante su método para llevar a cabo ciertos proyectos, su rigor... esa es la contradicción). Su diario me recuerda más al de Paul Léataud, a quien admiraba, más que al de André Gide o el de Michel Leiris, a quien leyó ya en Lima. Claro, en sus ideas estéticas, incluso morales, Ribeyro era un clásico, un conservador, no un rebelde o un contestatario. Tal vez (me atrevo a decirlo con años de distancia) la somatización, la enfermedad de la cual habla en todos sus textos autobiográficos haya sido la culminación de una resistencia pasiva, sin atreverse a hacer verdadera explosión, en su interior. De ahí el título: La tentación dle fracaso. Pienso en otro texto, este caso se trata de una novela, que leí en el monasterio de Saorge. El libro se llamaba Marte y el autor es un alemán, Fritz Zorn. No escribió sino ese libro el día que supo que se iba a morir de un cáncer. Para él su educación pequeño-burguesa-represiva contra toda libertad individual, fue una educación para la muerte, una educación para terminar en analogía con lo que se ha vivido. Lo dice, y lo analiza sin melodrama. Ribeyro, como Léautaud, eran más bien hijos de una pequeña buguesía, trabajadores sin rabia, sin contestación, pero, en el caso de Ribeyro conscientes de su situación dentro del mundo, de su incapacidad de salir de su laberinto kafkiano sino era a través de la renuncia a cierta parte de sí mismo y a una cierta inercia. No actuar, no atreverse nada. Ribeyro me reprochaba mi necesidad de acción, de estar siempre con combustible. Recuerdo que una vez me dijo: tu ne fais pas les choses, tu débacles (no haces las cosas, tropiezas). Y yo me reí y le contesté algo así como que siempre me levantaba. Yo interpreto mi acción como la de un músculo, la de dar un zarpazo para atrapar algo que está en el aire. Es también uan noción del deseo en forma activa.... Éramos muy distintos y hemos llegado a ser amigos aunque yo era lo que se dice una chiquilla, y de muy mal carácter. Ribeyro ha vivido intensamente, incluso débil físicamente. Sabía disfrutar de la vida, de placeres espirituales, delicados, de la comida, de un cigrarrilo, de una compañía, además de los libros. Seguiré con mi diario. El viernes regreso a París y allí, como Ribeyro, pasaré el mes de agosto entre libros y bibliotecas. La ciudad estará vacía, menos ajena, más silenciosa.

Conflicto

Una pregunta que no ceso de hacerme es si uno puede confiar en la palabra, en la palabra dicha y escrita. En que el diálogo, la persuasión, existan. Me da pavor cuando los conflictos alcanzan picos de violencia, cuando la palabra desaparece. Analizar un problema, comprenderlo, depende de nuestra perspectiva y de los intrumentos que tengamos en nuestro poder para hacerlo. Pero es posible que ciertas personas (de ahí los conflictos) nunca deseen ver ni escuchar nada, es como si fuesen ciegos ante cualquier llamado de atención, casi diría que hay personas que cuando se les pone frente a otros que no son de su misma cultura (incluso simplemente por haber vivido otro tipo de experiencias) como si se les pusiera delante de un cuadro abstracto, no leen, ven solo formas abstractas y por eso ignoran que están frente a otra persona, de una sensibilidad concreta (ahor apienso que remotamente todos buscamos una fusión en la comunicación, como con una madre, en un estado de armonía ideal). Siempre vuelvo a este tema porque soy como una creyente que piensa que una transformación espiritual es posible, por eso, la pasión, la fuerza de un texto, su vehemencia, me conmueven más que una arquitectura bien pensada o una idea bien expuesta (acabo de entregar un texto a manera de epílogo: cada vez me interesan más las imperfecciones en un texto). Yo creo que a lo mejor hay formas de estar en el mundo, una de ellas, de forma cautelosa, preventiva y más racional, otra, más vehemente, movible, apasionada. Todo esto no es psicología, ni conductismo, es simplemente intuición. Si no fuera tan ingenua como para creer que un libro toca una fibra interna de una persona, como me ha sucedido a mí, transformando una vida, no escribiría. Eso no me lleva a pensar que un gesto, una caricia, nos sean igualmente importantes. Y al mismo tiempo me digo que si avanzo sin esperar nada, sin creer fundamentalmentee en nada, seguiré el camino de la virtud, aunque no pueda evitar cierta irritación ante cierto cinismo, cierto desapego. Para concluir sin concluir, todo parece una cuestión de personalidad e imagen: mientras creamos en nuestra propia fuerza de acción, en que trascenderemos nuestra circunstancia, la máquina el deseo sigue en movimiento, si dejamos de confiar, si nos ponemos supersticiosos, creo que perdemos nuestra fuerza: ese deseo... en fin, son ideas... pienso que pueda ser que algunas personas no tengan nada qué decirse, aunque... el atenuante es importante: estoy convencida de que la vida es un enigma y que no podemos si no sorprendernos con cierta alegría y un poco de humildad...

Y todo podría ser una cuestión de deseo y de resistirse a renunciar a él porque es terrible luchar contra su deseo, es agotador.

jeudi, juillet 27, 2006

El trabajo


Conversaba sobre el valor del trabajo, el trabajo remunerado. Si en la antigua Grecia se pensaba que la condición ideal de la persona era el estado contemplativo, en nuestra cultura judeo-cristiana el valor de trabajo como fuerza productora, transformadora y de acumulación de riquezas, como lo explicó Marx (un místico en el fondo, para Simone Weil), tiene un valor de sentido en sí mismo: el trabajo dignifica la existencia, la hace dinámica, la enriquece. Ese es su valor social, pero moralmente es quizás un acto de solidaridad hacia los demás. Por medio del trabajo yo me uno a la comunidad, pero también la honoro, le rindo homenaje. Los estados de ocio de hecho son productivos, porque el trabajo sin vocación o pasión, aliena, destruye la vida personal de quien lo practica. Vivianne Forestier, una periodista francesa predijo en “El horror económico” que el trabajo remunerado desaparecería con el tiempo, tal vez volviendo a una sociedad de trueque o en la que se trabaje para auto-abastacerse, pero sin el sentido de plusvalía. En todo caso, moralemente, el trabajo es una forma de estar presente en el mundo, el ocio, como una forma de inercia o estado próximo a la muerte, por eso la acción, y la acción compartida, es tan revitalizante. Bueno, me decía esto a raíz de la llegada del verano y de la necesidad de mucha gente de no hacer nada, simplemente ponerse al sol y matar las horas para volver a la rutina, pero trabajar, pensaba, es también estar presente en forma de acción, de obrar, de hacer, no solamente para ganar dinero sino porque estar vivos es estar en estado de combustión, es la creatividad en nuestras vidas lo que nos diferencia de otras especies, entonces... ¡a trabajar!

lundi, juillet 24, 2006

el azar objetivo


Pensar que el azar no existe, lleva siempre a pensar que las cosas suceden por necesidad en una serie de concatenación de hechos que nos llevan a olvidar que las cosas suceden simplemente porque sí, un rostro y su belleza radica en el instante efímero en que aparece y desaparece ante nuestros ojos, una frase, un gesto cualquiera. El azar objetivo de los surrealistas considraba que las cosas sucedían porque un impulso vital las objetivaba, de ahí su idea romántica del amor, sin embargo en la filosofía canónica oriental la idea del azar es saber adaptarse a los eventos con docilidad. Las hexagramas del I Ching son un ejemplo y hay personas, artistas como el coreógrafo neoyorkino, Mercé Cunningham, que improvisa sus correografías de acuerdo a las figuras del I Ching. Por eso, me digo, que hay que saber adaptarse a su instante, a su fatum, y vivirlo con cierta vocación. Siempre, pese a todo, he pensado en las reglas de la siemetría, en que las cosas se configuran de forma armoniosa si somos capaces de deslizarnos por la vida como por los intersticios, dando tumbos, pero ditirámbicos, alegres, dejando lugar a la sorpresa. Lo que tiene que ser será.

vendredi, juillet 21, 2006

Tal vez vivamos una época de desapego, la fuerza de lo efímero, la brutalidad de la indiferencia. Siempre he confiado en que todos somos capaces de hacer que el lenguaje pueda ensanchar nuestra comprensión (los límites de nuestro lenguaje, son los límites del mundo, Wittgenstein dixit) y hacer que nuestra manera de sentir y vivir sea más intensa, más creativa. Todo está en la creatividad, la combinación entre lo que somos y lo que existe en el exterior (integrar mi microcosmos al microcosmos, decía Michel Leiris). La civilización, la persona, el individuo civilizado es una forma de arte que empieza con los primeros dibujos de una mano dirigida por una cabeza capaz de hacer una abstracción de su propia situación en una caverna de la pre-historia. Luego, lo que fue imagen se hizo lenguaje. Por eso se me hace imposible concebir que estemos incapacitados para comprender y para compartir... sin embargo... si existen guerras, destrucción, sordera, locura destructiva, es porque justamente, esa capacidad de poder hacer abstracción de su propia situación y verla como relativa se hace absoluta, niega la aparición de otra cosa (otra persona), por necia y vanidosa, y decide destruirla. Existe el poema de Oscar Wilde, La balada de la cárcel del Reading: cada hombre mata a lo que ama, unos lo hacen con un beso, otros con una sonrisa... Porque no se puede no amar a otra persona (al menos, yo pienso que en el odio hay algo de amor), como esa niña que mata a un pájaro para purgar su cólera contra el mundo, y enferma de odio e ira se echa a llorar sobre el animal muerto. Eso es lo que pasa entre judíos y musulmanes, están tan cerca que se destruyen. Terrible constatación de nuestra pequeñez, de que nadie, nadie está libre y por eso la vida se convierte en una batalla por la armonía, por el afecto, por el amor.

mardi, juillet 18, 2006

La lentitud



Siempre estamos impelidos a ir muy de prisa, empujados a actuar, decidir, inventar. En realidad, a lo mejor la vida contemporánea no respeta el ritmo de nuestro cuerpo, lo violenta y lo hace cada vez más incapaz de adaptarse. Por eso los sabios chinos le dan tanta importancia a los síntomas que provienen de un cuerpo. La lentitud, como contemplación y no como inercia podría ser casi una virtud. Ir lento es también saber observar. Pero también hay que ir lento y seguro, es decir, no equivocarse de ruta. Recuerdo que una vez conversaba con Julio Ramón Ribeyro, en la terraza de su casa en Barranco y me decía: a veces una vida depende de un encuentro, de saber hacer una elección. Hay revoluciones(copérnicas) necesarias en la vida de cada persona, revoluciones que a veces son dolorosas, pero que, siempre, siempre, terminan rindiendo frutos. Pensaba en qué hacía que una persona, se le abrieran los ojos hacia otra realidad. Alguien también me comentó: he tenido una visión. ¿Podemos ser visionarios en nuestras propias vidas? Sí, tal vez sí, eso depende muchas veces de las personas que encontramos y de su calidad humana. Hay que aproximarse de los sabios, evitar a los necios, ir hacia todo aquello que nos mueva, nos haga sentir que nos hemos equivocado, menos de lo idéntico, ser como un libro abierto que se escribe cada día en un idioma distinto, he ahí algo que sí me interesa.

Ps: los textos que me han mencionado de Westphalen, no los conozco, pero averiguaré con amigos.

jeudi, juillet 13, 2006

El tiempo


Acabo de llegar a Sète, la ciudad del Cementerio marino, de Paul Valéry. Hay diez grados más de temperatura, en París solo hacía 24. Desde el comedor veo el mar, pero, con el calor me da cierto respeto ponerme bajo ese sol. Creo que las personas que hemos vivido en Lima (y yo siempre a 25 grados en Chaclacayo), toleramos mal el calor extremo, o el frío. No sé, es como si me faltase esa información en el disco duro, no lo identifico y tengo que hacer esfuerzos mentales enormes para no agobiarme... bueno, tampoco es que sea una pesadilla... Hoy estaba pensando en la noción del tiempo y en lo extraño que es para mí la idea de un futuro lejano. Creo que esa idea de tiempo progresivo, una línea que parte de un punto para llegar a otro, no nos deja vivir el presente (Nietszche veía el tiempo circular, el Eterno retorno). Cuando hablo con algunas personas amigas, siempre me están diciendo que tienen que hacer algo con sus vidas, pero ¿no se trata de simplemente vivir? Es decir, no hay nada que no se dé en el instante en que estamos vivos y miramos, Miramos, la vida con ganas y estamos presentes de cuerpo entero. El proyecto de una vida podría ser simplemente vivir, y eso sería todo.
Hoy, en el diario Liberationhttp://www.liberation.fr, Jean Jacques Schuhl, hace un retrato de Jean Luc Godard, a propósito de la exposición del centro Pompidou, que termina siendo su propio retrato. Recuerdo que cuando lo conocí, me impresionó su extrema delicadeza, parecía un personaje de película, de un brillo tenue, casi exiguo. Es un escritor a quien no le gusta que le llamen escritor y de una timidez extrema: Está casado con Ingrid Caven (ex de Ives Saint Laurent, pero sobre todo del Fasssbinder) y para mí es un personaje entrañable. Un solo libro: Ingrid Caven justamente, publicado en Seix Barral (parece que la traducción no es buena) y se ganó el Congourt, pero ¿qué hace con un Congourt alguien que no se siente escritor? Pues nada, dice que no escribe... esos son los peligros de los Premios. Tal vez lo bonito en esto de escribir es que es una especie de apuesta loca, apasionada, en el vacío... cuando empieza a tomar forma de carrera o profesión, hay que demisionar...

Salmo T. de El Cementerio Marino

El más escéptico de todos
es el Tiempo
Que con los Nos hace Sis
y con el odio amor
y al contrario
Y si el río no remonta a su fuente
y si la manzana caída no salta
y se reúne con su rama
es porque te falta paciencia
para creerlo.

foto: vista de Sète desde el Cementerio marino.

dimanche, juillet 09, 2006

Westphalen


Ayer, en el suplemento Babelia, del diario El país, ha salido publicado un artículo de Juan Goytisolo sobre una antología hecha por Octavio Paz, Laurel. Más que un artículo sobre antologías Goytisolo crìtica una vez más la idea de una literatura nacional. Paz, se interesó por todas las culturas, las estudió con empeño y dedicación para ampliar su cosmovisión. Sin pretender sonar moralista, porque no es la idea, lo importante es que su huella esté fresca y creo que sí lo está. Uno de los ensayos que más he disfrutado es La doble llama, me gustó que fuese escrito a una edad avanzada, no mucho antes de su desaparición. Y hay una generosidad en todo esto, la necesidad de desarraigarse para entender mejor a otras personas con historias personales muy distintas de las nuestras. Comprender otras civizaciones es aceptar que nos somos más que un pequeño accidente, casi un milagro, y que nada es definitivo ni irrevervesible. Goytisolo hace mención a la polémica antología Insulas extrañas, publicada con la idea una poesía en idioma castellano que pretendía de alguna forma juntar a muchos poetas, con un criterio de antología, por supuesto, pero sin privilegiar a los insulares, cosa que no gustó mucho y que comentábamos con Blanca Varela, una de las antólogas, durante la presentación en Madrid. Y como Goytisolo habla de Emilio Adolfo Westphalen, sin etender por qué no se le conoce fuera del Perú, me han dado ganas de recordar los instantes de regocijo interno que mantengo de las visitas que hicimos con mi amiga Tatiana y Elba a la clínica Maison de Santé, en Barranco. Recuerdo que Westphalen llevaba siempre una bata a rayas y calzaba pantuflas, y que cuando llegábamos, el rostro se le iluminaba, recuerdo cómo nos hablaba desde su cama, sus enormes manos cruzadas sobre el vientre, el cráneo brillante, los ojos enormes, nos hablaba con serenidad, en paz, con un mínimo de melancolía. Ayer conversaba con mi amiga Elba y me recordó que una vez lo llevé a verlo y que ella, recordando a su padre que era medio sordo, se puso a hablar en voz muy alta, lo que pareció herir las sensibles orejas de Westphalen que se puso a hacer unos gestitos elocuentes... A mí me encantaba tenerlo cerca, me imaginaba que era mi padre y estar ahí, en esa habitación de una clínica de Barranco, me parecía de un bienestar privilegiado. Son raras las personas que nos hacen sentir bien, creo que son instantes extraordinarios y ayer, que conversaba con F. Weyergans, y le mencionaba lo que decía Goytisolo a propósito de Westphalen, mientras él anotaba su nombre en un papel, pensé que se tiene suerte cuando una persona nos hace sentir cerca de nuestro eje, fieles a lo que somos. Pensaba eso mirando las distracciones que ofrece París y su fuego que puede ser fatuo, mientras pensaba también en Rilke encerrado en su buhardilla, escribiendo Los cuadernos de Malta, y entonces regresé a la casa de Chateaubriand, quien también se encerróa escribir sus Memorias, y no me importó estar en el afuera sino dentro de mí, evocando a Westphalen y diciendo en voz baja ese verso: Ha vuelto la diosa ambarina, ha vuelto la diosa ambarina a su castillo.

foto: Westphalen en su habitación de la clínica Maison de Santé, en Barranco.

mercredi, juillet 05, 2006


Ahora puedo decir lo que es escribir en otro idioma, carecer de la experiencia completa, infancia, adolescencia, madurez... He estado peleándome con el francés escrito, sufriendo con cada preposición, cada concordancia... Vade retro! Pero al final, es delicioso sentir que se ha concluido algo, que sea infalible, no lo sé, pero es llegar a concluir un trabajo, y, como una beata cristiana, me lleno de goce.
Mi aprendizaje del francés ha sido sonoro, por lo que la gramática y la ortografía las he ido aprendiendo poco a poco... Es de todas formas como una escritura que hay que saber leer. Siempre, siempre me digo que hay que relacionarse con las personas y no con las ideas o los conceptos: Me refiero a que por lo general tendemos a la abstracción, a no ver al objeto que tenemos al frente sino lo que hemos construido sobre él. Muchas veces los otros son un espejo, pero ese espejo, debería ser también una persona en carne y hueso. Creo que estoy en la serie de los espejos y los egos!
Anoche hubo una tempestad majestuosa, simplemente espectacular, rayos y truenos en el bosque de los lobos. Una atmósfera completamente romántica dentro de la que me imaginaba a Chateaubriand, De Musset y Madame de Recamier... Luego, después de un calor canicular e interminables discusiones en el teléfono, me dormí.

Los amores de las plantas no son tampoco tranquilos, existen los tempestuosos como los amores humanos. Se necesita una tempestad para juntar en las alturas inaccesibles, el cedro del Líbano y le cedro del Sinaí.

Genie du christianisme, capítulo XI.

lundi, juillet 03, 2006

Neo-romanticismo


He estado pensando que se podría hablar de la existencia de un neo-romanticismo contemporáneo. Me refiero a aquellos que no abandonan la idea de una trasnformación del mundo a través de la política, las artes y las letras. El neo-romántico está impregnado de excepticismo, pero quizás éste sea creativo y no pasivo. Pienso en todos aquellos que todos los días creen que vale la pena seguir luchando contra cualquier tipo de demisión y cinismo. Algunas lecturas me refrescan la memoria y el hecho de que una obra, un trabajo personal, no se construye de la nada sino de una serie de inconvenientes que hacen que valoremos más lo que tenemos. Buscar una sociedad más justa, pero no alienada. La crueldad se nutre de la aliencación y la estupidez porque generalmente son los tontos los que se hacen daño limitados por su tontería, pero el talento, la sensibilidad, no pueden ser mezquinas, siempre encuentran la manera de transformar en algo sublime lo que se vive. Lo sublime también es un concepto romántico, pero sigue siendo de actualidad. El mezquino sería como esos personajes de la película de los hermanos Taviani. Dos hermanos ganan un concurso para hacer una gran efigie destinada a ser el decorado de la película de un gran cineasta. Los hermanos tienen talento y construyen una de talla colosal, lindísima. Entonces aparece un personaje siniestro y pequeño que tiene que elegir la mejor. Cuando ve la construcción de los hermanos, ordena: quémenla. En realidad no es que la efigie fuese realmente hermosa, es que en ella había un latido intenso, humano.
La belleza interior, hiere más que la exterior porque es indestructible. Y si somos pobres, leprosos afectivamente, no la aceptamos, la destruimos y luego lloramos como Narciso porque sin esa mirada que nos enriquece, ¿qué hacemos?

samedi, juillet 01, 2006

El idioma


He leído el discurso de agradecimiento a su inclusión en la Academia Francesa de la escritora Assia Djebar[1], nacida en Argelia. Algunas cosas dichas por ella, me han hecho reflexionar sobre mi propio trabajo, sobre mi relación con el idioma francés y el hecho de estar escribiendo (quejándome de lo complicado que es) en este idioma. Yo no elegí venir a Francia. Es lo que se dice un Fatum. Sucedió. Y yo dejé que sucediera. Al principio, como no sabía ni una palabra, sentía que era como una ciega dándose de golpes en un largo pasillo, cantando una música que nadie comprendía: mi español de Perú. Recuerdo que soñaba mucho y las imágenes me liberaban de ese encierro, pero también recuerdo que esa sensación de ceguera y de andar perdida en un laberinto me deprimieron porque mi incomunicación con el idioma francés me había encerrado en una torre de Babel, o en una fortaleza de autista y era una sensación muy dura e insoportable, de melancolía intensa. Me ha costado mucho aprender el francés. Sería mejor decir que él se ha ido imponiendo y que poco a poco he aprendido a vivir con él (como con otras personas) y ahora podría ser como una segunda piel. Todo esto gracias a las lecturas que he hecho, pero también al cine: le debo tanto a Montaigne como a Cervantes, a Godard como a Buñuel o Bergman. Sin embargo sé que mi idioma afectivo, aquel con el que juego y me siento libre es el castellano. Es mi primer amor y será siempre el idioma de la Arcadia, de mis tardes en Chaclacayo y los paseos con Patricito, mi sobrino, para mirar desde algún promontorio ese valle sereno y austero del río Rímac. En esa austeridad yo he creído de veras en la felicidad como una vida sosegada, buena, en la que lo más importante es el afecto y el saber compartir. Pero para volver al francés, este idioma me ha descubierto cosas que no sabía, me ha revelado mi propia identidad, recorriéndola (cojo la cita de Assia tomada a Henri Michaux: Escribo para recorrerme) y dándome cuenta de las voces que la habitan, aquella de mis hermanos (también la cojo de Assia Djebar, hermosa palabra “hermana”), mujeres hombres, todos los fragilizados por la historia, no simplemente como presencias que me miran, sino como una marca, una huella en mi propio idioma que se traduce en una especie de incapacidad innata para narrar. Para mí contar una historia de forma clásica es traicionar de alguna forma la veracidad de los hechos, es someterse a las reglas del juego, plegarse y yo siempre he deseado desobedecer. Hay un silencio que es respetuoso, aunque no sepa quedarme callada (y esto, algunas personas lo pueden suscribir!), o preventivo. Si escribo, es porque siento que en mi castellano, en mi francés, hay huellas frescas y hay que exponerlas, no por exhibicionismo sino por entereza, por valentía. Assia lo describe muy bien en su relación con el idioma árabe: sí, las palabras pueden exhalarse, pero sus arabescos no excluyen a mi cuerpo recorrido de memoria.

La presencia de otro idioma, otro idioma como el francés o el castellano, o el árabe, hace que nos representemos a nosotras mismas como a otras, o como a otros, es el idioma extranjero, no materno, el que nos da la justeza de nuestra imagen. Aunque sea efímero. Cito de nuevo a A. Djebar:

El francés en el lugar de cruce de mi trabajo, espacio de meditación y de ensoñación, punto de mira de mi utopía, a lo mejor, incluso diría: tempo de mi respiración, día a día. Lo que desearía dibujar en este instante en que soy una silueta erguida sobre vuestro suelo.

1] Assia Djebar es la quinta mujer que forma parte de la Academia Francesa, apadrinada por Florence Delay y Francois Cheng.