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jeudi, avril 27, 2006

Fitzgeraldo


En el libro XI de sus Confesiones, San Agustín se pregunta qué es el tiempo, una noción abstracta que permanece en el interior de nosotros (respecto del valor que damos a las experiencias) y en constante frote con el exterior, la noción de tiempo que nos ha sido dada, osea, la idea progresiva de tiempo, fundada en la visión judeo-cristiana. Para una persona apasionada, el tiempo es la disolución de su deseo, lo que lo confina, lo que inspira muchas veces malestar. Después de ver una película de Herzog, Fiztgeraldo, regresa la misma pregunta sobre qué hace que estemos vivos: la curiosidad, la combustión de la pasión, que no es otra cosa que una forma del deseo. Fitzgeraldo sueña con construir una ópera en Iquitos, todo esto en la época del apogeo del caucho (el oro blanco), y que esta sea ingurada por el tenor más famoso de esa época, Caruso. Las escenas sobre le río Amazonas, con el fonógrafo dejando oír una ópera de Verdi o de Bellini, son extraordinarias. Porque nada transforma la vida sino es el arte y la creencia (al final todo podría ser una creencia incluyendo la muerte) de que la vida se puede transformar. El empecinamiento de este hombre, a la vista de todos, un excénctrico, en dejar que una ópera se realice en medio de la Amazonía, es el reto hombre-naturaleza, hombre-tiempo hombre-espacio, la pasión frente a la realidad. A lo mejor ningún creador sea razonable, ahí su fuerza, ahí si saber hacer y construir en medio de la caída del tiempo. El equivalente ahora sería a lo mejor un concierto de rock en medio de la selva. ¿Y por qué no? No parece imposible... Al final de cuentas nuestra humanidad consiste en seguir creando, y creyendo, en medio de la adversidad o el caos, en esa llama que arde siempre, la que Prometeo robó a los dioses para entregársela a los humanos... La música siempre logra un efecto de trascendencia, un efecto difícil de igualar con otro gesto, de ahí su importancia y su popularidad... Hay algo orgánico que se une a la naturaleza en ella, el movimiento, no sé... pero sí sé que la música siempre ha operado cambios importantes en el interior de mi persona, lavado las heridas, haciéndolas estéticas. Yo no creo que la música haga a nadie sordo, porque lo que enloqueció a Ulyses no era el canto de las sirenas, sino su silencio.

1 commentaire:

FPC a dit…

Fitzcarraldo.