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vendredi, novembre 25, 2011

Otro territorio

aquel donde las mujeres están separadas de los hombres, el de los grupos y los ghettos ingratos. Por más que muchas personas piensan que deber ser así, aceptar comparar a las escritoras entre ellas mismas, es condenarlas a ser inoría. Sé que la intención no basta, pero no bastan buenas intenciones. Las armas de las débiles, son siempre armas débiles, dice un proverbio chino.  Este es un artículo aparecido en la revista Mercurio del grupo Planeta, con el auspicio de la Fundación Lara. Mi apellido lleva "z" y no "s", al menos, yo, me conozco así. Creo que no se puede copiar el texto, copio el linK: http://www.revistamercurio.es/index.php/revistas-mercurio-2011


ROMPIENDO MOLDES

"Las nuevas narradoras abordan discursos fragmentarios con una escritura transgresora".

CARMEN ALEMANY BAY*


No cabe duda de que uno de los hechos más destacados de la narrativa latinoamericana de los últimos años ha sido la proliferación de autoras que, de forma abrumadora, participan de forma activa y singular en el desarrollo y la configuración del proceso narrativo. Desde esta irrupción masiva nos dejan claro que, sean cuales sean sus abordajes en el territorio de la ficción, es su pretensión describir e interpretar los aportes de la mujer como sujetos con género.
Las narradoras –fundamentalmente a partir de la década de los ochenta del siglo que nos precedió y hasta nuestros días– configurarán un tipo de narrativa que se diferencia sustancialmente del de sus predecesoras: huyen del excesivo detallismo, del subjetivismo carente de nivel simbólico y de las referencias vanas al desgastado ambiente familiar y cotidiano. En contrapartida, sus textos se aproximarán al monólogo interior, al fluir de la conciencia (el stream of conciousness joyceano o woolfiano) o a la polifonía bajtiniana de corte posmoderno con la presencia de múltiples e imprecisas voces. Un referente obligado de estas renovaciones es, sin duda, la brasileña Clarice Lispector, quien desde una literatura de corte feminista se adentra en intimismos de carácter psicológico; sin olvidar su constante reflexión sobre el lenguaje y los límites de la palabra.
Las narradoras latinoamericanas, lejos de las ficciones realistas de antaño, pretenderán abordar estas a partir de discursos fragmentarios que en ocasiones alcanzan una escritura transgresora que tiene como inmediato precedente las obras de la chilena Diamela Eltit, o de la argentina Reina Roffé. Esta línea metaficcional y autorreferencial, sigue engrosándose en nuestros días con los escritos de la mexicana Vizania Amezcua (Naturalezas distintas, de 1997, y la novela Una manera de morir, de 1999) y de la chilena Alejandra Costamagna, quien desde el artificio novelesco escribió Dile que no estoy (2007), obra en la que la aglomeración de diálogos, descripciones y las historias entrelazadas cierran un tapiz textual que sin ser transgresor se inmiscuye en la libertad escritural.
Asimismo, no pocas narradoras de los años ochenta apostaron por la inclusión de la intertextualidad o de elementos de los mass-media (canciones, estructuras telenovelescas, etc.) en sus escritos. Ejemplos notables fueron los de la mexicana Ángeles Mastretta, la cubana Zoé Valdés o la puertorriqueña de origen cubano Mayra Montero. Sin embargo, esta manera de aprehender lo narrativo se ha ido atenuando con el paso de los años. Si bien aún podemos encontrar ejemplos en la novelística más cercana, como Cine continuado (1997) de la argentina Alicia Borinsky, quien encabezará cada uno de los capítulos de la obra con letras de boleros; hoy en día se tiende a una heterogeneidad que bien podría ejemplificarse en el libro de la mexicana Rosa Beltrán, Alta infidelidad (2006), en el que se mezclan sin paliativos la comedia de enredos, la narración humorística, el drama sentimental o la representación novelada del teatro del absurdo.
En el lado contrapuesto, se vislumbra otra visión de la realidad, más palpable y angustiosa, como la que nos presenta la cubana Karla Suárez, especialmente en su obra Silencios (2008), en la que describe un mundo angustioso, cercano a la nada asfixiante y despiadada, desde el reducido microcosmos en el que vive la protagonista y que simboliza el retrato de la sociedad cubana de hoy.
Tampoco las narradoras latinoamericanas de nuestros días están ajenas al discurso posmoderno, lindante con el realismo sucio, y buenos ejemplos de ello son Chica fácil (1995) o Perra virtual (1998) de la argentina Cristina Civale. Un realismo, atroz y descarnado, que en ocasiones se acerca a lo policial como en algunas de las obras de las mexicanas Malú Huacuja y Ana María Maqueo.
Sin embargo, en ocasiones, el realismo se vuelve íntimo y se naturaliza en conflictos. La cubana Aymara Aymerich en los cuentos de Todas las mujeres se desnudan (2008) nos muestra una amplia galería de personajes femeninos que son un reflejo a la vez del realismo cotidiano y del realismo íntimo que roza lo erótico.

DEL REALISMO COTIDIANO A LO ERÓTICO
En sus ficciones las narradoras efectuarán un recorrido por el circuito escritura-cuerpo-placer en el que las relaciones establecidas entre escritura y deseo, entre lenguaje y cuerpo, atienden al anhelo específico de la mujer de promulgar una libertad literaria aparejada a la sexual. Así se manifestó en las novelas de la uruguaya Cristina Peri Rossi, de la mexicana Margo Glantz o de la nicaragüense Gioconda Belli. Esta misma propuesta temática sigue vigente en nuestros días. La peruana Patricia de Sousa, en Erótika, escenas de la vida sexual(2008), desde la primera persona, y sin renunciar a un feminismo activo, nos hablará de sus apetitos sexuales, de sus preferencias, sus fantasías; en definitiva, de un universo que recién ha comenzado a explorarse y a explicarse en las ficciones narrativas. El erotismo, entre la picardía y la agresividad, encontrará su muestra en la obra Máscaras. Si aún queda llanto en tus ojos (2009) de la boliviana Ana María Grisi; y la temática lesbiana surgirá en las páginas de Réquiem por una muñeca rota (2000) de la mexicana Eve Gil, en la que el lesbianismo sirve de metáfora transgresora de los valores patriarcales vigentes aún en la sociedad de hoy.
En estos tiempos en los que las novelas históricas han irrumpido de forma unilateral en el mercado, el espacio histórico les servirá a las narradoras para contar historias que nunca ocurrieron en la Historia con mayúsculas, de ahí que lo puramente novelesco adquiera mayor vigor. Así se aprecia en no pocas novelas de la costarricense de origen chileno Tatiana Lobo, o de Olga Nolla; sin embargo, es la estadounidense de origen mexicano Gloria Durán la que con mayor insistencia ha querido mostrar el protagonismo de figuras históricas femeninas: Malinche, princesa de Cortés (1993) o Catalina, mi padre (2004); sin olvidarnos de la también mexicana Carmen Boullosa. Como variante de la nueva novela histórica estarían aquellas ficciones que se adentran en la vida de escritores de antaño. Buen ejemplo de ello es La semilla de la ira (2008), de la bogotana Consuelo Triviño Anzola, en la que se reconstruye la azarosa vida del modernista José María Vargas Vila.
Si bien el realismo mágico fue una de las líneas temáticas que desde un punto de vista mercantil más auparon a las narradoras a finales del siglo pasado, tras su silencio, la narrativa de corte fantástico ha resurgido con vigor: Cecilia Eudave con Países inexistentes (2004); o El huésped (2006) de Guadalupe Nettel. Un mezcla entre lo extraño y lo fantástico se hará presente en Si yo fuera Susana San Juan (1998) de Susana Pagano, Nadie me verá llorar (1999) de Cristina Rivera Garza o El camino de Santiago (2000) de Patricia Laurent.
Otras narradoras cubanas, mezclarán la ciencia con la fantasía heroica siguiendo los modelos de J. R. R. Tolkien o Ursula K. Le Guin, como el lector puede comprobar en El druida de Gina Picard o en los cuentos de la también cubana Yailín Pérez Zamora. Desde México, Esthela Canabal Paullada sorprende con La mirada de un cíclope (2001) y Blanca Martínez conDiferentes (2003).
Las narradoras latinoamericanas de hoy, sin perder el rumbo que marcaron sus inmediatas predecesoras, siguen luchando incesantemente por poner al día las propuestas novedosas y en gran medida relevantes que ofrecieron las más veteranas; pero tampoco renuncian a enriquecer, con su renovada palabra, el fascinante mundo de la ficción. Por lo ofrecido, y por lo que nos siguen ofreciendo, su voz, más que nunca, es aviso para navegantes.

Universidad de Alicante


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