Trato de imaginarme mi llegada a Lima, el tumulto en el aeropuerto Jorge Chávez, la grisalla, la gente con sus carteles y sus caritas contentas. Imagino la casa de mi madre, la de mi tía, el olor a jabón fresco de las sábanas, olor a armonía, a seguridad... serenidad... las casas de techos bajos de Lima, el olor cítrico, la humedad, la tierra, el mar, las tablas hawainas de los primos contra un muro. Los domingos caminando frente al mar, la presencia querida de las amigas, los códigos reconocibles en el lenguaje, las inflexiones de voz, tonos, sonidos, lenguaje, estructura...
dije... estructura, y tiene algo que ver, ese lenguaje está cargado de afecto, de reconocimiento, y si el lenguaje, la frase dicha, y luego escrita, no fuese tan importante, no escribiría. Mi sensibilidad está en ella, todo mi cuerpo, todo mi ser, escucha, aunque también sienta la presencia de un cuerpo, su sangre, su latido.
Pasado mañana, Lima... y ya estoy con un pie allá, en medio del calor de Caracas, el cantar de los grillos, la noche inmensa. La evoco.
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