Este es el título de un libro de Simone de Beauvoir que tomo prestado para lo que vivo ahora, esa idea de que las cosas se imponen por una regla siempre de simetría, o de orden trascendental, no porque exista un mundo más allá del nuestro, sino que hay cosas que no vemos o que se nos escapan. Observar, pensar con atención es una parte del desafío. En el avión, terminé el libro sublime de Genevieve Brissac, Une année avec mon pere, y el de Mariela Dreyfus, Morir es un arte, otro hallazgo, a quien dedicaré un post luego de este. Este fragmento de GB es importante: No dejo de pensar en el trabajo de cangrejo de quien escribe, su lucha tangente para aproximarse de su propia verdad. Mantener la oreja parada y no obedecer sino a sus propios criterios, reunir en una sola problemática las cuestiones cívicas y las literarias.
Es justamente lo que no logro hacer en Nueva York, reunir ambas cosas, es como si no pudiese dar rienda suelta a mi imaginación, como si algo la bloqueara, como si traicionase constantemente una verdad interior. Yo puedo soñar en México, en Francia, siempre, en Venezuela, y en mi querido Perú, pero me cuesta soñar en norteamérica, tal vez porque es una sociedad donde todo está estandarizado, y dominan los esterotipos, donde la presión comercial termina convirtiendo en cifras todo lo que toca, y las cifras son crueles e inhumanas, reflexionan in abstracto, sin tener cuenta de su objeto, que es un sujeto. Así, con esa sensación, he caminado las calles del Village, o de Manhattan, y las sentía tan lejos de lo que yo puedo esperar de un país, de un territorio, que no sea solo un mapa sino una tierra donde sembrar y florecer. El proyecto de civilización americano me parece completamente en crisis, esa fe ciega en el dinero y en la voluntad unipersonal para transformar las cosas. En el fondo hay una "excelencia del Estado" que puede actuar y cuidar le bienestar de su población si se lo propone, y satanizarlo o esperar que pueda reducirse a la más mínima expresión, es pensar que lo colectivo pierde ante lo individual, y la libertad está siempre, y depende siempre, de la libertad de los demás. En ese sentido, creo que es una sociedad opresiva y prepotente, ¿dónde está la elección, en que la pobreza sea una fatalidad, en que la ignorancia, el iletrismo, o la cultura sean un oximorón, un producto más de una sociedad consumista? Hay gestos mínimos, como ese lado que monologa, que no integra a otras culturas, esa sociedad del ghetto, de las jerarquías que no permiten movilizarse, a mí, eso me paraliza.
Y nosotros estamos muy cerca de ese modelo, es decir, de una sociedad de castas, de pactos y alianzas para no quedar marginados (esto lo veo en pequeña escala en los hospitales. y es terrible, todo se hace con sobornos, un trato que debería ser normal y que es un derecho tiene que ser comprado), hemos pasado a una sociedad de ghettos, de feudos, donde el señor manda y el esclavo obtiene su libertad perdiendo justamente su libertad, con una cierta felicidad (sic)...
La noche anterior a mi partida, fuimos a un bar, El león de oro, había poca gente mientras brindábamos con Mariela y Fernando al son de las canciones de navidad... Fue un encuentro agradable, en ese pequeño microcosmos que se crea entre amigoas...
y ahora, de retorno a Lima, a acompañar a mi madre, con el sol que apenas asoma, miro el mar, el cielo, y respiro. Todo sigue en movimiento...
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