Abro un libro porque no sé qué hacer, no sé si deseo escribir, no sé si deseo transformar la realidad, o dejarme invadir por ella, dejarla ser. Simplemente no saber qué hacer con la realidad, me parece tan indiferente, tan escandalosamente indiferente a mis preocupaciones más mínimas, a mis angustias. A veces pienso que se necesita una enorme soberbia para pensar que algo va a cambiar y que la lección para aprender es ver a la gente caminar, transcurrir sin que pueda rozarlos de verdad. Contemplar y aceptar que hay límites que no vamos a trascender, que, a veces lo más elocuente es el silencio. Escepticismo y sin embargo convencimiento de que sí puede funcionar, que mi micro, microcosmos pueda tocar una fibra del macro... Y encuentro este fragmento de Simone de Beauvoir que me dice lo que deseo oír, que no siempre estoy sola con esta obsesión. Soberbio fragmento:
Domingo 4 de setiembre de 1927
De nuevo un día aplastante: la angustia metafísica del hombre solo frente a lo desconocido. ¿Cómo no enloquecemos? Hay días en que grito de miedo, en los que lloro de ignorancia; y luego me reprendo y me digo "trabajemos sabiamente". Pero sé muy bien que moriré sin conocer! El años pasado cuando sollozaba y me decía, "esa es la verdadera vida", lejos de las personas, de lo más hermoso que puedan ofrecer, era eso lo que asfixiaba, aunque en ese entonces no había tomado plenamente consciencia.. Además la angustia de todos ellos, de esas almas que amo demasiado a pesar de esta dureza en la que me escondo, de esas almas que ignoran la forma apasionada como me he ocupado de ellas (...) Los sueño a lo largo de días pesados, tiemblo por ustedes: como aquella que ve un momento peligroso y duro y retiene su respiración, temblando de impotencia, así, los miro y siento miedo.
Puede sonar muy pretencioso hacerse cargo de los demás, pero es un esfuerzo puramente humano de alteridad, de celos de la existencia de los demás.... Tal vez....
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