Pocas veces siento que la naturaleza se me impone, porque mi cabeza es más fuerte que todo. Pero desde ayer, la extensión del paisaje, su belleza, me ha dejado poco tiempo para pensar (aunque sí pueda imaginar), sans souffle. Primero la costa, luego extensiones de verde, valles, cabañas, ranchos, de una calma silenciosa, hasta la exasperación, pero igualmente intensa, luego, nieve, pinos, cóndores de California (a diferencia del andino, este tiene la cabeza con plumaje y es más pequeño), soberbios, vigilantes. Enseguida, la llegada san Pedro Mártir, en el parque nacional, vista de las montañas hasta el mar de Cortés, podría morir aquí... apenas puedo respirar, las montañas, a través de pinos, de la nieve, luego el mar, a lo lejos...
Internet en las habitaciones, escucho una emisión sobre Jankelévich, pero salgo a ver las estrellas, bajo cero... Pienso que podré ver a un coyote, un puma, o un cimarrón, la idea de la sorpresa me entusiasma, además, todo este despliegue de naturaleza soberbia e inalcanzable exacerba mis sentidos, los agudiza (o será el frío?), los estimula y hace que se desplieguen (tiendan sus nervios al exterior), se llene de savia.
Una idea para un texto realista (podré?) Ojos negros, porque la gente, los hombres y las mujeres, tienen los ojos muy negros, las pestañas largas, y la piel mate, muy hermosa, un poco como la nuestra. Hoy descendemos a la costa, a Ensenada, pasando por el Valle de Santo Tomás, donde hay una bodega y un antiguo monasterio.
Tenía una idea sobre una frase de Foucault que dejaré para más tarde: allí donde hay obra no locura...
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