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samedi, novembre 12, 2005


La calma ha vuelto relativamente en Francia, sobre todo en París, aunque leo que ha habido dos hechos violentos en Pau y en los Landes el día de hoy. Ha sido más de una semana en que hemos visto a esos “ángeles de la desolación” salir a las calles a incendiar autobuses, inmuebles, a descargar su frustración sobre todo lo que los rodeaba. Para poder cambiar las cosas es necesario comprender. ¿Qué sucede con estos jóvenes y por qué tanta rabia? Por lo que decían (yo sólo sé contestar con violencia, estoy arruinado, no sé qué hacer...) parecía que una fuerza nihilista se hubiese apoderado de ellos: puesto que no soy nada no quiero nada y es el deseo de la aniquilación, de la muerte. Pensaba, si estos jóvenes están dispuestos a perder y arrastrar con ellos a otros, un niño, un anciano, es porque ya no es la vida lo que se manifiesta en ellos, sino lo contrario. Al final, esas “banlieus” han funcionado como prisiones en la ciudad, sin aire y sin luz, a manera de cementerios. Y de pronto, lo que ha habido es una noche iluminada de explosiones de fuego. Para poder transformar las frustraciones, el miedo a la vida, la precariedad, se necesitan instrumentos que no vienen del exterior, sino del interior de cada uno de nosotros. Por eso, pensaba, si una educación no enseña valores que transformen los sentimientos de fracaso y frustración en un motor de búsqueda, en valores de solidaridad, la soledad se hace cósmica e irreversible. Para defenderse en este mundo los jóvenes están más demunidos (porque la situación no cambiará radicalmente) y necesitan valorizar otras cosas que el simple bienestar material, necesitan transformar su vida interior para interpretar el mundo exterior y concreto. Las imágenes de marca los convierten en consumidores automatizados, en el único símbolo que los diferencia y los identifica, les da un estatus social: el de antisociales y resentidos. Una sociedad que hace de la riqueza y el éxito un paradigma está, creo, perdida, la conquista debería ser con nosotros mismos, tener un trabajo para crecer interiormente, para comprender mejor a los otros y para compartir mejor. El deseo, en este caso, está desviado de su función principal, ser felices, está... cómo decirlo, pervertido por el objeto. Y estos valores no son los que se imponen y la marginación proviene, no sólo de una división social que no es fácil invertir, sino de su determinismo, es decir: si soy árabe, extranjero, negro, no existo en tanto que ser humano, no soy un ciudadano como los otros. Por eso, el adjetivo, chusma, dolió tanto: ha sido un atropello a su dignidad. Toda persona aspira a ser considerada como una persona a part entiere, y la adjetivación es una apropiación del individuo, es su condenación y su esclavitud. ¿Qué va a pasar ahora? No lo sé, castigar no es la solución, hacerla comprensible y transformarla, la única. Esas son dos perspectivas distintas, la de los padres que castigan a sus hijos y la de los que prefieren explicarles las cosas para que decidan por sí mismos. Si ellos deciden derrapar, es su responsabilidad y asumirían las consecuencias. En todo caso la educación debería ir contra toda esclavitud en el pensamiento, hacer personas autónomas que sean capaces de saber cuál su valor inalienable, sólo eso podría echarse abajo los estereotipos y los encierros en los que se cae y que crean esos fenómenos de identidad colectivos, hasta caer en la psicosis o la paranoia. Por ejemplo, creer que se ha tejido un complot para hacerles daño, y esto porque el sufrimiento crea culpabilidad en quien lo padece al sentirse responsable de una falta, si se sufre, se piensa que es por algo. El sinsentido del sufrimiento es casi incomprensible, y lo único que puede cambiar es su interpretación. Todo está en el lenguaje, en el valor que le damos a las palabras cuando las usamos para nombrar y dar un valor al mundo que nos rodea. ¿Podremos cambiar esos valores? La pregunta está abierta.

1 commentaire:

Magda Díaz Morales a dit…

Sí, creo que es posible cambiar los valores que mencionas, la cosa es que las modalidades "poder-hacerlo" y "deber-hacerlo", se contrapone al hacer, al actualizar estos valores. Para algunos, países del "primer mundo", existen seres humanos de primer y segundo grado. A los de segundo grado los han saqueado, robado, vejado, instalado en su espacio, y manipulado con violencia extrema y vedada, de todo, "pero que no vengan aqui (Dicen y piensan), a mi mundo, nosotros somos seres humanos de primera, los de segunda son eso para mi, chusma". Mientras exista este pensamiento tan arraigado, las palabras que saldrán de él serán las mismas. Lo que es muy triste, además de todo, es que los "de primera", tienen un pensamiento de quinta, y ni cuenta se dan, más bien hacen que no se dan cuenta, es preferible seguir vivendo gracias a las costillas de los demás mientras puedan y todos los demás se los sigamos permitiendo.

Muchos saludos.