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mercredi, novembre 16, 2005

identidad y nación




He estado pensado en el tema de la identidad con respecto al hecho de pertenecer a un territorio y expresarse en un idioma. Creo que es un tema que se ha politizado, y es lógico, más que nunca nos encontramos frente a una fragmentación de nuestra identidad, frente al desapego y una suerte de confusión de conceptos e ideas. Cuando trato de explicar que el trabajo de escribir es un atrascendencia de la propia condición, parece que esto se interpreta como desapego o renuncia al origen, a la propia historia personal, al pasado. Y no se trata de eso. Es mirar el futuro estando en el presente, un presente encarnado. En mi caso concreto, yo creo que yo empecé a escribir por una necesidad de limpiarme de toda alienación, una necesidad básicamente afectiva, por eso hablo del pathos en el hecho de escribir. Desmontar, de-construir, (para usar un término derridiano que pesa a muchos), desacralizar, para luego juntar las piezas a mi manera, ha sido el punto de partida. Quiero decir: crear tu propia historia a partir de un hecho, o de varios, por eso, el Perú, la vida concreta del pasado, están encarnados en mis libros. Toda identidad monádica y esencialista me da miedo porque excluye y no integra, de ahí mi gusto por la hibridez, que es una manera de aceptar la combustión constante del pensamiento y su consecuencia, la acción. Todo lo que se fija, tiende a ser una como las idologías, suprimen la libertad de cualquier individuo. Pero no todo se detiene en el lenguaje, están los acontencimientos, las cosas que nos suceden y nos marcan, de ahí que yo me esfuerce en recuperar el vínculo entre vida y obra. Un joven autor de origen tunesino, Mehdi Belhaj Kacem, da una importancia clave a una literatura de la acción, una literatura que se inscriba en una línea en la que se mezclan referentes de todo tipo (rock, literatura, filosofía, y una actitud situacionista)... Lo que me interesó es que hablase de lo político como uno de los nudos en los cuales se mueve la creación. Es decir, frente a un vacío de paradigmas, lo que se borra es la distancia entre el mundo privado (aquel del autor) y el del público y todo lo que sucede pasa a ser de interés colectivo. Estamos en la acción individual, pero al pasar a la acción (escribir, publicar) pasamos a ser del dominio público. Para mí escribir es una forma de reconocerme, pero también de reconocer a los otros, lejos de la sociedad del espectáculo, y la idea de Kacem, que cierta intellegentia francesa (Sollers, por ejemplo) desdeña cualquier actitud contestaria por considerarla inútil puesto que la sociedad siempre absorverá el negativo, es un poco cínica, es un poco la desesperanza de Houellebecq: como no puedo ser mejor, me hundo con todos. Pero es también la desesperación de los jóvenes de los disturbios (los ángeles d ela desolación). Estigmatizar el origen, de alguna forma, es deformarlo. Yo creo que lo importante en toda escritura (es decir, toda huella que desee dejar un autor) está en la elección de los instrumentos y en cómo lo va a hacer. Mientras más enérgica sea su reacción, mientras se mantenga lejos de los estereotipos, más cerca estará de sí mismo y de su lector. Tengo una completa confianza en la inteligencia del receptor, casi siempre subestimada por los paradigmas clásicos de saber (la instrucción como algo muy elitista). Yo para escribir he necesitado darme cuenta de que estaba alienada con mi clase social, he tenido que asumir la parte artificial de mis idiolectos y abandonarlos porque no me identificaba con ellos. Había decidido el camino de la respuesta a ese estereotipo femenino y burgués que se me había dejado. No es que crea que la literatura no es un producto de la burguesía, lo ha sido en todos los casos, sino que es justamente desde ella que se puede razoner y señalar las alienaciones. Por eso, todo territorio termina siendo pequeño para un pensamiento libre y sobre todo, para la creación. En lo que escribo está el Perú y están los otros lugares donde he vivido o vivo. Si fuese posible llegar a concebir una trascendencia concreta de los orígenes, un verdadero desapego, tal vez hayamos llegado a la sabiduría.

7 commentaires:

Magda Díaz Morales a dit…

Pienso que en general los latinoamericanos somos dados, sin admitirlo muchas veces, a defender una "identidad monádica y esencialista", circunstancia que tambien me da miedo, y mucho. Siempre mwe pregunto ¿no somos todos seres humanos nacidos en un mismo planeta?
En lo que se escribe está el mundo, y dentro de 'el nuestros origenes y muchas cosas más, como los lugares en que vivimos, cierto. ¿El arte tendrá fronteras? en lo personal no lo creo nadita.

Un abrazo, muy interesante texto.

Daniel Salas a dit…
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Daniel Salas a dit…

Nadie, que yo sepa, ha sostenido que el arte tiene fronteras. Creo que esa nunca ha sido la cuestión.

Martín Palma Melena a dit…
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Von Krolock a dit…

Escribir es salirse de uno mismo y volcarse en lo físico, despiezarse y volverse a reconstruir; tejerse, unir los retales de los otros en nos, y los que nos tenemos de ellos, hacer un inmenso pastel, y entonces, engullirlo, engullirnos, a nosostros y a lo real, a ellos y Ello, para nuevamente después tornar a vomitar y vomitarnos.

Un saludo.
Me permito la libertad de enlazarte en m humilde castillo.

XIGGIX a dit…

Creo q Magda acierta cuando opina apelando a la universalidad, es q comunmente el ser humano es por naturaleza territorialista, y ese aspecto antropologico influye en la manera de interpretar el mundo; escribir es una forma de interpretar o re interpretar la realidad q me represento a partir mi experiencia como ser humano. Estamos presintiendo levemente nuestra conciencia de una pertencia como sociedad global debido a la internet, es el germen de nuestro cambio antropologico sobre el sentido de pertenencia a un territorio global

Murvin Andino a dit…

Creo que lo que realmente deberíamos de preguntarnos es si realmente tenemos una identidad.
Quizas nuestra identidad es nómada y se encuentra en estos momentos bebiendo cerveza fría o fumando mota, sucia y despeinada.