Como el artículo del diario La razón, ha sido editado, lo pongo aquí en su versión integral.
Final del juego: Macth point para Weyergans frente a Houellebecq
Esta vez el Goncourt no ha sido fácil, y no lo ha sido porque era casi una evidencia que lo ganaría Michel Houellebecq con su novela Une île possible (Una isla posible, Fayard, 2005), sino porque desde las primeras selecciones varias personas anunciaron que esta vez sí lo ganaría (a diferencia de su novela Partículas elementales). Sin embargo las provocaciones de los personajes de Houellebecq, misoginia, racismo, desprecio del otro, ha hecho que el jurado se incline por una una novela que es su antítesis: Trois jours chez ma mère ( Tres días en casa de mi madre, Grasset, 2005), de François Weyergans, autor célebrado y querido en Francia, pero prácticamente desconocido en el extranjero. Si la novela de Houellebecq se construye desde el desapego (y una forma de desvalorización de cualquier forma de sentimiento) a lo humano y su puesta en duda como un proyecto viable, y por eso, Daniel, el personaje, se decide por la clonación, Francois, o Franz, en la novela de Weyergans, vive en el más profundo apego a las personas y a este mundo, con todas sus imperfecciones. Es ahí donde radica su vitalidad. Si Una Isla posible suena a catástrofe que ahora encuentra su verdadera versión en las revueltas de los suburbios de París (la Isla imposible de gobernar del Ministro del Interior Nicolas Sarkozy), Tres días en casa de mi madre, puede hablarnos del paraíso que es la infancia, del de los afectos, y el amor a la literatura y al arte, en resumen, de la vida. Eros y Tánato enfrentados, realismo (Houellebecq), frente a la capacidad de soñar y transformar (Weyergans) . He ahí algunas coordenadas sobre el Premio que le fue negado a Ferdinand Celine con su Viaje al confín de la noche, y que al parecer nadie ha querido dar esta vez en un “viaje al confín de la humanidad”. Y no está mal.
Pero ¿quién es Weyergans? Un autor inédito en castellano, un autor de diez novelas, una de ellas, La demencia del boxeador (La demence deu boxeur), Premio Renaudot, director de varias películas que han pasado desapercibidas, engreído de la televisión, un Woody Allen a la francesa. Pero, no, la novela de Weyergans, que se ha impuesto por 6 votos contra 4 en en el jurado del Premio, con François Nourrisier como presidente que amenazó con patear el tablero si Houellebcq no lo ganaba, es un poco más compleja. Es más compleja porque es una novela que tiene que ver con un modus vivendi, con la línea que traza el autor cuando se decide a escribir, y también con la capacidad de burlarse de sí mismo para trascenderse y aceptar de alguna manera a los demás (Si se ama no se puede recibir otra cosa a cambio, escribe FW en su novela). Tres días en casa de mi madre es la novela del deseo (le debe más a la picaresca que a la novela sociológica y realista), y lo es porque en ella su protagonista, François Weyergraf, que escribe la historia de François Weyerstein (no por nada el apellido se hace judío), y luego la de François Graffenterg, es siempre la historia de un individuo, uno que busca el hilo de Ariana, la relación con la madre (90 años), con el pasado y con el presente, hecho que lo decide a escribir una novela sobre tres días que deberíanb suceder en casa de su madre y que nunca suceden, porque se trata de una novela sobre la no-novela y la imposibilidad de resolver un problema: la inadecuación entre el deseo y la realidad. ¿Por qué?, porque en el instante en que el deseo se detiene y es satisfecho, cesa su movimiento. Tal vez esta idea no le disgustaría del todo a Fr Weyergans, como le gusta firmar sus mensajes por email, sino que diría un poco más de lo que también es su libro: una interpelación de lo que el deseo y sus límites, incluso como una imagen concreta del outsider, del paria, de un hombre que no tiene consciencia de su edad, ni del tiempo, ni de lo que es realmente el mundo, y sí , de lo que son sus sentimientos, y que está, sobre todo, vivo. Esta es una novela vitalista, desde el derrapar, no desde la racionalidad sociológica de Houellebecq y tal vez por eso el jurado se inclimó por él, pese a tener también en frente a la novela de Jean-Philippe Toussaint, una novela sensual y delicada. Lo que significa que un premio no sólo está destinado a un libro, pero al conjunto del producto (llamémoslo así para no parecer solemnes), a la persona y a la obra. Hace ocho años que François Weyergans publicó su Franz y François (Grasset 1997), una novela sobre su padre, sobre las relaciones con su autoridad y la construcción de un individuo, en este caso François. Una novela espontánea, inteligente, intensa, sobre los vínculos de seducción y poder entre los dos, porque en Weyergans, la relación con los orígenes es evidente, es esa parte que se mantiene a través del tiempo con toda su carga de afectividad y de conflicto, sin ella, tal vez sus novelas no existirían, es su neurosis y es su cura. Cuando François Weyergans me decía que su madre le había dicho por teléfono que sino publicaba su novela todo el mundo iba a pensar que se había muerto, se lo creí. Y no sólo porque era cierto que hablaba con su madre todos los días, sino porque esa relación es parte de la construcción de sus libros, es el espejo donde se mira el autor. Los vínculos entre la vida y la obra están expuestos con delicadeza, sin violencia. Nadie puede decir que lo que escribe FW en sus libros es cierto, pero lo que sí es verdad es que sus libros se parecen a él y que son una especie de huella de lo que vive, son su marca, su humor y su aliento, por eso, ningún premio puede cambiar nada en Weyergans, nada... Un día conversábamos en un café de Beaubourg sobre escribir y concluíamos: hay que hacer de todo con lo que se escribe, trabajo de terreno, como un obrero. Por trabajo de terreno se entiende, corregir, volver a una frase, abandonarla... y todo el proceso afectivo, todo el pathos que puede tener una escritura.
En el caso de Weyergans es esa escritura vital, la de sus amistades, la de una vida rica en encuentros y sentimientos, Jean Piaget (François pasó una temporada en la casa de Piaget cuando era niño), Federico Fellini, Antonionni, Jean Luc Godard, la de la presencia de su padre, director de cine, escritor católico que se desanimó en hacer una película con Clouzot ¡porque elegió a Brigitte Bardot como vedette! La de ese hombre que un día me dice: sólo los tontos admiran a Roland Barthes, o el mismo que me dijo que tenía una foto del nevado peruano del Alpamayo pegada en un muro y que anota todo lo que le dicen: por ejemplo, el título de Los Jardines de España, de De Falla...
Weyergans trasciende el premio Goncourt, no sé si lo sienta como merecido, tal vez le sorprenda tanto alboroto alrededor, y a lo mejor se pregunte por qué no se lo dieron a Michel Houellebecq. En la entrevista del noticiero del mediodía, dijo algo revelador: esta es una novela de un autor que mentalmente no va muy bien y que tiene a su madre enferma, pero, sin embargo, el libro, va muy bien. Sí, el libro va muy bien, pero se nota que de alguna forma la piel de Weyergans ha quedado en él, en todo ese gai savoir, movimiento deportivo del protagonista que va y viene a lo largo del libro, seduce y sueña que seduce, como con la sensualidad de las Mil y una noches (la historia de las seducciones son recurrentes), que sueña con regalarle una casa a Delphine, una semana para sí mismo en casa de su madre, que se extiende sobre el jardín y se produce una especie de fusión entre él y el cosmos, y que luego, un día sueña con salir en pijama por las calles porque no tiene noción de su edad, ni del tiempo, porque el deseo es ilimitado, pero no tiene que ser violento sino que puede ser estético y espiritual.
Para los franceses Weyergans es el autor parisino perfecto, elegante, culto y refinado, pocos saben que nació en Bruselas y que su pintor preferido es Ensor....
En la última película de Hanecke se habla de Weyergans (Daniel Auteuil en conversación con Juliette Binoche), todo el mundo sabía que podía llevarse el Goncourt, que hace tiempo que se esperaba, pero todos ignoran lo que pasa dentro del autor, los largos años sin publicar, tal vez sin creer en la publicación, y de pronto, ahora el premio. Habrá que esperar a la traducción de Franz y François, por lo menos, antes de Tres días en casa de mi madre, para entender mejor el fenómeno Weyergans. En todo caso una pista es la que da Pierre Assouline en su blog de Le monde: toda la diferencia radica en que cuando se ganó el Goncourt, Weyergans, llamó a su madre, Houellebecq, quien ha ganado el premio Interallié, llamó a su perro.
1 commentaire:
Finalmente voy a buscar algo de dichos autores, ya que no he leído nada de ellos. Las modernas letras francesas me parece que se han visto avasalladas por las anglosajonas y las castellanas. ¿qué opinas?
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