mucha gente se hará la pregunta del por qué me intereso tanto por el tema venezolano. Y voy a detenerme un instante en este asunto. Cuando llegué, llegamos con Olivier a Caracas en el año 2010, no tenía idea de lo que estaba sucediendo a nivel político. En México, el país donde habíamos vivido antes, resalto que Olivier es funcionario público y que por suerte pudo estar ex-patriado en México, Venezuela y antes, el Perú, donde nos conocimos, había oído hablar lejanamente de la "revolución bolivarian", de Chávez, etc, pero hasta entonces, mi cultura política era pobre, conocía algunas ideas y conceptos, pero lo mío era la literatura y estaba segura de eso, así que no prestaba tanta atención a lo político aunque venía intuyendo, desde mi tesis en La sorbona, que el hecho de mombrar, elegir un código, eran valores de acción que se podrían considerar como políticos, es decir, yo actuaba desde una toma de conciencia de mi situación como mujer, como minoría en el discurso, y como dominada.
Cuando llegué a Venezuela, mi asombro fue intenso, descubrí que el mundo podía funcionar de otra manera, que el lenguaje funcionaba de otra manera y de que buscaba "otras respuestas", independientes y libres. Choc total, mi fascinanción por ese proceso de nombrar de esa "otra manera" empezó a descubrir espacios en blanco donde se inscribía un nuevo texto. No hay nada más emocionante que empezar a escribir una gran novela y Venezuela me extendía el papel, no para romantizarla o estigmatizarla, sino para descansar en ese movimiento, para nutrirme de él. No soy historiadora sino esrcitora y me interesan más las sensaciones, las impresiones, más que hacer abstracción de estos momentos, aunque escribir sea también hacer eso. Solo en parte es mucho más complejo y son ambos procesos combinados. Llegada a Caracas mi neurosis femenina estaba en su punto más álgido creo, ningún hombre comprende esta necesidad de reconstruirse desde los esconbros. La identidad femenina oscila entre la inmanencia impuesta y la temeridad que hay que asumir para enfrentar esa fatalidad. Fue la primera y única vez (vendrán otras sin duda) en que escuchaba una música, un lenguaje que me reconciliaba con el mundo, con los hombres y con las mujeres. Era el incluir el femenino, hablar con respeto de las mujeres. Recuerdo una escena de televisión donde se veía a Chávez enseñando a su hija a manejar, creo que era Carola, la menor. La forma en cómo le hablaba, el cuidado, el respeto, eran tan nuevos en mi registro afectivo, que me empecé a interesar en ese proceso, en su lenguaje, en su forma de romper con la tradición epistemológica, en sus fallas, incluso. No podrá ser perfecto y es conciente de esa paradoja, pero es tan intenso, tan poético que no podía sino seguir.
No he trabajado nunca con el gobierno bolivariano, y no lo haría, salvo si es indispensable y hay una necesidad vital, he publicado un libro con una editorail de Ministerio popular de la cultura y les he dado otro, con una serie de textos, para que salga libre de derechos. Honestamente creo que la literatura no aporta nada si se rinde al sistema y opta por esa mercantilización a ultranza que obliga a quienes escriben a ser sus propios promotores y promotoras, forma sutil de prostitución que el neoliberalismo ennoblece tratando de crear una épica.
La literatura, mientras que la persona que escriba sea libre y se interpele constantemente, no corre peligro de ser panfleto ni doctrina. Creo que los "bolivarianos" son una forma de dinámica popular, con otra simbología y otros medios de expresión, lo que hiere la sensibilidad occidental tirana que ha dividido el mundo entre salvajes y civilizados. Esta es una guerra en el terreno de cómo nos vamos a representar el mundo, si en términos de igualdad o de dominantes y dominados, explotadores o explotadas. Una vida sobria y feliz, es posible, en todo caso es la utopía concreta que ilumina un poco el panorama. Es difícil transmitir esta sensación, es como una espera, un estado de contemplación sosegado en el que cada cosa encuentra su lugar. Sin duda es lenguaje e imaginación. Mientras hablemos desde el apego (afecto), creo que no hay nada que temer. Seguiré con más notas...
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