El odio del psicoanálisis.
Por Patricia de Souza
El siglo XX, después de Sigmund
Freud, nos ha obligado a comprendernos no solamente como seres sociales,
dotados de lenguaje, sino como seres con un cuerpo que traduce una serie de
experiencias sensoriales en síntomas, en marcas en lo que se llama “inconsciente”.
Hablar del cuerpo es hablar inevitablemente de sexualidad tal y como la
comprendemos ahora, de prohibición, de pulsión de muerte, de relación con la
familia; todos, temas que siguen siendo polémicos y que generan enfrentamientos
violentos, por ejemplo, el que ha surgido hace poco en Francia con la publicación
de un libro igualmente polémico: El crepúsculo de un ídolo de Michel
Onfray, y que ha inspirado una respuesta inmediata de una de las defensoras más
importantes del psicoanálisis allí: Elisabeth Roudinesco. La crítica
fundamental de Onfray a Freud es la ambición universalista de una teoría que
considera filogenética y que deja de lado la historia particular de cada
cultura y de cada persona, imponiendo conceptos como el complejo de Edipo, de
castración, o incluso el de la “horda primitiva” que asesina al padre y que según Freud sería el origen de la ley.
Según Roudinesco, Onfray no solo ha tratado de hacer de Freud un ídolo de
barro, homófobo, que abusaba de su cuñada, y que habría sometido a su hija Anna
a una relación de tiranía, sino que ha hecho de este una suerte de dictador
partidario de la desigualdad de las razas, convertido en un vocero del
revisionismo internacional contra psicoanálisis. Onfray piensa que el psicoanálisis no ha
seguido la evolución social e histórica de su tiempo para entender ciertas
categorías, es decir, ¿cómo universalizar ciertos conceptos sin adoptar las
categorías de civilizados y salvajes”, o femenino y masculino? Si Michel
Foucault trató de re-historizar el cuerpo contra la naturalización del psicoanálisis,
las feministas también trataron de desmontar la teoría sobre la feminidad de
Freud que reduce la evolución sexual de la mujer a una envidia del pene, a la
pasividad y a un masoquismo latente (ver la conferencia sobre la feminidad de
Freud). Lo que pretende Onfray es recuperar una corriente que llama
“psicoanálisis de izquierda” (donde estarían Wilheim Reich y Eric Fromm) que
comprende que nada es modificable si no cambiamos la situación social de
ciertas poblaciones. Es decir, poco puede el psicoanálisis contra los síntomas
de la dominación, la opresión y el miedo si no se transforma el estatus de
quienes lo sufren, lo que Onfray denomina “contexto patógeno”. En lugar de una
adaptación de la persona a su medio, a través de una sublimación que evitaría
la neurosis, Onfray plantea lo que ya otros dijeron antes, entre ellos el
psiquiatra anti-colonialista Frantz Fanon: liberar al cuerpo del trauma de la
humillación y la colonización mental para poder curar los síntomas. Onfray
ataca al ídolo en sus puntos más débiles y plantea un psicoanálisis solidario,
menos venal y más humano, quizás más moderno, porque una cosa es cierta, más
allá de las conspiraciones contra el psicoanálisis que denuncia Roudinesco, hay
una exigencia de que se reconozca en su tiempo y avance con él para no quedar
rezagado.
Elisabeth Roudinesco, ¿Por qué
tanto odio? Libros del zorzal, 125
pag.
2 commentaires:
Hace tiempo que no pasaba por aca, hoy feliz de haberte leido nuevamente. Concuerdo tanto con lo que sientes.
Un abrazo
Hace tiempo que no pasaba por aca, hoy feliz de haberte leido nuevamente. Concuerdo tanto con lo que sientes.
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