En estos tiempos de presión mediática, todo tiene que ser sometido a la "perfomatividad" de las redes sociales, habría que preguntarse en qué consisten realmente estas redes. Son circuitos que se manejan por aritmética, puesto que se dan en la inmediatez. Son como los plebiscitos de ahí su eficacia social, y también política. El instrumento está a la mano, usémoslo, pero ese instante se consume en la inmaterialidad móvil del internet, y no crea realmente ningún debate, a veces me da la impresión que es una de las patologías de esta época, una especie de populismo, de barómetro para medir qué tan eficaces pueden ser las ideas, las frases, los slogans y los contenidos que producen réplica. Así, los y las que los usamos sabemos si somos "populares", si la gente quiere comentar en nuestra ventana, si dejan un "me gusta", y cómo se van sumando estos conteos. Curiosa esta forma de convivir juntos, es decir, separado(a)s, pero juntos, sin mezclarse, pero junto(a)s (las personas que se añaden, y se añaden sin poner un mensaje, cómo decirles no??), o virtualmente juntos, a veces algunos ejemplos de que no es un medio que ponga en contacto realmente, al poner a prueba la inmediatez del soporte. Me ha pasado últimamente, enredarme en una discusión absurda con un especie de psicótico (un escritor venezolano) que ve perseguidore(a)s por todas partes. O me ha pasado que he entrado al chat y no he podido tener una sola conversación clara con loas internautas, era como un balbuceo, un ruido, una torre de Babel.
Mi red social, en resumen, necesita de un rostro, de una escucha, de gestos, y de tiempo de espera, y siente desconfianza de ese "pueblo inflamable" que circula por la red, de esa tribuna en la que muchas veces se tiene que gritar y en la que rara vez se conversa, aunque suela suceder con algunos, a veces, sí el fuego se convierte en una llama que arde lentamente en el fondo de una habitación.
Rara vez, ¿será suficiente excepción?
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