Todo es tan efímero en nuestras vidas, tan veloz, que, constantemente buscamos una sensación de unidad y de continuidad. A veces la encontramos en la mirada de algunas personas, aquellas que tienen la capacidad de estar presentes ante lo que viven, sin eso, vivimos und esgaste constante. Sucede que a vecs ignoramos esas miradas, las maltratamos o las ignoramos, por torpeza, o por miedo. Siempre tememos a la proximidad. Y es curioso, porque deberíamos buscarla.
Ganas de esa sensación de armonía que a veces logro a fuerza de coherencia (no engañarme con fuegos fatuos, al final todos sabemos qué necesitamos), que es como mirar un paisaje y que su belleza nos toque. Me gusta imaginarme parada en un lugar muy alto en el Perú (Cora-cora?), un cielo alto y limpio, la mirada lavada por ese cielo, y la sensación de paz, de austeridad, de no necesitar más que estar allí. Creo que parte de mi imaginación se la debo a ese silencio, porque acabo de hablar de ese tema reflexionando sobre lo que significa escribir, y, sin querer, he sido torpe con mi amiga Elba, al no querer aceptar sus observaciones... Y ese tema, me ha llevado a este, a querer, desear un poco de esa sensación de estar en simetría con el mundo, mi pequeño mundo uniéndose al exterior, y seguir pensando que no en vano hemos alimentado una amistad, un afecto; que podemos trascender nuestros límites al hablar, que podemos al final, borrar, olvidar, esos desfases y recuperar lo mejor.
1 commentaire:
Esos instantes de silencio que mencionas, los siento parecidos (se me ocurre) a lo que alguien llamó La soledad de dos.
"En las tardes lluviosas
En que las bombillas conquistan una a una su espacio
(desconsolado,
en las madrugadas traspasadas de suspiros,
de murmullos ahogados por los ruidos metálicos en las cocinas,
cuando entras en mi noche armado hasta lo dientes y colocas tu espada entre mi cuerpo y tu cuerpo,
cuando ya no es posible caminar, ya no es posible detenerse,
ya no es ni siquiera posible sentarse a soñar,
se oye la soledad de Dios,
sentimos el silencio de dos quebrando los sonidos del mundo".
Piedad Bonnett
El epígrafe del poema es:
“Suena la soledad de Dios. Sentimos la soledad de dos. Una cadena que no suema ancla en Dios almas y limos”.
Blas de Otero
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