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vendredi, décembre 30, 2005

Relaciones peligrosas

Choderlos de Laclos, autor de Las relaciones peligrosas, leerlo es un estimulante peligro.



En 1782, un oficial de artillería publicaba una novela epistolar escandalosa por libertina, revolucionaria, por tener como uno de sus personajes más importantes a una mujer, y trágica porque al final sus personajes mueren o terminan mal.
Esta será la única novela de Choderlos de Laclos, nacido en la ciudad de Amiens (1741), en una familia burguesa que se intalará más tarde en París. Choderlos era un jacobino, convencido de las ventajas de la democracia y admirador de las ideas del Iluminismo francés, de la enciclopedia de Diderot y de todas aquellas ideas que defendían la libertad del actuar y el pensar. Sin embargo, la novela epistolar que se convertirá en la obra de arte del siglo XVIII, tendrá como clara intención una denuncia de las costumbres y abusos de la aristocracia francesa, se podría decir que incluso lleva contenida una moral al hacer que los personajes considerados “viles” o “malos” reciban finalmente su castigo.
Cuando la famosa novela aparece publicada con el título de “Relaciones peligrosas” (Liasons dangereuses)causa escándalo y asombro por el estilo sobrio y brillante de la prosa de las epístolas que lo contienen, pero sobre todo, impresiona por esa capacidad del autor para hacer tejer a sus protagonistas una delicada tela de araña donde se combinan delicadeza y perfidia, dulzura y crueldad, devoción religiosa y panteísmo pagano. Esa ambiguedad con que se desarrolla la trama, sería mejor decir intriga de la novela, es su mayor atractivo. ¿Cómo clasificar una novela que tiene los elementos morales de la filosofía de Jean-Jacques Rousseau, junto con la apología del mal de un Márques de Sade y la modernidad, por sus personajes femeninos, de un Gustave Flaubert?
Dos personajes son los pilares de la trama: La Marquise de Merteuil y el Vizconde de Valmont, dos personalidades fuertes y dominadoras, dueñas de una inteligencia perspizaz y refinada, ambos igualmente impregnados de la filosofía de su época, de su sensualismo y de su creencia en la razón como forma de conocer el mundo y conocerse a sí mismos. Estos dos personajes claves son los demiurgos, los manipuladores que llevarán a la desesperación a la joven Celile (la inocencia) y a la Presidenta de Tourvel (la virtud). Cada acto de uno de ellos es conducido con una absoluta ausencia de remordimientos, y la frase de Valmont: No lo puedo evitar, es la síntesis de esa consciencia irresponsable y feliz que contempla con deleite su desplazamiento por el mundo gracias a sus calidades intelectuales. Para este tipo de razonamiento lógico y frío, la carta es la forma más adecuada al permitir a su ejecutor estudiar diferentes formas de retórica, ponerlas en juego y calcular los golpes. Además, observar a los otros y a sí mismo: Al descender hasta mi corazón he comprendido haber inspirado la revolución el de los demás, escribe la Marquesa a Valmont y se presenta a sí misma como una nueva Dalila, capaz de traicionar el secreto de todos los hombres que la cortejan (¡ja, cuántas cabelleras de Sansones modernos, poseo bajo las tijeras!, carta de la Marquesa a Valmont).
Laclos, en el prólogo, se dirige sobre todo a las mujeres y confiesa haber dado a leer sus Relaciones peligrosas a una madre, quien le había escrito diciendo que se lo recomendaría a su hija antes de su matrimonio. Laclos también escribió un tratado para la educación de las mujeres, y una ópera cómica, Ernestina, inspirada en una novela que fue un fracaso. Pensó continuar con la redacción de otra novela, pero ese proyecto nunca se culminó. El libro se prohibe en Francia entre 1815 hasta 1875, por escandaloso, y en 1957, por haber inspirado la revolución. En España aparece una edición en 1822, una selección de cartas bajo el título de La Presidenta de Turvel, personaje virtuoso que sucumbe a las peripecias de Valmont para seducirla y quien termina renegando de su virtud. La novela ha inspirado varias versiones cinematográficas. La de Stephen Frears, con Glen Close como la malvada Presidenta, es la más conocida, pero han existido otras versiones, entre ellas, una de de Roger Vadim, censurada cuando apareció en 1960. Para comprender la complejidad de la época, la influencia de las ideas del “Iluminismo”, la influencia de Rousseau y su concepción del mal, los rigores de la apariencia o las exquisiteces de la seducción (seducir es mi destino, escribe Valmont), y más que nada, lo que ha sido verdaderamente el libertino: una persona dispuesta a luchar por la libertad individual, muy bien expresada en esta frase puesta en boca de la Marquesa: Yo no he deseado gozar sino saber, el deseo de instruirme me ha sugerido los medios.

3 commentaires:

Mario Walter a dit…

La felicito, es una sujerente reseña, pero no encotraremos por aqui el libro.

Magda Díaz Morales a dit…

Si, leer Las relaciones peligrosas es un estimulante peligro, totalmente de acuerdo. Siempre recuerdo las palabras de Sade con esta novela: "sostuve mis extravíos con razonamientos, no me puse a dudar... supe destruir en mi corazón todo lo que podía estorbar mis placeres", pienso que puede abarcar un poco a Valmont y la Marquise de Merteuil...

Un abrazo de fin de año y otro para iniciarlo.

Rain (Virginia M.T.) a dit…

¡Tuve ese libro!. Perdido en una de las mudanzas de cuasi gitanos que fuimos hasta hace 4 años.

Leìa lìnea tras lìnea y mis ojos se abrìan màs: era como leer a Maquiavelo hedonista sin remordimientos. Me impactò.

Esa Ilustraciòn llena de intrigas y seducciones intrincadas es pasadista. Y sin embargo la veo reverdecer y me hace temblar eso: es como un temblor algo tragicòmico.


Patricia, aquì aùn el 2005 no se va. Se irà pronto: y te digo que me alegro cada vez que leo un post tuyo, por la gratificaciòn intelectual,querida Patricia.

Un gran, gran abrazo desde nuestra
Lima. Y ventura para tus nuevos dìas, sobretodo ventura.