estoy sintiendo, en México, los desplazamientos en la mirada, como ella se transforma, se compromete, se pierde en este vasto mundo de significados, de afecto, de separaciones, que es México. Hay una persona que está íntimamente ligada a toda esta exuberancia, a esta historia, incluso, sin que me pertenezca del todo. Por ejemplo, hoy, que revisitaba el museo de arqueología en Chapultepec, sentía que las culturas aztecas y mayas, tenían una relación distinta con la muerte (comparada con las antiguas culturas peruanas), que en ellos, la muerte era como una presenca casi querida, un viaje necesario para el que se preparaban toda la vida. En mi cultura, no la siento así, al menos, los templos y rituales prehispánicos, siempre me han dado la sensación de ser más luminosos, aun en su violencia. Es impresionante cómo todas estas culturas me atraviesan en tanto que sujeto, me pregunto cuál sería la parte de legado, que vengo arrastrando del Perú. No sé por qué esta idea se me ha venido espontáneamente.
En México la experiencia es densa y no permite estar tan sola consigo misma, creo que puede ser invasora, cosa que no me sucede en Venezuela. Allá hay un constante roce con la verdad de nuestras vidas, un estar siempre confirmando que no estamos en ella solo para recorrerla sino para darle un sentido. Así, el lenguaje es auténtico, no se pierde, no representa una realidad en términos abstractos, es...
hoy estaba impregnada de olores y sabores de México... he sentido que estos olores tienen tanta fuerza, son tan intensos, que me tienen presa de una especie de espasmo... anoche, cena en el San Angelín, velada con una pareja mexicana... mañana Cuernavaca...
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