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dimanche, mai 12, 2013

Joyce Mansour


Joyce Mansour, la niña del cuento oriental

Joyce Mansour (1928-1986) no solo tiene un nombre literario, de alguna manera su vida también lo fue al estar en contacto con culturas diferentes y distantes. Nacida en Egipto dentro de la colonia inglesa en El Cairo, hace estudios en Suiza, regresa a su país, se casa, se entrena en la carrera a pie, queda viuda en 1947 y se vuelve a casar con Sami Mansour, de la colonia francesa del Cairo. Desde entonces, París entra en su vida, los libros, el Surrealismo, el ritmo agitado de una vida llena de amistades y de viajes. Su primer libro de poemas, Cris (gritos), lo publica las ediciones Seghers,  inmediatamente la revista surrealista Medium lo remarca y Joyce conoce a André Breton, quien la llamará “la niña del cuento oriental”. Joyce posee todos los rasgos inclasificables de la exótica, un físico fuerte, deportivo, un rostro anguloso, de rasgos felinos que ella explora en poses inmortalizadas por Man Ray y otros fotógrafos de su época, un carácter tumultuoso que con cada beso, inflama a cualquiera, sobre todos a los hombres que la adoptan fácilmente como su musa. A lo Anais Nin, a quien Joyce imagina como colaboradora y amiga, entra enseguida en el círculo parisino de Breton, menos atormentada que Unica Zurn quien al lado de  Hans Bellmer nunca logra superar las crisis depresivas que la atacan violentamente.  Ahora, la editorial Periférica decide publicar uno de los textos en prosa de Mansour, Islas flotantes, publicado en francés por Gallimard con el título Historias nocivas, junto con Jules Cesar. Islas flotantes es el relato alucinado, punzante y cargado de erotismo de Mansour. Los temas tienen que ver con la vejez, la enfermedad, y la fragmentación del cuerpo femenino. El tono es angustiante, de una prosa de nervio duro, incisiva, a veces, abismal. Hay que entender que ha sido escrito bajo la influencia de la escritura automática, a manera una inmersión en los sentidos de la autora que construye sus escenas como si fuesen cuadros surrealistas, sobre todo las que incluyen al padre. Varios de sus libros han sido acompañados por dibujos de Wilfredo Lam, Bellmer,  Matta, incluso el peruano Gerardo Chávez. Hay una tensión que se hace insondable en ella, un desgarro de la correlación narrativa que la crítica vincula a su género, lo que la llevaría a explorar situaciones que revolucionan el rol pasivo que tienen las mujeres en algunos textos eróticos, por ejemplo, el de Anais Nin y su Venus erótica. Hay que leer a Joyce Mansour dentro de la línea de George Bataille y Nadja.
Islas Flotantes, traducción y postfacio de Antonio Ansón.
Periférica
120 pag.

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