Joyce Mansour, la niña del cuento oriental
Joyce Mansour (1928-1986)
no solo tiene un nombre literario, de alguna manera su vida también lo fue al
estar en contacto con culturas diferentes y distantes. Nacida en Egipto dentro
de la colonia inglesa en El Cairo, hace estudios en Suiza, regresa a su país,
se casa, se entrena en la carrera a pie, queda viuda en 1947 y se vuelve a
casar con Sami Mansour, de la colonia francesa del Cairo. Desde entonces, París
entra en su vida, los libros, el Surrealismo, el ritmo agitado de una vida
llena de amistades y de viajes. Su primer libro de poemas, Cris (gritos), lo publica las ediciones Seghers, inmediatamente la revista surrealista Medium lo remarca y Joyce conoce a André
Breton, quien la llamará “la niña del cuento oriental”. Joyce posee todos los
rasgos inclasificables de la exótica, un físico fuerte, deportivo, un rostro
anguloso, de rasgos felinos que ella explora en poses inmortalizadas por Man
Ray y otros fotógrafos de su época, un carácter tumultuoso que con cada beso,
inflama a cualquiera, sobre todos a los hombres que la adoptan fácilmente como
su musa. A lo Anais Nin, a quien Joyce imagina como colaboradora y amiga, entra
enseguida en el círculo parisino de Breton, menos atormentada que Unica Zurn quien
al lado de Hans Bellmer nunca
logra superar las crisis depresivas que la atacan violentamente. Ahora, la editorial Periférica decide
publicar uno de los textos en prosa de Mansour, Islas flotantes, publicado en francés por Gallimard con el título Historias nocivas, junto con Jules
Cesar. Islas flotantes es el relato
alucinado, punzante y cargado de erotismo de Mansour. Los temas tienen que ver
con la vejez, la enfermedad, y la fragmentación del cuerpo femenino. El tono es
angustiante, de una prosa de nervio duro, incisiva, a veces, abismal. Hay que
entender que ha sido escrito bajo la influencia de la escritura automática, a
manera una inmersión en los sentidos de la autora que construye sus escenas
como si fuesen cuadros surrealistas, sobre todo las que incluyen al padre.
Varios de sus libros han sido acompañados por dibujos de Wilfredo Lam, Bellmer,
Matta, incluso el peruano Gerardo
Chávez. Hay una tensión que se hace insondable en ella, un desgarro de la correlación
narrativa que la crítica vincula a su género, lo que la llevaría a explorar situaciones
que revolucionan el rol pasivo que tienen las mujeres en algunos textos
eróticos, por ejemplo, el de Anais Nin y su Venus erótica. Hay que leer a Joyce
Mansour dentro de la línea de George Bataille y Nadja.
Islas Flotantes, traducción y
postfacio de Antonio Ansón.
Periférica
120 pag.
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