creo que podemos hablar de un tiempo en que todo conspira para que no podamos escribir, pensar... pensar, sí, a toda velocidad, pero existir a través de esos pensamientos, ocuparlos, es otra cosa.
ocupo mi cabeza, ahora mismo en esta casa de la montaña en Caracas...
por instantes un frenesí, unas ganas locas de besar a la vida en plena boca, un "chape" como decía en Lima... el otro día sentí con claridad pena al pensar en lo que sería "mi vida sin mí", como el excelente película de Isabel Coixet, cómo será esta casa sin mí, esta Caracas sin mí, mi caminata, mi música, Antonio, mi único mendigo apostado en una esquina.
A veces, en medio de tanto movimiento solo percibo una parte de las cosas, a veces, me fuerzo a mirar, a permanecer en una sensación y en una impresión. Por México he pasado también a toda velocidad, yo quería ir más lento, pero imposible. Recuerdo una sensación de frustración al atravesar la calle Durango, donde está el hotel La casona, tanta belleza, ufff!!
y tanto deseo, tantas ganas de ser como un colibrí, extraer la miel.
Llueve a cántaros, pronta a terminar de corregir la traducción de Flora Tristán, más un prólogo, me gusta esta sensación de trabajo arduo, me gusta, luego, la ficción, y todo depende de mí!!
pensaba en los rostros, los rostros, sus arrugas, sus partes más sensibles, las miradas, las que huyen, las que recorren... una tiene el rostro que merece y el mío, con la edad, tal vez se haga sabio, menos vanidoso, más real. Esa frase de la novela de Duras: me gusta más su rostro como es ahora: devastado....
esa frase...
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