Siempre he pensado que escribir debía ser una forma de acceder a una especie de fraternidad universal. No solo fraternidad en tanto que siempre nos ponemos en el lugar de los demás, sino fraternidad de escritores y escritoras. Cuando veo que el medio es rudo, competitivo y cruel, me retraigo. No sé cómo responder a cosas tan concretas, quizás lo mío sea un romanticismo (apostar por mantener la inocencia), y lo prefiero al cinismo o el desgaste moral. La verdadera derrota es dejarse contaminar por esas redes del conformismo, es decir, mientras más conforme a las reglas sociales dominantes, más premios, mas reconocimientos. Mientras más frivolidad y necedad, más audiencia. ¿El mundo anda de revés? Premiamos lo que reconocemos como "nuestro", y esta es la época del discurso chatarra, de la alienación, cuánto, !cuánto cuesta deshacerse de todos los mensajes que llegan día a día!, saber lo que se quiere, mantener la concentración y la atención.
Si no existe fraternidad entre escritoras y escritores, al menos existen las amistades, los apoyos, las manos que sostienen en el vacío...
Y eso e simportante.
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