he encontrado, a través de Elba, una carta que yo había traducido de Simone de Beavoir, dirigida a Nelson Algreem. Cuando ella escribió "La force de choses" (La fuerza de las cosas), una relación de veinte años tocó su nota final. Es una de las correspondencias más bonitas e intensas. Aparece una Simone de Beavoir distinta, desprejuiciada, sedienta de afecto, al fin, un ser humano. Ni hombre ni mujer, alguien que ama en el sentido activo de esta palabra, asumiendo riesgos, suscribiendo con palabras lo que siente. Al final, cada relación, es una aventura, como la vida, como todo. No hay sol, pero hace un calor húmedo, tórrido... el mar huele cada vez más fuerte, es tan intenso el olor que invade toda la ciudad.
Carta de Simone de Beavoir a Nelson Algreem
Nelson, mi gran amor. Estoy muerta de cansancio, pero es imposible que me vaya a dormir sin escribirte. Fue tan duro separarse media hora después de saber que seguía contando para ti, tan amargo saber que hubiese podido habérmelas arreglado para quedarme si hubiese estado segura de mis sentimientos a tiempo. Necesito hablarte, porque es la única forma en que encontraré la paz esta noche. Durante el trayecto en el tren, en el taxi, o el avión, no he dejado de hablarte, no te asustes si lloro. En la introducción que me has hecho ayer-Thomas Man que en cada antes de cada ataque de su enfermedad, Dostoiesvki conocía unos instantes de verdadera felicidad que valían por diez años de vida. Y es cierto que tú tienes el poder de causarme por unos segundos una especie de fiebre que vale por diez años de salud. Puede que tu malvado corazón sea profundo y cálido pero no es tan febril como el mío y que no puedas comprender el choc que una vez más me ha causado el don que hace unas horas has vuelto a hacer de tu amor. Choc que me ha enfermado físicamente. Es para luchar contra ese malestar que te escribo, por eso, perdóname si esta carta te parece sin sentido porque tengo que salir de este estado, además, siempre quise decírtelo, confiarte algunas reflexiones que me inspira nuestra historia.
Desde el primer día me sentí culpable por darte tan poco a pesar que tenía tanto amor. Sin embrago, sé que me has creído y comprendido mis explicaciones. Jamás hubieras aceptado venir a vivir definitivamente a Francia aunque te retenga en USA el mismo vínculo que me retiene en París. No voy a defender ese punto: no podía dejar a Sastre, la escritura y Francia. Admito que no me crees cuando digo “no podía”, sin embargo, lo sé, que comprendas mis razones no cambia en nada el hecho en sí: no te he dado mi vida, no te he dado mi corazón, te he dado todo lo que te he podido dar, pero no mi corazón. He aceptado tu amor y lo he condenado a no ser más que un amor lejano (…) Me he sentido culpable todo el tiempo, sentimiento amargo, el más margo porque concierne el hombre amado. Si te he querido abandonándote, he sufrido bastante por eso. Sin cesar tengo miedo de que pienses que yo me reservaba la parte agradable de nuestro amor. No es verdad. Si he fallado en darte la felicidad que un gran amor debería dar, he sufrido muchísimo por esa razón. Me haces falta a cada instante y la conciencia de mi error, de tu posible rencor, me ha hecho sentir, más de una vez, absolutamente miserable. Puesto que te he dado tan poco, pensé que sería justo que me arrojaras de tu corazón. Pero, comprender una situación no impide que esta te parezca cruel. La primera vez, en Nueva York, fue duro, y el año pasado, también. Créeme también esto: he llorado mucho y si actué como lo hice fue por reacción a una profunda herida, herida que no ha cicatrizado en todo el año. Sin embargo es terrible no sentirse amada cuando tu amor es más violento que nunca y no te esperas el rechazo. Pese a todo, cuando vine a verte en setiembre, empezaba a aceptar este hecho con resignación tratando de hacerme a la idea de tu amistad y de mi amor. La situación no me hacía feliz, pero me parecía tolerable.
Y esta noche tengo miedo, un verdadero miedo mortal. Una vez más he echado abajo todas mis defensas. Me dices que no me desalojas de tu corazón y, al no tener que luchar más contra tu indiferencia, permanezco desarmada y nuevas heridas profundas, podrán abatirme idenfinidamente sobre mí si decides rechazarme. No puedo ni siquiera soportar la idea. Un cansancio enorme a acosa. Petrificada ante el sentimiento de encontrarme completamente entre tus manos, sin defensa. Por primera vez te suplico: guárdame en tu corazón o expúlsame pero no permitas que me aferre a tu amor para descubrir de repente que ya no existe. Me rehúso a pasar por esta prueba, ni siquiera acepto la idea.
Comos ves, he perdido completamente la cabeza, si te enamoras de otra, todo está dicho. Solo en la medida en que decidas rechazarme o no, podrás reflexionar en lo que significa para mí. No me retires de tu corazón ahora, guárdame hasta nuestro próximo encuentro y haz que nos encontremos en poco tiempo. Sabes, como yo, que sea cual sea tu decisión, yo no te causaré ningún problema. Esta carta es lo más duro que recibirás de mi parte. Por una sola vez te estoy pidiendo algo: que no me arranques de tu corazón y que te esfuerces en conservarme. El tiempo que he sabido que contaba para ti, ha sido tan corto!! Que no puedo resignarme y tiene que prolongarse. Quiero que me beses con amor una vez más. Te amo tanto. Te he amado por el amor que me diste, por el deseo físico y las ganas de felicidad que despertaste en mí, pero incluso cuando eso ha desaparecido, o disminuido, mi amor ha sobrevivido por lo que eres. Porque eres quien eres. Independientemente de lo que me des o no, permaneces en mi corazón para siempre. Y la posibilidad intuida de que ese amor vuelva a ser de nuevo feliz me ha destrozado. No soy más que un montón de escombros. Entonces, no te molestes al recibir esta carta descabellada. Aquí estoy aquí en el hotel Lincoln y voy a tratar de dormir. La noche me aterra. En toda mi vida no he deseado algo con tanta voluntad y ardor: volver a verte.