he pasado varios días en este lugar pensando que podría escribir, una ingenuidad de mi parte: la escritura, en mi caso, es un gesto afectivo, pensado, pero sobre todo sentido como experiencia de arraigo, de encarnar de forma más completa la experiencia. Y aquí ha habido un desfase de idioma, el inglés me resulta odioso cuando es asumido como el idioma "natural" de comunicación. En pleno conflicto catalán es el idioma deseado, en el cual, los que reclaman una existencia histórica en el presente, se hayan a gusto, pero que a mí me suena a dominación. Curiosamente, hay una plena identidad entre los, y las, catalanas con el inglés, se sienten acogidas y abandonan sus vestimentas de desarraigo, que es enorme porque su deseo de ser econocido.as como una comunidad hablante (no solo hablada) se estrella contra el curso de las cosas, el devenir del idioma castellano que crece en otras latitudes ajeno a esos procesos de conflicto con la identidad dentro de la nube tóxica de la globalización, y se dan más bien desde la lucha de clases. Por ejemplo, la lucha de los pueblos indígenas en américa latina. Aquí no son ni indígenas ni clases populares sino un conjunto de clases emergentes entre las cuales hay muchas fuerzas de derecha que no sirven para ilustrar una "cierta transversalidad" como me lo decía una persona pro independentista. Eso de querer fundirse en esa épica del reconocimiento de la identidad como pueblo, como nación, despierta todos los temores de una Europa que ha vivido varias guerras fraticidas en pos de esa búsqueda de una unidad perdida. El derecho a la autodeterminación de los pueblos ha sido usada en varios sentidos, el primero, como la reivindicación justa de un derecho, que sea legal, o no, era legímitmo, la segunda, como una forma de denuncia de opresión que no ha sido interpretada como tal porque el otro grupo se siente igual de oprimido por una exigencia semejante.
resultado, no ha habido diálogo ni lo habrá, la gente de cataluña se ha contado un relato que no se sostiene en la realidad, pero que alimenta algo más potente, la idea de un país... ya se verá con el tiempo.
mientras tanto llego a rastras a los últimos días de estadía aquí con una sensación desagradable, pocas conversaciones, o ninguna, donde haya habido verdadero intercambio, el feminismo, o lo que queda de él, se ha convertido en una especie de ascensor social para mujeres que redactan tesis, para quienes quieren organizar un poco el caos interior, y lo entiendo, pero quizás no era el lugar donde trabajar temas tan personales como son los míos.
la presión del inglés y el rechazo involuntario que produce el castellano en pleno conflicto ha sido pesado, muy pesado. Mal momento, pero igual he notado una americanización acelerada de esta región, todo el mundo es bilingue en inglés y lo prefiere antes que el idioma castellano que es sentido como "opresor". La población catalana es globalizada, muy orgullosa de estar en Europa, que, ahora amismo, les ha cerrado la puerta (y no sé por qué me suena a lo que sucedió con la Argentida durante la guerra de las Malvinas)....
a suivre...
a punto de partir a Lima...
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