Es curioso, y yo misma me sorprendo, de cómo esta época nos obliga a pensar algunas cosas, los modos de vida, los paradigmas políticos y económicos, en suma, las elecciones son cada vez más complicadas y saber hacerlo no es tema fácil. Imagino a un o una joven ahora y me aterro, debe ser horrible.
Este mundo nos ha convertido en una especie de monstruos, pienso en mí, ayer deambulando con las compras de navidad en las Galéries Lafayette completamente neurotizada porque no sé si lo hago por placer o por obligación. Incluso me enredé en una discusión torpe con una chica de la venta, era morena, de origen árabe, había algo de reto en la mirada, de ofendida, y la comprendía (seguro mal pagada, seguro con una situación familiar catastrófica), aunque me sentía injustamente marcada por ser "extranjera y comprar". Yo también tengo problemas familiares declinados, yo también vivo en ese marasmo contemporáneo y trato de estar a flote intentando la frugalidad. Pero había algo más, era como si fuese un formato que está tan balizado y que hace imposible todo diálogo. Me sentí ruin, y luego pensé que cada persona ha sido convertida en una pequeña empresa canalla por este oscuro capitalismo de las finanzas. Los gestos de compra (ya la palabra es fea) son gestos desprovistos de generosidad, sin placer, ateos afectivamente. Y mezquinos. El placer de compartir tiene algo de eros, de energía que fluye. Ayer oía en la radio France Culture a un filósofo africano hablar de cómo el baile es importante para pensar, pero pensar no en la forma lógica de los filósofos europeos, sino pensar como se puede hacer en otras latitudes, lanzarse con todo, con pasión. Esa era la intuición de Nietzsche, Bizet, y la ligereza de su música, frente a la estridencia militar de Wagner. La educación francesa ha formado también a estos seres tan administrativos, matemáticos, pasivos, es demente. Leyendo una entrevista a Alain Badiou en L humanité leo, "hay que cambiar las relaciones de producción que se basan en el sometimiento a la misma tiranía". Suscribo, no podemos seguir aceptando que la finalidad en la vida es someternos a esa ideología del dinero, no. Es la muerte en vida...
luego he tenido sueños de agua clara y fiestas en Venezuela, supongo que eso me ponía en contacto con el otro extremo de la realidad que apuesta a la utopía de la generosidad. es lo que más cuesta en la vida.
transformado la novela en francés en ficción. era la única forma que sea verdad.
2 commentaires:
Muy cierto, inteligente y certero el comentario Patricia.
Gracias por la lectura Constantino, espero verte pronto. Podrás ir? http://laboratoriodeescritura.com/blog/es/2014/11/las-tardes-del-gatopardo-patricia-de-souza-en-conversacion-con-jordi-corominas/
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