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vendredi, mars 15, 2013

Marcel Schwob, en Babelia


A Marcel Schwob (1867-1905) siempre lo leí por fragmentos, lecturas accidentales, nunca terminadas, o a través de algunos textos críticos de Jorge Luis Borges (el prefacio a La cruzada de los niños), de autores como Enrique Vila-Matas o Roberto Bolaño, pero esta inmersión en a obra de Schwob, gracias a la traducción de Christian Crusat y Rocío Rosa en Páginas de espuma, me ha permitido conocer mejor a un autor francés que de hecho es un referente importante para comprender mejor la genealogía de un tipo de literatura que podría ser interpretada como simbolista, surrealista (también podría emparentarse con Lautréamont y sus Cantos), fantástica, y realista en sus Vidas imaginarias, biografías noveladas que tendrían una llave de acceso a través de Vidas paralelas, de Plutarco y  Jenofonte, autores de la época clásica. Schwob nos llega impregnado de un perfume fresco, y por eso es un referente importante, su enorme cultura clásica, francesa y anglosajona, su “cosmopolitismo” en una época en que la mayoría de autores vivían limitados por las fronteras, nos hacen ver en él  un personaje de nuestro tiempo. Su influencia está todavía muy cerca en algunos autores en francés, Pierre Michon y su minúsculas biografías, en Jean Echenoz cuando escribe sobre Ravel y el corredor Zatópek, Pascal Quignard, por supuesto, o el libro de Vila Matas sobre los escritores del No.
En este libro, El deseo de lo único, se reúnen algunos textos de Especiélago (publicado anteriormente por Siruela), los estudios sobre el poeta Francois Villon, Louis Stevenson, y Thomas de Quincey, el arte de la biografía, El terror y la piedad,  La perversidad, Meredith, vidas ejemplares como las de Julián el hospitalario, Plangón y Báquide, y otros textos heteróclitos  e importantes como La risa, El arte, o El amor. La pléyade es larga en un autor lleno de referentes clásicos como populares (su estudio sobre las coincidencias entre el Hamlet de Shakespeare y algunos cuentos populares en gascoña o la vigencia de este arte popular del cuento en Cataluña, son algunas perlas). Un oído fino para el lenguaje de la calle de Villon y una pasión por otros idiomas; Schwob tradujo a Shakespeare y Daniel De foe. La elección de los textos supongo que responde a la idea de mostrar un mosaico sobre de la obra de Schwob, aunque incluya pocas ficciones como El rey de la máscara de oro, Corazón doble o el Libro de Monnelle (libro en línea en francés), compuesto de retratos espirituales y sensuales de mujeres en la marginalidad, extraño texto entre clasicismo y surrealismo. En realidad toda la obra de Schwob  oscila entre extremos, entre un lenguaje erudito y poético (muchos creen que su influencia fue radical en André Gide y sus Alimentos terrestres) y  la reproducción de un lenguaje pastiche del argot medioeval, una soltura plástica en su simbolismo, y una racionalidad contenida, claro, y turbio, emblemático y esotérico (a lo mejor, de ahí su relación con Borges y Alfonso Reyes), sensible y a veces muy frío. Una amiga me decía que le costaba leer a Schwob sin un diccionario refiriéndose a la erudición de  sus textos, pues hay que olvidar el referente, porque Schwob ha girado sobre su propia órbita con ese brillo lejano y extraño que poseen sus textos. Su fascinación por  el argot francés de las bandas (coquillards), sigue siendo una referencia, como su pasión por Villon (cuya vida fue alucinante: entre bandido y poeta perseguido) y por los autores ingleses, sobre todo, Stevenson y sus viajes,  una constante también en su vida, que se mantuvo hasta su muerte en Samoa, aquejado de una enfermedad desconocida y con solo treinta y ocho años. La generación de Schwob estuvo marcada por figuras relampagueantes, Colette (gran amiga de la artista Marguerite Moreno, con quien se casó), Jules Renard, Valery, Paul Claudel, entre otros nombres que iluminan nuestro cielo.

El deseo de lo único,  Colección voces de ensayo, Páginas de espuma 2012.
312 pag.

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