No, no siento ese bienestar que toda la gente dice que se vive en el Perú. El bienestar no creo que se obtenga de una cultura del consumo y del desecho, del menudeo, de la simple regla de la oferta y la demanda, de una sociedad principalmente de consumo. El bienestar es mucho más complejo y si me dicen que antes una persona no tenía tarjeta de crédito y ahora la tiene a fuerza de pagar intereses colosales y endeudarse a vida, pues tal vez habría que hacerse la pregunta. El modelo de desarrollo peruano parece inspirado en la lógica de la inversión pura y del empleo precario, donde, por supuesto no entra el discurso de la igualdad. La teoría de la "selección natural" que todo el mundo acepta como paradigma de desarrollo sin chistar, o la meritocracia (nunca antes ha habido tanta angustia por poseer un diploma), no son por tanto, valores universales, son paradigmas que quizás quedarán cada vez más rezagados (espero que sí). La construcción civil florece a toda velocidad, las estructuras viales se mejoran, la gente compra en los supermercados, todo parece haber mejorado... Después de varias semanas, el esmalte se cae y detrás de eso aparece lo que está detrás del ruido y de la aparente bonanza: detrás de una sociedad solo de consumo se esconde una pobreza interior, una pobreza de imaginación, de valores vitales y humanos. Hay un "encanallamiento general", un deterioro moral colectivo. Una sociedad que hace del maltrato una divisa, es inquietante, y lo digo porque esas mejoras no han terminado con el maltrato habitual que se cultiva entre todos y todas las peruanas, cada persona se yergue aplastando la cabeza de alguien (aunque sea de forma simbólica), todo se consigue para "capitalizar", para ostentar, para pensar que una ascensión social es posible, que el status social termina con la segregación y la marginalidad, pero, la pregunta ¿es ese un crecimiento duradero y cuáles son los riesgos? Hay algo que para mí es revelador y es el lenguaje, y el uso que se hace de él. Escuchaba la conversación de un grupo de hombres en un café. Los tonos eran agudos, gritones. Las frases rudas, esquemáticas, de un desenfreno sin envoltura, una identidad histérica, al borde de las lágrimas. No es por nada que la mayoría de la población es sensible a los discursos radicales de una prensa que no dialoga, a una prensa policial, cerrada al diálogo. No es por nada que aparecen cada vez más iglesias evangelistas, mormonas, etc... El "vínculo social" lo mantienen ellas, no los partidos ni las asociaciones civiles, los peruanos en este momento dialogan poco, han pasado de una autoestima devaluada a una histeria nacionalista, solo se habla de temas locales, no importa qué pase en el mundo, de pronto hemos inventado todo, la cocina, por dar un ejemplo... Nadie confía en la política, los jóvenes no tienen conciencia de clase ni saben a qué país pertenecen, no se ven y no ven a nadie más que a su deseo convertido en deseo de consumo, el objeto lo posee todo. La educación es una cárcel. Aparecen universidades por todas partes, de todo tipo, academias, escuelas precarias, la educación es un negocio redondo, y el Estado peruano deja hacer, Nadie protesta, nadie dice nada. Si un periodista escribe sobre un tema político, es en forma de inquisidor, acusa, ofende, es tajante. NO acepta ser mediador(a) si no que desde la tribuna, es, a su turno, el dictador. La tentación absolutista en el Perú, donde hay un desgaste de los vínculos sociales laicos, asusta. Es casi un síntoma de fanatismo. La Iglesia, sí, el partido político, no. La peluquería sí, la biblioteca no. La derecha, sí, la izquierda, no.
¿Y los intelectuales? No sé a qué pertenece esta categoría, es un misterio, percibo una fijeza, una falta de diálogo que se parece al encierro. Repetimos lo mismo desde hace años, pero nada ha cambiado. Hay solipcismo, en plena época de globalización, el Perú es cada vez más peruanista, pero qué dice por ejemplo Mariátegui de esta forma de peruanismo tan cerrado, tan excluyente y autista: Los intelectuales en su mayor parte, componían una sumisa clientela de los herederos o los descendientes de la feudalidad colonial... Ahora los intelectuales están al margen de ese crecimiento aparente de la sociedad, tienen cada vez menos espacios y se encuentran de cara con la necesidad de ser también "comerciantes", mercaderes, un desclasamiento brutal, no hay espacio.
Si regreso al tema del lenguaje, el lenguaje no refleja lo que son las personas, si no lo que aparentan. Nadie desea una sociedad de iguales, sino de selecciones naturales, si hay esclavas de la casa, es porque es así, natural, si hay personas condenadas a la ignorancia es porque no lo merecieron o no hicieron lo suficiente para lograrlo, el neo-darwinismo es común, que sean intelectuales o no... ¿interesante, no? Nadie desea pensar en su situación real, concreta (decía Hernando de Soto, ultra liberal, que los créditos inmobiliarios no se podrán reembolsar) si no en lo que le permite creer la sociedad peruana tan llena de castas. Las universidades se encargan de reproducir el mismo modelo, las familias también, la ascensión social es único sentido, aunque el lenguaje no proponga, no analice, no intercambie. Creo que de ahí ese tono tan estridente, tan afectado.
El nacionalismo es un síntoma de este tiempo, a veces un paso forzado que podría llevar a pensar, como Mariátegui creo que adopto más la visión del que se dice "internacional": el "internacionalista" es quien siente mejor lo indígena y lo peruano, no lo vuelve exótico, no lo reduce a un símbolo ni una leyenda, lo mira como algo vivo (es esa sensación que dan las tiendas de tendencia popular o andina, disecan todo para presentarlo como un producto al consumidor desorientado, al final el consumo es siempre para llenar un vacío), lo indígena, lo peruano, no es el esprit del jirón de la unión, ni de las tertulias limeñas, sino una cosa mucho más honda, más trascendente, escribe JCM...
pues, como observadora, mediadora, lo que fuese, creo que en algún momento hay que tener el valor de aceptar que nada es fijo, que los paradigmas deben y pueden cambiar, que no podemos quedarnos paralizadoas por el brillo hipnótico de ese crecimiento de hojalata, en medio de un balbuceo constante. En todo caso, esa no es mi fiesta.
Fotos: loc contrastes brutales en Lima, sublime casa en Barranco y pobreza en el barrio del Agustino, en pleno centro de Lima.
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