En todo viaje, en toda partida, cuando se trata de irse íntegra, hay una experiencia de resistencia, de prueba de nuestra capacidad de ponernos al margen de las certezas, las convicciones, las creencias. Ayer repasaba, con ganas de tener a todos mis referentes cerca, la etapa en que decido irme de Lima, o del Perú. Mi malestar a los 18 años, la falta de perspectivas, la violencia económica, las carencias, y la desarticulación social (que compruebo, no sin frustración, que son las mismas para mis sobrinos, en la misma etapa que yo cuando decido partir). Es decir, las relaciones sociales se quebraban, siempre enfrentadas a una precariedad en la continuidad de una vida, de una experiencia. Es el tiempo en el que el futuro para una mujer no tiene forma, no tiene voz (de ahí que escriba) es un anuncio de exilio constante, de muerte civil, no existirás como ciudadana. Mi aburrimiento era mortal, no podía resignarme a quedarme así, en ese estado casi de apnea. Ir a la universidad no me abría las puertas a nada, respiraba siempre ese ambiente opresor, chato y filisteo regentado por hombres, por la desconfianza de la clase, del tipo, de piel, y todo el enjambre de los prejuicios semi-vireinales de la sociedad limeña.
Huida.
El frío de París y la desorientación en París, ganas de regresar a casa. No hay regreso, entraba en la experiencia del desarraigo, imprescindible para escribir para mí, pero, ¿qué hubiese pasado si no me hubiese marchado, plancharía camisas, cuidaría niños y adolescentes y organizaría mi vida en función de ellos o, de haber sido posible, hubiese estudiado, seguido escribiendo, dedicado a la lectura y la investigación? Casi seguro que hubiese sido la primera opción, la única duda es que no pude elegir. la maternidad también como una elección y no como fatalidad social. Y de ahí la idea de escribir este blog, es que todo lo que nos huele a fatalismo social, hay que revertirlo, enviarlo a su sentido más creativo, encontrarle una salida creativa. Hay cientos y cientos de personas que huyeron de sus países buscando nuevos relatos, otras luces, personas, que, como yo, se han visto confrontadas a la contingencia de sus vidas, aprendiendo a seguir el latido de otras, o juntarse con ellas. Y hay personas que han vivido esto muy mal, la neurosis del exilio es común, No existe el lugar ideal, solo aquel que nos permite acomodarnos a nuestras necesidades. De todas formas, como escribió al final Gauguin en su diario de la Polinesia: no todoas estamos hechoas para el exilio, tenemos que ser fuertes, estar abiertas al exterior, dejarse invadir, no tener celos de nuestra intimidad, hay una exigencia urgente de generosidad. A veces, sueño que estoy en casa, me remuevo en la cama, trato de volver ahí, a esa casa inicial que siempre permanece cerca (mis sueños con casas son recurrentes). A lo mejor por eso escribo tanto, no lo sé, ¿será una neurosis de exilio?
Psicoanálisis al margen, a veces pienso que para que la experiencia sea completa, la elección es importante, saber que elegimos ese éxodo, esa partida. Y que un día, cualquiera, ese país de origen, no sea esa tierra hostil y sin futuro donde los jóvenes no pueden soñar con el futuro, no pueden sino subsistir, que el Perú concretamente se transforme en un país hospitalario donde vivir con serenidad. Hace tiempo, sobre todo ahora que leo a José Carlos Mariátegui, que pienso en eso.
Un día...
Leo a Pierre Bourdieu, luego Annie Erneaux, y pienso como ellos dos: lo político está en el "uso" del lenguaje y en la manera como representamos situaciones, del valor que les damos, de sus usos también poéticos. Nadie puede pensar que se escribe en un lenguaje neutro, al menos, yo, no lo creo. Elegimos un código, un registro, es una idea clara de elección, tal vez escribir sea construir esa casa que ya no tengo...
Annie Eerneaux: "Escribir es para mí, una actividad política, es decir, puede contribuir a una transformación del mundo, un descubrimiento, o, de lo contrario, es confirmar el orden social, moral existente".
La literatura siempre ha sido como un pliegue oscuro que hay que desplegar, en eso, está para mí el deseo, el deseo de escribir, de iluminar. Quizás no se transforme nada, salvo nosotroas, en ese mismo proceso de escribir, devenir mujer, hombre, persona...
La horizontalidad.
Practicar la horizontalidad en las calles de Caracas, caminar, no andar en auto.
El auto, sobre todo, las grandes camionetas que abundan en Venezuela, actúan como acorazados, son un lugar de aislamiento mental y social. Cuando caminas por la calle, te hablan con facilidad, se produce el nexo social. No entiendo cómo tanta gente puede circular solo en carro.
Hay dos clases sociales separadas por una cicatriz que marcan estos objetos fríos, separan. Y hay una percepción muy distinta de la ciudad, otro ritmo en el pensar. Necesito caminar...
2 commentaires:
El automóvil es uno de los signos más representativo de las diferencias
Si no te hubieras ido del Perú ¿estarías escribiendo? Posiblemente no
Como seria tu vida y que estarías escribiendo si tuvieras un teletransportador: la capacidad de viajar instantáneamente. Tomarías el desayuno en Lima, almorzarías en Caracas y cenarías en París. No habría motivo para hablar de exilio.
El teletransportador no es una posibilidad concreta, solo las que menciono... sería genial...
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