Definitivamente polémico, Alain Badiou (Marruecos
1937), no ha dejado de nadar en las aguas de la actualidad. Desde su
militancia en la Unión comunista de
Francia marxista leninista, junto a lingüistas como Jean Claude Milner y el
lacaniano Gérard Miller, nunca ha renegado de su genealogía calificando los
ataques contra su persona de “libelos de propaganda”. Discípulo de Louis
Althuser, su teoría del sujeto, expuesta en su libro más conocido, El ser y el acontecimiento, sostiene que las matemáticas son la verdadera
ontología. Como filósofo ha analizado temas diversos como el nazismo y el rol
de la mujer en la filosofía, incluso el tema del amor (Elogio del amor)en esta época de “democracia
en tanto que instrumento del capitalismo”, así como la crisis de la democracia
representativa en Francia. Aquí, en entrevista exclusiva.
1.- En su último libro, A la búsqueda de lo real perdido (Fayard 2015), usted dice que hemos llegado no al final de la
historia como pronosticó Fukuyama, sino más bien a la convicción de que el
capitalismo es el único sistema que puede gobernar el mundo. ¿Hay, desde ese
punto de vista, una visión pesimista del futuro?
AB:
Pienso que la “otra vía” , la otra orientación, ha sufrido un fracaso histórico
y que la tentativa de organizar la
economía sobre bases colectivistas y nacionalizar el sector privado dio como
resultado construcciones como la el Estado soviético y la China que se vinieron
abajo. Es el principal argumento del capitalismo que hoy en día nos repite sin
cesar: ya ven, esto nos ha conducido a cosas
terribles. Y han logrado convencer. Es como si nos encontrásemos en pleno siglo
XIX, es decir, en una época en la que podemos imaginar otra vía, podemos
proponerla, pero a escala mundial carece de imagen concreta. Nadie se la
imagina. Si antes estábamos entre “dos mundos”, durante el periodo de la “guerra fría”, ahora estamos en un mundo unificado,
unificado por el mercado mundial. Esta unidad no la tomo como definitiva, no es
el final de la historia, pero es un estado intermedio en el que habrá que
reconstruir otra alternativa, otra orientación como lo hicieron los militantes
y pensadores del siglo XIX. Es un proyecto en construcción.
¿Es
una crisis de civilización como se está diciendo?
AB:
Yo creo sí que hay una crisis de
civilización porque la mundialización capitalista es un problema patológico, ¿como
ha sido posible llegar hasta allí? Usted, seguro que se hace la pregunta sobre
cómo es posible que haya tanta resignación ante un tal consenso.
¿Es
así en todas partes, se dice que en cierta América latina se le resiste?
AB:
No se puede decir que la AL haya propuesto realmente algo nuevo por el momento.
Yo diría que el poder electoral de ciertas propuestas no tiene aun mucha solidez,
puede ser reemplazado por otro a través
de las elecciones, por lo tanto es frágil. Nosotros también conocimos lo mismo
con Mitterrand, quien nacionalizó bancos
y empresas, hizo algunas innovaciones, pero no fue realmente “otra vía” sino
reformas positivas e interesantes dentro del mismo sistema financiero. Bolivia,
Venezuela, son experiencias inciertas porque no tienen garantía y hay mucha
presión interior y exterior…
¿Podría
ser que en muchos países no se pueda renunciar a la idea del crecimiento
ilimitado, tan propia a la modernidad, aunque esta sea el centro de la crítica
actual de un sector intelectual al haberse convertido también en catástrofe
ecológica?
AB:
Hay una “tercera vía” que no significa regresar a la tradición anterior (la
religión es una de ellas) que, por el momento domina el mundo árabe y, muchas veces, de manera violenta. Mientras tanto la
modernidad está sobre todo bajo el dominio del capitalismo occidental. En todas
partes del mundo hay búsquedas de otras vías, y, justamente me he dado cuenta
de que en AL hace tiempo que se está buscando, y se busca, una manera de separarse de la modernidad occidental
sin rehacer la tradición. Un ejemplo es
la manera cómo gobierna Evo Morales, los derechos de la tierra inscritos en la
constitución, etc… Es lo que estamos haciendo un poco todos los que no queremos
completamente ni la modernidad occidental ni la restauración de la tradición.
Es esa la crisis de civilización, y es una crisis positiva. Quiero decir, que
vamos a encontrar cosas nuevas. El
conflicto ahora mismo, la guerra incluso, es entre tradicionalistas y
modernidad occidental.
Pero
¿en aquellos países que carecen, o donde no se ha respetado tradición, no es un
pasaje obligado?
AB:
Por supuesto que no me opongo a ese tipo de búsqueda en aquellos lugares donde
ha sido aplastada o dominada por ese “deseo de Occidente”, como lo llamo yo.
Entonces me parece justificado aunque me muestre a veces escéptico. Si queremos
reunir a las masas populares que han estado por mucho tiempo marginadas,
entiendo que se apoyen en parte en la tradición, lo entiendo perfectamente. Concretamente
en América Latina, e incluso en África, es lo que está pasando. Pienso que es una etapa, porque en algún
momento aunque se produzca un retorno a las tradiciones oprimidas, se tendrá
que inventar una nueva modernidad…
¿Menos
eurocéntrica?
AB:
Seguro que va a ser así. Ya vemos Francia ha sido una gran potencia imperial que se opaca.
¿Por
qué no quiere dejar de ser imperial?
AB:
Tenemos que inventarse una nueva cultura política y eso cuesta. No hay que
olvidar que parte de su brillo como país ha sido la Revolución francesa…
¿Qué
impide que se renueve?
AB:
No es que esté impedida o sea incapaz, es que hay una crisis simbólica,
cultural e ideológica a escala planetaria. Sobre todo en Francia al haber sido
una gran potencia cultural, cosa que hace más evidente el hecho de haberse
alineado con la modernidad imperante, la americanización y la ley del mercado.
Pues hay que salir de ahí.
¿A propósito
de crisis simbólica, no hay una narración que se ha roto, una narración desde
el punto de vista histórico, como si no pudiésemos entender qué está sucediendo?
AB:
yo creo que podemos seguir escribiendo la historia como la hemos entendido
siempre, con un hilo causal: la historia de nuestro tiempo es la de la hegemonía
del capitalismo globalizado. Describir el mundo según sus propias leyes de
funcionamiento es todavía posible. Mientras que antes había dos orientaciones, y
que la comunista era problemática, puesto que abortó, nunca antes las categorías
han estado tan delineadas. Por ejemplo, cuando Marx hablaba del mercado
mundial, no era nada comparando con lo que es ahora. Cuando Marx hablaba del
enfrentamiento de los grandes grupos industriales, comerciales o bancarios, esto
era ínfimo comparado con lo que es ahora. Sobre todo la concentración del
capital. Hoy sabemos que 1% de la población mundial posee la mitad de recursos
disponibles.
¿Es
posible que sea todo tan claro, tan predecible?
AB:
A mí me da la impresión que se le hace “una trampa a la razón”, es decir,
culpabilizar a otros de lo que nos sucede, a los árabes, a los extranjeros, hay
mucha superstición y no impera la razón.
¿Qué
piensa de esa Francia “zombi” que describe Emmanuel Todd en su libro ¿Quién es
Charlie? Donde analiza el perfil de quienes manifestaron después de los
atentados del semanario y el mercado
Kocher, esa Francia xenófoba que rechaza y tiene miedo del Islam?
AB:
Simpatizo con Todd en lo que se refiere a la manipulación e instrumentalización
política del drama que se vivió, aunque discrepo cuando trata explicar la
modernidad apoyándose en la tradición. El piensa que la tradición una vez
muerta, es decir, la católica, es todavía lo que determina los comportamientos
y las conciencias de las personas. En
parte es verdad, hay una burguesía católica en Francia que no confía en otra
cosa que no sea el capitalismo y que se rige aun por las categorías morales
tradicionales, lo hemos visto con las manifestaciones contra el matrimonio
igualitario, que son manifestaciones de adhesión a la tradición religiosa. Sin
embargo, por otro lado, es evidente que piensan que están en la modernidad y se
produce una aceptación del orden establecido, de este capitalismo global
convencidos que nada puede cambiar. Hay pasividad y resignación.
¿Cómo
se explicaría esa pasividad?
AB:
Hay una cuestión utilitaria. La propaganda de los objetos es la propaganda del
sistema global. Pero hay formas de resistir, la poesía, el arte.
¿No
es algo que se está quedando caduco?
AB:
La gente lee ahora es más que en el siglo XVIII o XIX, donde era un hecho
restringido a las clases dominantes.
¿Usted
cree que aun se sueña con el futuro?
AB:
tenemos pesadillas, sí. Sobre la destrucción del mundo. Eso es lo que vende. Todos los
grandes estados piensan en su poderío militar, mucha gente se inquieta
del armamentismo de la China y la americana consagra enormes cantidades a
mantenerla. Ese es un factor importante en las relaciones internacionales. Y es
utilizada para disputarse la hegemonía sobre África, a la manera una rivalidad
imperialista. Todo eso por los diamantes
o el petróleo. No podemos entender el capitalismo globalizado sin entender la
categoría del imperialismo, es decir la categoría de intervención y dominación
violenta en ciertos territorios. Lo vemos todos los días.
¿Qué
queda del sujeto independiente?
AB:
creo que efectivamente si admitimos que hay una relación entre el individuo que deseamos ser y la
realidad, hay un debilitamiento de la subjetividad. Hay que distinguir entre
individuo y sujeto. Individuo son los animales que hablan, pero sujeto es otra
cosa, es aquel que decide. El
sicoanálisis está fundado sobre ciertas formas de sublimación de los intereses
inmediatos y, si solo nos movemos por intereses egoístas, lo que rige el mundo simbólico no puede
asumir ningún pacto colectivo y razonable. Freud, en su libro “Malestar en la
civilización” sabía que la sociedad mercantil e imperial representaría un
problema para la civilización. Es lo que
está sucediendo.
@Patricia
de Souza
Definitivamente polémico, Alain Badiou (Marruecos
1937), no ha dejado de nadar en las aguas de la actualidad. Desde su
militancia en la Unión comunista de
Francia marxista leninista, junto a lingüistas como Jean Claude Milner y el
lacaniano Gérard Miller, nunca ha renegado de su genealogía calificando los
ataques contra su persona de “libelos de propaganda”. Discípulo de Louis
Althuser, su teoría del sujeto, expuesta en su libro más conocido, El ser y el acontecimiento, sostiene que las matemáticas son la verdadera
ontología. Como filósofo ha analizado temas diversos como el nazismo y el rol
de la mujer en la filosofía, incluso el tema del amor (Elogio del amor)en esta época de “democracia
en tanto que instrumento del capitalismo”, así como la crisis de la democracia
representativa en Francia. Aquí, en entrevista exclusiva.
1.- En su último libro, A la búsqueda de lo real perdido (Fayard 2015), usted dice que hemos llegado no al final de la
historia como pronosticó Fukuyama, sino más bien a la convicción de que el
capitalismo es el único sistema que puede gobernar el mundo. ¿Hay, desde ese
punto de vista, una visión pesimista del futuro?
AB:
Pienso que la “otra vía” , la otra orientación, ha sufrido un fracaso histórico
y que la tentativa de organizar la
economía sobre bases colectivistas y nacionalizar el sector privado dio como
resultado construcciones como la el Estado soviético y la China que se vinieron
abajo. Es el principal argumento del capitalismo que hoy en día nos repite sin
cesar: ya ven, esto nos ha conducido a cosas
terribles. Y han logrado convencer. Es como si nos encontrásemos en pleno siglo
XIX, es decir, en una época en la que podemos imaginar otra vía, podemos
proponerla, pero a escala mundial carece de imagen concreta. Nadie se la
imagina. Si antes estábamos entre “dos mundos”, durante el periodo de la “guerra fría”, ahora estamos en un mundo unificado,
unificado por el mercado mundial. Esta unidad no la tomo como definitiva, no es
el final de la historia, pero es un estado intermedio en el que habrá que
reconstruir otra alternativa, otra orientación como lo hicieron los militantes
y pensadores del siglo XIX. Es un proyecto en construcción.
¿Es
una crisis de civilización como se está diciendo?
AB:
Yo creo sí que hay una crisis de
civilización porque la mundialización capitalista es un problema patológico, ¿como
ha sido posible llegar hasta allí? Usted, seguro que se hace la pregunta sobre
cómo es posible que haya tanta resignación ante un tal consenso.
¿Es
así en todas partes, se dice que en cierta América latina se le resiste?
AB:
No se puede decir que la AL haya propuesto realmente algo nuevo por el momento.
Yo diría que el poder electoral de ciertas propuestas no tiene aun mucha solidez,
puede ser reemplazado por otro a través
de las elecciones, por lo tanto es frágil. Nosotros también conocimos lo mismo
con Mitterrand, quien nacionalizó bancos
y empresas, hizo algunas innovaciones, pero no fue realmente “otra vía” sino
reformas positivas e interesantes dentro del mismo sistema financiero. Bolivia,
Venezuela, son experiencias inciertas porque no tienen garantía y hay mucha
presión interior y exterior…
¿Podría
ser que en muchos países no se pueda renunciar a la idea del crecimiento
ilimitado, tan propia a la modernidad, aunque esta sea el centro de la crítica
actual de un sector intelectual al haberse convertido también en catástrofe
ecológica?
AB:
Hay una “tercera vía” que no significa regresar a la tradición anterior (la
religión es una de ellas) que, por el momento domina el mundo árabe y, muchas veces, de manera violenta. Mientras tanto la
modernidad está sobre todo bajo el dominio del capitalismo occidental. En todas
partes del mundo hay búsquedas de otras vías, y, justamente me he dado cuenta
de que en AL hace tiempo que se está buscando, y se busca, una manera de separarse de la modernidad occidental
sin rehacer la tradición. Un ejemplo es
la manera cómo gobierna Evo Morales, los derechos de la tierra inscritos en la
constitución, etc… Es lo que estamos haciendo un poco todos los que no queremos
completamente ni la modernidad occidental ni la restauración de la tradición.
Es esa la crisis de civilización, y es una crisis positiva. Quiero decir, que
vamos a encontrar cosas nuevas. El
conflicto ahora mismo, la guerra incluso, es entre tradicionalistas y
modernidad occidental.
Pero
¿en aquellos países que carecen, o donde no se ha respetado tradición, no es un
pasaje obligado?
AB:
Por supuesto que no me opongo a ese tipo de búsqueda en aquellos lugares donde
ha sido aplastada o dominada por ese “deseo de Occidente”, como lo llamo yo.
Entonces me parece justificado aunque me muestre a veces escéptico. Si queremos
reunir a las masas populares que han estado por mucho tiempo marginadas,
entiendo que se apoyen en parte en la tradición, lo entiendo perfectamente. Concretamente
en América Latina, e incluso en África, es lo que está pasando. Pienso que es una etapa, porque en algún
momento aunque se produzca un retorno a las tradiciones oprimidas, se tendrá
que inventar una nueva modernidad…
¿Menos
eurocéntrica?
AB:
Seguro que va a ser así. Ya vemos Francia ha sido una gran potencia imperial que se opaca.
¿Por
qué no quiere dejar de ser imperial?
AB:
Tenemos que inventarse una nueva cultura política y eso cuesta. No hay que
olvidar que parte de su brillo como país ha sido la Revolución francesa…
¿Qué
impide que se renueve?
AB:
No es que esté impedida o sea incapaz, es que hay una crisis simbólica,
cultural e ideológica a escala planetaria. Sobre todo en Francia al haber sido
una gran potencia cultural, cosa que hace más evidente el hecho de haberse
alineado con la modernidad imperante, la americanización y la ley del mercado.
Pues hay que salir de ahí.
¿A propósito
de crisis simbólica, no hay una narración que se ha roto, una narración desde
el punto de vista histórico, como si no pudiésemos entender qué está sucediendo?
AB:
yo creo que podemos seguir escribiendo la historia como la hemos entendido
siempre, con un hilo causal: la historia de nuestro tiempo es la de la hegemonía
del capitalismo globalizado. Describir el mundo según sus propias leyes de
funcionamiento es todavía posible. Mientras que antes había dos orientaciones, y
que la comunista era problemática, puesto que abortó, nunca antes las categorías
han estado tan delineadas. Por ejemplo, cuando Marx hablaba del mercado
mundial, no era nada comparando con lo que es ahora. Cuando Marx hablaba del
enfrentamiento de los grandes grupos industriales, comerciales o bancarios, esto
era ínfimo comparado con lo que es ahora. Sobre todo la concentración del
capital. Hoy sabemos que 1% de la población mundial posee la mitad de recursos
disponibles.
¿Es
posible que sea todo tan claro, tan predecible?
AB:
A mí me da la impresión que se le hace “una trampa a la razón”, es decir,
culpabilizar a otros de lo que nos sucede, a los árabes, a los extranjeros, hay
mucha superstición y no impera la razón.
¿Qué
piensa de esa Francia “zombi” que describe Emmanuel Todd en su libro ¿Quién es
Charlie? Donde analiza el perfil de quienes manifestaron después de los
atentados del semanario y el mercado
Kocher, esa Francia xenófoba que rechaza y tiene miedo del Islam?
AB:
Simpatizo con Todd en lo que se refiere a la manipulación e instrumentalización
política del drama que se vivió, aunque discrepo cuando trata explicar la
modernidad apoyándose en la tradición. El piensa que la tradición una vez
muerta, es decir, la católica, es todavía lo que determina los comportamientos
y las conciencias de las personas. En
parte es verdad, hay una burguesía católica en Francia que no confía en otra
cosa que no sea el capitalismo y que se rige aun por las categorías morales
tradicionales, lo hemos visto con las manifestaciones contra el matrimonio
igualitario, que son manifestaciones de adhesión a la tradición religiosa. Sin
embargo, por otro lado, es evidente que piensan que están en la modernidad y se
produce una aceptación del orden establecido, de este capitalismo global
convencidos que nada puede cambiar. Hay pasividad y resignación.
¿Cómo
se explicaría esa pasividad?
AB:
Hay una cuestión utilitaria. La propaganda de los objetos es la propaganda del
sistema global. Pero hay formas de resistir, la poesía, el arte.
¿No
es algo que se está quedando caduco?
AB:
La gente lee ahora es más que en el siglo XVIII o XIX, donde era un hecho
restringido a las clases dominantes.
¿Usted
cree que aun se sueña con el futuro?
AB:
tenemos pesadillas, sí. Sobre la destrucción del mundo. Eso es lo que vende. Todos los
grandes estados piensan en su poderío militar, mucha gente se inquieta
del armamentismo de la China y la americana consagra enormes cantidades a
mantenerla. Ese es un factor importante en las relaciones internacionales. Y es
utilizada para disputarse la hegemonía sobre África, a la manera una rivalidad
imperialista. Todo eso por los diamantes
o el petróleo. No podemos entender el capitalismo globalizado sin entender la
categoría del imperialismo, es decir la categoría de intervención y dominación
violenta en ciertos territorios. Lo vemos todos los días.
¿Qué
queda del sujeto independiente?
AB:
creo que efectivamente si admitimos que hay una relación entre el individuo que deseamos ser y la
realidad, hay un debilitamiento de la subjetividad. Hay que distinguir entre
individuo y sujeto. Individuo son los animales que hablan, pero sujeto es otra
cosa, es aquel que decide. El
sicoanálisis está fundado sobre ciertas formas de sublimación de los intereses
inmediatos y, si solo nos movemos por intereses egoístas, lo que rige el mundo simbólico no puede
asumir ningún pacto colectivo y razonable. Freud, en su libro “Malestar en la
civilización” sabía que la sociedad mercantil e imperial representaría un
problema para la civilización. Es lo que
está sucediendo.
@Patricia
de Souza
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