Una cosa que produce el viaje, es una disperión del interior por saturación. A diferencia de otras personas que pueden circular sin problemas, todo me atraviesa y me diseca como a un insecto. La imagen es clara. Luego de varios días puedo encontrarme conmigo misma, pero ese proceso es lento. Mi atención siempre está en el afuera, siempre en contacto con los demás. Me gusta este ambiente de feria de España, algo que se extiende entre las regiones, incluyendo Cataluña. La gente es ligera, de fácil contacto. Una de las cosas que también tiene esta ciudad es que puede tener rincones completamente pueblerinos y provincianos, en planos superpuestos con espacios cosmopolitas. Es lo antiguo y lo nuevo, el pasado y el presente en diálogo y entrelazados. Ayer iba a anotando ideas en una libreta, sensaciones que ahora he olvidado... Recuerdo una chica en el metro, era muy hermosa, llevaba un bolso de Carolina Herrera por lo quuepensé que debía ser venezolana. Mis notas las tengas dispersas y no sé cómo regresar a ellas. Cierro los ojos, miro en el interior, veo, no quiero tanta dispersión, me doy cuenta de que los estados concentrados sacan piezas de metal, sólidas, relucientes de mí. A veces hay que saber a aceptar cierta soledad, quiero seguir mi hilo de oro, caminar colgada de él, no perderme. Cómo seguir siendo auténtica cuando se te expone en un espacio distinto al tuyo. Esa es la pregunta y el desafío.
Ganas de intentar siempre sacar lo mejor de mí, pero, si la istuación es hostil, me pongo huraña, como una gata dispuesta a saltar.
Se oyen bocinas, y si fuese Caracas? A veces pienso que todo esto es un sjeño y voy a regresar a mi casa de antes...
mercredi, novembre 26, 2014
lundi, novembre 17, 2014
En Barcelona el 27 de setiembre, allí estaré-
Las tardes del Gatopardo: Patricia de Souza en conversación con Jordi Corominas
El Laboratorio de Escritura en su espacio “Las tardes del Gatopardo” presenta a la escritora peruana Patricia de Souza, autora de Vergüenza, en conversación con Jordi Corominas.
Fecha: jueves 27 de noviembre de 2014
Hora: 19h30
Lugar: Laboratorio de Escritura
Patricia de Souza conversará sobre el proceso de escritura de su libro. Al final se abrirá un diálogo con el público.
Se ha dicho sobre Vergüenza:
“Una voz con personalidad propia en la literatura latinoamericana del presente”, Julián Rodríguez.
“Las palabras se salvan de su ordinaria misión de mostrar para trascenderse en su más alta connotación de nombrar”, J.E Ayala Dip, El País.
Recomendamos que los asistentes hayan leído la novela de la autora, publicada por la Editorial Casa de Cartón.
Patricia de Souza (Perú, 1964) ha realizado estudios de ciencias políticas, periodismo, filosofía, y una tesis doctoral en literatura francesa y comparada sobre Flora Tristán y Lautréamont en la Sorbonne Paris 3, Francia. Desde su primera novela, Cuando llegue la noche (Lima, 1994), mostró una madurez que se ha ido afinando con el tiempo sobre los temas que la distinguen como autora: violencia, desarraigo, olvido y soledad. Sin embargo, la autora afirma que su trabajo tiene que ver también con la resistencia al discurso que domina la identidad de las mujeres. Su resistencia a los géneros le ha ocasionado malos entendidos que ella analiza en algunos de sus artículos y textos ensayísticos. Más que “contar la historia como debe ser”, a ella le interesa “decir las cosas de otra manera, crear nuevos modelos femeninos”, salir de la dominación simbólica. Esto hace que en algunos de sus libros se lea un meta-dicurso que tiene que ver con la recepción de su obra, de la cual las novelas más representativas son Electra en la ciudad y El último cuerpo de Úrsula.
La mentira de un fauno, su segunda novela, fue publicada en España y en el Perú. El último cuerpo de Úrsula salió en la mítica editorial Seix Barral, Barcelona, el año 2000; reeditada por la editorial alternativa Sic, Lima, 2000, Excodra 2013, Barcelona, traducida al alemán (Laniamérikaverlag, Solothurn) y pronto publicada en francés y en inglés (Orbis tertius éd. Excodra Barcelona). La revista literaria francesa NRF (Gallimard) publicó su texto corto Désert en el 2005.
Después de publicar tres nuevas novelas: Ellos dos (Ed. San Marcos, Lima, 2007), Erótika, escenas de la vida sexual (Jus, México 2008; Barataria, Barcelona, 2009) y Tristán (finalista del Premio Herralde 2009, Altazor 2010, Kiputeca, 2014, Perú), publicó su primer ensayo, “Eva no tiene paraíso” (Altazor, Lima, 2011). El 2014 su nueva novela, Vergüenza, ha sido editada por el sello venezolano El perro y la rana y por la editorial Casa de Cartón (Madrid). Escribe para el diario El país (España), La república (Lima), la revista La tempestad, México, y otros medios el Perú.
Las tardes del Gatopardo
Conversar con los narradores sobre sus cuentos y novelas. Recuperar la tertulia como un acercamiento a la escritura. Leer prosa en voz alta. Queremos recordar las tardes en las que el escritor italiano Tomasi di Lampedusa, el autor de El Gatopardo, se reunía en una terraza de Palermo con un pequeño grupo de lectores para conversar sobre literatura. Hemos creado este espacio de encuentro en el Laboratorio de Escritura para dialogar con los autores sobre el proceso creativo de sus libros.
Actividad gratuita
Fecha: jueves 27 de noviembre de 2014
Hora: 19h30
Lugar: Laboratorio de Escritura (c/Joan Blanques 12, 08012 Barcelona)
Cómo llegar: Metro joanic (L4) / Metro Fontana (L3), autobús: 39, 55, 15, bicing: pl. joanic
vendredi, novembre 14, 2014
Los espacios en blanco del capitalismo
Es curioso, y yo misma me sorprendo, de cómo esta época nos obliga a pensar algunas cosas, los modos de vida, los paradigmas políticos y económicos, en suma, las elecciones son cada vez más complicadas y saber hacerlo no es tema fácil. Imagino a un o una joven ahora y me aterro, debe ser horrible.
Este mundo nos ha convertido en una especie de monstruos, pienso en mí, ayer deambulando con las compras de navidad en las Galéries Lafayette completamente neurotizada porque no sé si lo hago por placer o por obligación. Incluso me enredé en una discusión torpe con una chica de la venta, era morena, de origen árabe, había algo de reto en la mirada, de ofendida, y la comprendía (seguro mal pagada, seguro con una situación familiar catastrófica), aunque me sentía injustamente marcada por ser "extranjera y comprar". Yo también tengo problemas familiares declinados, yo también vivo en ese marasmo contemporáneo y trato de estar a flote intentando la frugalidad. Pero había algo más, era como si fuese un formato que está tan balizado y que hace imposible todo diálogo. Me sentí ruin, y luego pensé que cada persona ha sido convertida en una pequeña empresa canalla por este oscuro capitalismo de las finanzas. Los gestos de compra (ya la palabra es fea) son gestos desprovistos de generosidad, sin placer, ateos afectivamente. Y mezquinos. El placer de compartir tiene algo de eros, de energía que fluye. Ayer oía en la radio France Culture a un filósofo africano hablar de cómo el baile es importante para pensar, pero pensar no en la forma lógica de los filósofos europeos, sino pensar como se puede hacer en otras latitudes, lanzarse con todo, con pasión. Esa era la intuición de Nietzsche, Bizet, y la ligereza de su música, frente a la estridencia militar de Wagner. La educación francesa ha formado también a estos seres tan administrativos, matemáticos, pasivos, es demente. Leyendo una entrevista a Alain Badiou en L humanité leo, "hay que cambiar las relaciones de producción que se basan en el sometimiento a la misma tiranía". Suscribo, no podemos seguir aceptando que la finalidad en la vida es someternos a esa ideología del dinero, no. Es la muerte en vida...
luego he tenido sueños de agua clara y fiestas en Venezuela, supongo que eso me ponía en contacto con el otro extremo de la realidad que apuesta a la utopía de la generosidad. es lo que más cuesta en la vida.
transformado la novela en francés en ficción. era la única forma que sea verdad.
Este mundo nos ha convertido en una especie de monstruos, pienso en mí, ayer deambulando con las compras de navidad en las Galéries Lafayette completamente neurotizada porque no sé si lo hago por placer o por obligación. Incluso me enredé en una discusión torpe con una chica de la venta, era morena, de origen árabe, había algo de reto en la mirada, de ofendida, y la comprendía (seguro mal pagada, seguro con una situación familiar catastrófica), aunque me sentía injustamente marcada por ser "extranjera y comprar". Yo también tengo problemas familiares declinados, yo también vivo en ese marasmo contemporáneo y trato de estar a flote intentando la frugalidad. Pero había algo más, era como si fuese un formato que está tan balizado y que hace imposible todo diálogo. Me sentí ruin, y luego pensé que cada persona ha sido convertida en una pequeña empresa canalla por este oscuro capitalismo de las finanzas. Los gestos de compra (ya la palabra es fea) son gestos desprovistos de generosidad, sin placer, ateos afectivamente. Y mezquinos. El placer de compartir tiene algo de eros, de energía que fluye. Ayer oía en la radio France Culture a un filósofo africano hablar de cómo el baile es importante para pensar, pero pensar no en la forma lógica de los filósofos europeos, sino pensar como se puede hacer en otras latitudes, lanzarse con todo, con pasión. Esa era la intuición de Nietzsche, Bizet, y la ligereza de su música, frente a la estridencia militar de Wagner. La educación francesa ha formado también a estos seres tan administrativos, matemáticos, pasivos, es demente. Leyendo una entrevista a Alain Badiou en L humanité leo, "hay que cambiar las relaciones de producción que se basan en el sometimiento a la misma tiranía". Suscribo, no podemos seguir aceptando que la finalidad en la vida es someternos a esa ideología del dinero, no. Es la muerte en vida...
luego he tenido sueños de agua clara y fiestas en Venezuela, supongo que eso me ponía en contacto con el otro extremo de la realidad que apuesta a la utopía de la generosidad. es lo que más cuesta en la vida.
transformado la novela en francés en ficción. era la única forma que sea verdad.
mardi, novembre 04, 2014
apagar los dispositivos adictivos, encender la vida
esta mañana decido apagar la radio, apagar el teléfono, apagar la computadora, ponerme a mirar las crestas blancas de los Pirineos. Ayer, durante la fisioterapia, miraba los techos de laja brillando bajo la lluvia, las nubes bajas, cargadas. Pau mantiene esa tradición francesa de chimeneas, torres de aguja y techos oscuros. Hay una austeridad en todo esto que de hecho tiene una belleza limpia y secreta al mismo tiempo.
¿Cuántas lineas podré escribir hoy y cuántas personas podrán leerlas? Cuando veo la cantidad de información que circula, no entiendo cómo hacemos para seguir viviendo en medio de ese marasmo que nos llega desde fuera, una guerra aquí, la crisis, el hambre, la indiferencia. ¿Cómo circular en medio de todo eso? Veo que mientras más cosas hay, más cuesta pensar, concentrarse en las sensaciones. Por eso, escribir como un recorrido interior, porque es interior está lleno de gritos, de voces, de rostros que nos llegan sin cesar, es cada vez más complicado, más delicado, es una orquídea en medio de una tempestad.
Para poder escribir con serenidad, tengo que tener las cosas un poco en orden, o más que eso, en armonía. No se puede escribir si estamos acosadas por miles de preguntas y con el miedo acechándonos, pero, ¿miedo de qué se preguntarán? Miedo de la indiferencia, de no poder hablar con gente, de no seguir su movimiento, apartarse de la vida.
Lo más importante es mantenerse en contacto con los demás, cueste lo que cuesto, incluso cuando el encuentro es frustrante, falta de diálogo monotonía.
voy a dejar este blog en tes momento. Sucede que tengo pocas ganas de analizar la realidad hoy, es demasiado pesada, demasiado alienada quizás, y no sé por dónde empezar a desmontarla.
ayer, cedí a la tentación de las compras, y luego me lamenté. En una sociedad donde eres flanco de cientos de mensajes que te incitan a consumir, no es fácil renunciar porque esa renuncia es también apartarse del grupo humano, firmar su exclusión, y de vez en cuando, sí, quiero estar cerca de los demás. Luego pensaba que ciertas prendas son imprescindibles para afrontar el afuera, el frío que empieza a llegar es un ejemplo. Hay una sensación que es horrible, sentir el cuerpo todo el tiempo y no poder pensar. Yo creo que el mejor clima es el que nos hace olvidar el cuerpo aunque el frío pueda tener su encanto, refugiarse en un café y contemplar...
tengo una vista espectacular y eso hay que agradecerlo.
¿Cuántas lineas podré escribir hoy y cuántas personas podrán leerlas? Cuando veo la cantidad de información que circula, no entiendo cómo hacemos para seguir viviendo en medio de ese marasmo que nos llega desde fuera, una guerra aquí, la crisis, el hambre, la indiferencia. ¿Cómo circular en medio de todo eso? Veo que mientras más cosas hay, más cuesta pensar, concentrarse en las sensaciones. Por eso, escribir como un recorrido interior, porque es interior está lleno de gritos, de voces, de rostros que nos llegan sin cesar, es cada vez más complicado, más delicado, es una orquídea en medio de una tempestad.
Para poder escribir con serenidad, tengo que tener las cosas un poco en orden, o más que eso, en armonía. No se puede escribir si estamos acosadas por miles de preguntas y con el miedo acechándonos, pero, ¿miedo de qué se preguntarán? Miedo de la indiferencia, de no poder hablar con gente, de no seguir su movimiento, apartarse de la vida.
Lo más importante es mantenerse en contacto con los demás, cueste lo que cuesto, incluso cuando el encuentro es frustrante, falta de diálogo monotonía.
voy a dejar este blog en tes momento. Sucede que tengo pocas ganas de analizar la realidad hoy, es demasiado pesada, demasiado alienada quizás, y no sé por dónde empezar a desmontarla.
ayer, cedí a la tentación de las compras, y luego me lamenté. En una sociedad donde eres flanco de cientos de mensajes que te incitan a consumir, no es fácil renunciar porque esa renuncia es también apartarse del grupo humano, firmar su exclusión, y de vez en cuando, sí, quiero estar cerca de los demás. Luego pensaba que ciertas prendas son imprescindibles para afrontar el afuera, el frío que empieza a llegar es un ejemplo. Hay una sensación que es horrible, sentir el cuerpo todo el tiempo y no poder pensar. Yo creo que el mejor clima es el que nos hace olvidar el cuerpo aunque el frío pueda tener su encanto, refugiarse en un café y contemplar...
tengo una vista espectacular y eso hay que agradecerlo.
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