El primer texto: Las gaviotas volaban sobre las huellas en el arado, de Eva Turumbarrere
Las gaviotas volaban sobre las huellas de la tierra que iba dejando el arado. Lo negro y lo blanco en una superposición cambiante y permanente.
El arado y el tractor.
Una tarde cálida, en las horas en que la siesta silencia el canto de los pájaros, el olor a la tierra removida esparcía aroma a frescura renovada.
A lo lejos la figura de un árbol reseco por los años, pero aún de pie con sus ramas secas y vacías. Muy cerca el molino movía sus aletas con lentitud. Pereza en el llenar de la aguada.
Las gaviotas revoloteaban sobre las huellas de la tierra arada.
El arado y el tractor.
Dentro del tractor iba yo con mis cuatro años o cinco años y mi candidez de niña campesina. El amigo tan querido por mi padre manejaba.
Y allí ocurrió que esa mano enorme, gigante, monstruosa, ingresó en mi intimidad tocándome. Profanando mi pudor. Profanando mi cuerpo.
El dolor, la angustia, todo fue, sigue siendo un grito contenido. El grito que supera las palabras que no tuve, que no tengo, que no sé si algún día tendré.
Fue un ataque intenso, desvalida en el medio del campo, en una intemperie que desde aquel momento se llenó de sombras, de miedo, de horror.
1 commentaire:
Decir un taller tiene connotaciones de trabajo. Y aquí estamos, ciertamente, trabajando en la literatura ese algo de la subjetividad que se escapa a la técnica. Es un espacio de vida, un espacio otro en el que las palabras encuentran otro sentido. El perdido y el encontrado. Así, pues, mil gracias Patricia de Souza por dar hospitalidad...
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