el regreso a París es también el regreso a ciertos espacios, colores, cielos... Lo primero, una ve superada la nostalgia de Caracas, es la cantidad de espacio habitado, la cantidad de tiendas, de cafés. El placer de tomarse un café en la barra oyendo las conversaciones de los clientes, los acentos, las inflexiones. Me gusta las calles que se extienden como gargantas, que devoran la vista, mejor si están surcadas de árboles, la mayor parte Platanes, a veces, son ficus. Lo que más me impacta es el cambio de perspectiva, al verdor inmenso de mi vista de Caracas, hay concreto. El paisaje es más mineral y claro, aunque la imaginación es fértil, se encuentra rodeada de edificios. Entiendo por qué Proust cerraba las cortinas. Hoy hace frío para julio, mejor! Le temo al calor excesivo y prefiero pensar que podría ir a un café a escribir si se me antoja.
Anoche me dormí, extenuada, entre gritos de niños jugando en un patio, era una bulla jocosa, alegre. Pero el fondo es silencio, un ritmo lento. Ganas de ir a un parque a perderme entre árboles, Bois de Bloulogne o Bois de Vincennes... ya se verá...
Tengo en la cabeza escenas de las novelas de Patrick Modiano, de las calles de Paris. Como yo, tiene las manía de escoger las calles según sus nombres o su estética. Hay calles feas, de hecho, pero otras que tienen una presencia humana fuerte.
Empieza el día.
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