Por una contra historia de la literatura
Creo que es tiempo de pensar la literatura de
otra manera, no como un hecho intransitivo, como se hizo en el siglo XIX, de
ahí la idea de que quien escribe está encerradoA en su torre de marfil, sino
como un gesto colectivo, en deuda con el afuera, puesto que el lenguaje no es
otra cosa que un instrumento social y la idea de creación es relativa. Esto no
anula su poder de transformación, yo sí creo que escribir es una trascendencia,
es levantar la vista por encima de las verdades adquiridas, es parar la oreja,
extenderse como un puente, ser traductorA de lo que estamos viendo. Es apoyarse
en los demás para que el lenguaje este vivo, latiendo.
No me puedo imaginar como escritora si no es
de esta manera. Escribir no es una imagen de prestigio para mí, no me coloca en
el ámbito social como una profesional, tan solo como persona, y persona con
todo lo que esto implica. Mi necesidad de escribir surge de una conciencia
viva, encarnada, crítica, nunca podré entenderlo de otra forma. Creo que si
pensamos en la literatura como en un "ascensor social", estamos perdidoAs,
ni siquiera tiene un verdadero porque esa frase de Madame de Genlis: cuando
satisfacemos una verdadera pasión, nos da igual el renombre, es cierta de
muchas formas. Lo único que me parece terrible es que no dejen sin aquelloAs
que son nuestroAs interlocureAs, las personas que, con su mirada, completan
este ejercicio solitario de escribir. El diálogo siempre,sobre todo si es
crítico, enriquece. Hay que pensar contra sí mismaO, escribir una contra
historia donde nuestra mirada deje de ser sumisa, neo-colonial, y sea
arriesgada (abandonar también las miradas clasistas, que son las que hacen que
muchas veces creamos que tenemos derechos absolutos y que hacemos un favor
cuando prestamos atención, cuando debemos "borrarnos" para que otra
persona emerja, exista) Somos más responsables quienes escribimos, porque al
final, quienes tienen conciencia de que escribir no es una diversión, salvo
para algunoAs, están más convocadoAs a decirlo-
En esta feria del libro en Bogotá, a las que
en general me cuesta asistir porque no me gustan las fotos, no me gustan los
protocolos, ni los grupos, me gustan las conversaciones francas, frente a
frente, las personas, con todas sus debilidades, los derrapes, porque no somos
superiores a nadie, a lo sumo creo que escribir nos hace más concientes y
quizás menos mediocres., me he sentido como una pieza suelta Yo creo, honestamente, que estamos estandarizando el
discurso en lo "políticamente correcto", que estamos pensando que no
podemos atrevernos a decir ciertas cosas para no "molestar" o no
aguar la fiesta, sobre todo, las que estamos tan acostumbradoAs a recibir
migajas (las mujeres), que no podemos
decir claramente cuáles son nuestros intereses, cuáles nuestras expectativas,
arriesgarnos a mayor presencia, es escribir nuestra historia. Esta experiencia
es rica en encuentros humanos, en miradas, incluso aquellas que no han sido porosas
(todo encuentro, por más pobre que sea, produce un saber cuando lo miramos a la
distancia), pero no perdamos de vista que escribir, inscribir y recorrer al
vida, es atravesarla en todos sus estados, no solo los que nos hacen que nos
sintamos mejor, si no aquellos que nos hunden en el desarraigo y la duda (tanto
mejor!).
Ayer me quedé sola (Olivier tenía que
regresar) esperando mi partida. El lugar me parecía un desierto. Bogotá es una
ciudad de pliegues, de páramos, de espacios vacíos donde la experiencia humana
no ha dejado huella. Pero también tiene
otros donde la mano humana ha trazado un recorrido, con la calidez de sus voces
y sus presencias que besan la vida. Traté de ir hacia el centro pero creo que
cogí la dirección equivocada, era una calle solitaria llena de edificios en
cemento, grises, desnudos. De existir la teletransportación me hubiese
trasladado hasta el centro que es un enclave cálido, hermoso, en medio de esta ciudad moderna que crece un
poco enloquecida. Problema de las ciudades en Latino américa. Hay muchas cosas
que me sorprendieron, el interés inspirado de la imagen mítica del Perú, de
loAs estudiantes, su candor y su vulnerabilidad. Es a ellas y a ellos que me
dedico esos instantes, pensando que las otras personas que escriben, hombres y
mujeres, se inscriban en este texto.
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