Estos últimos días se me hace imposible escribir sin cierto malestar. Hay algo en este momento una cosa que flota en el aire, un ambiente de calumnia, de complot. Siempre pienso en esa frase, "decir la verdad y nada más que la verdad" de Michel Leiris. Y que significa tratar de contornear la realidad, esperarla, atraparla en su movimiento instantáneo y efímero. Yo creo que no podemos pensar que podemos poseer la verdad si somos conscientes de nuestros límites y si pensamos que solo podemos abarcar una serie de acontecimientos. Pero cuando tenemos una realidad que nos salta a la cara y se hace una evidencia, la verdad de la vida, que es la muerte, no podemos nombrarla de otra manera. El complot del que hablo es contra la inteligencia y la confianza que tenemos en el lenguaje, en la idea de que en él se refleja un esfuerzo humano por ceñir la realidad, de no mentir de manera descarada. La realidad, en ciertos casos, exige que la nombren, que la enfrenten de manera franca. Y en estos instantes, siento todo lo contrario, y me hiero, me hiero porque sí confío en el lenguaje y en la inteligencia de las personas, sin embargo, la mentira, la brutalidad, es tan banal, y es tan estúpidamente banal.
Todos los días veo la prensa (a veces la evito, la verdad, porque tardo horas en recuperarme) decir las cosas de soslayo, hablar sin decir lo que realmente ocurre en estos instantes en Venezuela, que hay una población que está agotada de las "guarimbas" (las barricadas hechas de deshechos, de fuego, alambres), que no se atreve a condenar porque no sabe qué hacer, su confianza en la democracia es confusa, no sabe si defiende sus intereses, o los de un grupo de fanáticos que están sembrando el miedo, no sabe si son estudiantes, mercenarios, qué quieren, nadie comprende. Y, en este laberinto, lo único que parece evidente es que se pretende desalojar a un gobierno, que se teje con más prepotencia la idea de la "ingobernabilidad"para que así suceda lo mismo que en Paraguay con el presidente Lugo, como lo dijo ayer Dilma Roussef desde Chile. En otros artículos ya analicé los síntomas que iba leyendo en la población de Venezuela, aparentemente todo el Mundo conoce lo que sucede aquí y opina, opina desde la doxa instalada a nivel planetario: que aquí no hay democracia.
La democracia no es el gobierno del pueblo pare el pueblo, sino de un grupo con poder económico, nadie lo dice ni lo quiere decir, solo hay un rostro pintado en la fachada; él o la estudiante inocente que reclama su libertad, aquella imagen que conmueven porque se invoca la simbología de la juventud como figura de pureza y fuerza. Ya se crearon esos héroes con pies de barro que lanzan cocteles molotovs, incendian estaciones de metro o de bus, matan a quien intente retirar una barricada, sus llamadas "guarimbas". Todas las cifras son sumarias, dicen, tantos muertos, torturas, sin argüir razones y sin esperar que la fiscalía se pronuncie (hay 12 efectivos detenidos por abuso de poder), todo circula en el dominio de la generalización para que cualquier persona, en cualquier parte del planeta, pueda identificarse y completar la historia. Todo, todo, es turbio, tergiversado, es el idioma de Babel, el idioma del trabalenguas, para que nadie entienda lo que sucede de verdad y cualquier intervención suceda bajo ese velo de la confusión, y el "debe ser una dictadura, debe ser porque se lo merecían", se imponga. La turba está lanzada en las calles, no han cesado desde hace un mes, en medio de barrios de clase alta, y media, con la anuencia de las alcaldías y de algunos vecinos, los otros, los, y las, que tiene miedo, mantienen una actitud cautelosa, su temor hacia lo que se les ha dicho que es un peligro, les oscurece la mirada y, aunque deploren no poder salir de sus casa y andar en medio de la basura y el peligro, prefieren eso con tal de que el gobierno se venga abajo y así no ser "desclasado-as", gente que no tiene un "lugar en el mundo" del orden de "lo material". El mundo entero está coludido sobre la falta de confianza en la democracia en Venezuela. Es curioso que también arremetan contra Cristina Fernández, contra Correa, ahora, en la prensa local, contra Dilma Roussef... no es espontáneo todo esto, no lo creo, es una guerra no declarada entre dos propuestas de lectura, una que no quiere más "condenados" en el mundo, y la otra, que sacrifica generaciones enteras a la "selección natural".
Decididamente, no me resulta espontáneo sentir simpatía por los primeros, aunque la violencia, sea de donde sea y venga de quien venga, me parece terrible, devastadora. Tal vez sí se pueda cambiar las cosas, aferrándose al sosiego y a la idea de paz, al menos, es otra forma de acorralar a la violencia.
Y es ahí donde quiero llegar. En el fondo creo que la gente que abomina del gobierno bolivariano cree en sus fobias, las alimenta, no es capaz de ponerlas en duda. Es un pensamiento profundamente lógico contra un pensamiento analítico. Es decir, el silogismo de base: si hay tres chavistas agresivos, entonces todos son agresivos, y si dicen que apuestan a un Estado fuerte y que controla, es que son comunistas. Y esa simpleza de razonamiento se ha ido imponiendo hasta la ceguera, de ahí la violencia de los grupos violentos, que utilizan métodos sediciosos, no de protesta. El hecho de que empiecen a amedrentar a los vecinos, que amenacen en algunos estados a los comerciantes, que pidan que se paguen cupos (sic) para que una persona pueda transitar por su propia calle, para que alguien circule incluso a pie, es inquietante.
El problema es comprender por qué tanta gente dice lo contrario de lo que sucede aquí, me niego a pensar que son deshonestos y que están detrás de un golpe. No lo puedo creer.
Tengo tantas lagunas en la historia, sobre el golpe de Allende, sobre Velasco Alvarado, sobre Sendero, todo eso, no, no es gratuito... creo que toca hacerse la pregunta,
Lo que siento es que todo esto es un gran complot contra la inteligencia, la conciencia razonada, es terrible. La arremetida mediática continúa, no cesa, todos los días hay algún rumor nuevo, hoy es el de que venía gente del estado de Táchira (donde empezó todo) a "incendiar Caracas". Las palabras apelan al miedo y a la confusión. Una cosa está clara, pero la opinión pública sigue insistiendo en decir lo contrario: el supuesto quórum de pedido de diálogo, que ya lo hay, hace una semana que se reúnen los sectores democráticos de oposición, incluso el pleno de los empresarios, pero los estudiantes, que dicen "tener reivindicaciones", no aceptan sentarse a dialogar, abominan de la Unasur y es seguro que no lo harán porque sus líderes Capriles, Machado y López, les han dado la consigna de que representan "al castro-comunismo" en América Latina, y que si ellos quieren libertad, tienen que seguir presionando como sea hasta implantar el caos general y lograr una intervención. Esa parece la consigna.. Unos están con la lógica del libre mercado y el neoliberalismo, y los otros con el Estado social y la fuerza colectiva (lo he repetido hasta la saciedad) entonces, no sé cómo pueda calmarse este violencia, porque hay un gran movimiento continental para quien, en Venezuela, "ca merde" como se dice en francés y entonces sigan en la lista de "personas non gratas", Correa, Morales, Fernández, y por qué no Roussef, que pronto enfrenta elecciones... No sé, algo me dice que mi intuición va por ese lado...
Mientras tanto el lenguaje me parece aun más falso, más artificial y más fascista. Como decía Barthes, el lenguaje es muchas veces fascista, si es que no se le somete a la prueba de la escritura y de la duda. Las redes sociales han facilitado ese uso del lenguaje en su forma más básica, más autista y tirana. Hay que ver la cantidad de Ipods, Iphones, que circulan en estas manifestaciones que se han tornado tan temerarias. Hay un nuevo orden de vigilancia y persecución que es más fuerte que cualquier análisis reflexivo, que cualquier libro. Los libros son sus enemigos porque piden paciencia, reflexión. Es esta épica de época, con sus héroes de pies de barro.
Termino pensando que voy a confiar, sí, voy a confiar en que la inteligencia y la creatividad se impongan.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire